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miércoles, 14 de marzo de 2018

Entre Partido y Partido, En La Alameda


MARCADOR FALLIDO
 
Por  Gilberto García M

Los que acuden religiosamente los sábados y domingos a la cancha de fútbol La Alameda persiguen el mismo sueño. Ezequiel no es joven ni viejo, es de estatura baja y desde que se instala en la banca no hace más que gritarle a Jordán—su hijo— que él va a ser un gran jugador y que en poco tiempo lo verá en las divisiones inferiores de El Real Madrid. 
Yo también persigo esos sueños, pero Dairo Vásquez no es mi hijo. Y aunque lo fuera no le gritaría lo que Ezequiel a Jordán. Si el chico ejecuta una jugada al estilo Lionel Messi, el hombre se exalta tanto que en su euforia intenta estrecharle la mano a Dios. 
—La cancha es tuya, Jordán—grita Ezequiel. 
Pero si el pobre chico comete un desliz, entonces Ezequiel se desborda en palabras gruesas y altisonantes que confunden al muchacho. 
Como tantos otros  que se asoman los fines de semana por aquí, el hombre carga con una historia un poco triste. Como muchos jóvenes, Ezequiel también tuvo que trabajar en la Zona Industrial de Mamonal y acogerse a las normas de seguridad en las empresas. Trabajó cinco años y hasta el sol de hoy, la empresa no quiso reconocerle la pensión luego del accidente en que se fracturó ambas piernas. 
Pero conociéndolo un poco, entre partido y partido cuando en la casa me piden que lleve a Dairo Vásquez a practicar a La Alameda, no sé si lo que el hombre me narra es verdad o es un invento para que conmovido ante su narración me meta la mano al dril y le dé para el pasaje del autobús.   
A Jordán lo incomodan los argumentos del padre. Él, un chico de doce años cuando Ezequiel se prepara en urdir las historias de su vida, que su mujer lo abandonó después del accidente, que no le dan trabajo en ninguna parte por su condición de lisiado y, por último, que la semana pasada se le murió el padre, y que ahora si está sólo en la vida, mejor prefiere hacerse a un lado para no escuchar los irónicos comentarios de sus amigos. 
Pero lo que si percibe el interlocutor, luego de dos o tres conversaciones con Ezequiel, es que su futuro gira en torno al triunfo de Jordán en el fútbol. 
Y se ha hecho tan persistente en el carácter del hombre la idea de que su hijo lo sacará de pobre—al igual que el padre de Messi, Ezequiel administrará la carrera de Jordano—que siempre que algún conocido lo ve venir, arriesga la frase: 
        
  Gilberto García Mercado         
«Ahí viene el padre de Messi».
 Alguien me dijo un día—luego de desentenderme de las prácticas de mi sobrino Dairo Vásquez  por dos meses–que Jordán en una final de inter barrios se había derrumbado—de repente—y que por las pruebas médicas que le hicieron no podía continuar jugando futbol.
 
Que si lo hacía era condenarlo a una muerte segura.  
A mí me sorprendió la noticia pero no alcancé a imaginar el sufrimiento de Ezequiel.

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