La Generación Fallida,
y El Otro
Mediterráneo...
Rolando Blanco Hernández
EVASIÓN*
Gregorio perdió el tren de las 5 a.m. y sigue sin abrir la puerta del cuarto. Su madre lo llama una y otra vez. El padre amenaza con tumbarla, le grita que el jefe acaba de llegar enojado, sabe que no fue a la estación. Greta ruega a su hermano que abra.
–Esta semana lo noté perturbado, siempre leyendo ese libro… –comenta entre sollozos–.
El jefe recrimina su pereza, le recuerda que aún le faltan muchos años de trabajo para saldar la deuda de su padre. La madre se muerde los labios al oír ese humillante recordatorio. Entre los dos hombres y la corpulenta doméstica empujan la puerta logrando que se explayen sus dos hojas: la alcoba solitaria, la cama desarreglada, un muestrario de telas sin organizar, el libro tirado sobre el piso de madera. Debajo del sofá, numerosas patas se agitan, delgadas, temblorosas…
DIE VERWANDLUNG / 1
El tren pronto llegaría a la estación de Praga. El joven abogado no pudo escribir el relato del que sólo se le había ocurrido el título. Su vecino lo había mortificado durante todo el viaje, con la cobija que deslizaba sobre su abdomen convexo y caía sobre él; su voz parecida a un chillido; el movimiento incesante de sus antenas y patas.
—Lo escribiré cuando llegue a casa—resignado, pensó Franz.
EN EL NOMBRE DE LA MADRE
–Dios mío, ¿qué hemos hecho? –Gritó el capitán Robert Lewis, al ver la columna de humo rojiza que se elevaba rápidamente y destruía a la ciudad y sus habitantes––Su madre lo maldecirá por bautizar con su nombre a este avión: susurró Parsons al oído de Tibbets.
Gonzalo Alvarino
EL OTRO MEDITERRÁNEO
Lentas las gotas rasgan la tarde
El cielo es una gran serpiente
sobre mis testarudos ojos
Se apagan los colores
y los ahogados aparecen
en la Kosta Azul
Una manada de tortugas
se sumerge en el oscuro mar
La última gaviota mira con desdén
la carne insípida que se pudre entre las rocas
No hay lágrimas para el inmigrante
Naufragio y vida
comparten la misma orilla.
HILO DE AZÚCAR
Blanco hilo de azúcar
humedad en las espinas del cactus
colmillo de sal
Ahora y en la hora de mi muerte
te desvaneces
En algún lugar de mis labios apareces
como una liebre en busca de los pies de Aquiles
y nos inventamos una guerra
sin Troya y sin caballos.
EL CÍRCULO SE CIERRA
Mi voz es un lamento de madera en este mes de cerezas muertas. No importa qué edad tengas, el dolor siempre te alcanza. A mis manos les quedan algunos suspiros para la noche. Mientras, busco en el lugar más lejano de piel los fragmentos de tu olor. El círculo se cierra con las últimas gotas de luz.
UN MUNDO FELIZ
Julio César Márquez Ariza
POR LAS RENDIJAS
Vuelve la lluvia
el techo suena,
la tierra empieza a ceder.
La casa trémula
intenta quebrarse,
pero la mujer le ata las grietas
con un hilo de oraciones.
Mujer- techo,
lluvia- serpiente,
ríos que nos tocan los pies.
La imagen del mundo
se vuelve turbia
en el fondo de este charco.
SUBMARINO
Hay grietas en las paredes,
fugas de agua que van marcando la ruta
el ventilador nos cuenta la noche,
y un sonido,
ese que nos mantiene insomnes,
nos lleva a pensar en ti.
Otra vez el agua,
como enemigo nuestro,
rompe las paredes con sus versos
lava las manchas de nuestras huellas sobre el suelo.
Uno…Dos…Tres…
¿A dónde te has ido?
Un ratón recorre mis pies,
y unas hojas empiezan a caer en la sala.
Uno…Dos…Tres…
Hay agua en los bolsillos,
imágenes de cuerpos con aletas,
hojas húmedas,
y esta casa-anfibio.
Nos queda entonces,
el escondite de medianoche,
una estrella acuática que ilumina la sala,
mientras vamos haciendo huecos en los costados,
rutas de escape,
nuevas fugas, grietas.
Gabriel Cuadro
ESTADOS
Al principio la vida es brillante y limpia
un sol despertando al mundo
en una ventana la sonrisa de un niño
un poema visitando la memoria
El tiempo sigue
un amante traiciona al amor
la noticia del odio
la cuenta del mercado
Y todo se ensucia y duele.
ALZHEIMER
Cuida tus recuerdos
Defiéndelos del olvido
de los años numerosos
Cuídalos
ellos guardan tus lugares
la esquina que te guía
Guardan las noches con tu Luisa
tus pasadas derrotas
y alguna victoria
Cuídalos
No te expongas a la nada
a deambular difunto por la vida.
Juan de Dios Sánchez
LET THEM BLUES
Deja que el Blues se entere de cosas que no necesita saber
Let the blues be afraid
either way we´ll have our ceremony
Esto, más que amor –mi amor– será como ir de compras
Deja que en la piel del Blues comience la historia
Let the Blues
be our victim for us to be brilliant
Exento de amor -mi amor- seré yo quien decida tu orgullo
Deja que el Blues aterrice o se ponga a llorar en cambio
Let the blues do the dance
while the rest of us do the bark
Yo te decepcionaré -amor- con todo mi amor: grosero
pretencioso
imposible
Deja que el Blues nos dé algo mejor que su corazón para satisfacernos.
Let the Blues be senseless
and vacant of sentiment
Estos días -mi amor- serán lo único que haremos
Surfear las olas del apetito
Cultivar un universo a puerta cerrada
Aprovechar la juventud del espíritu
Asumir la jefatura de rompernos en cada canción
Deja que el Blues nos saque acordes con las uñas
Deja que siembre la grama adecuada para descansar la cabeza
in the meantime of this outrageous break of dawn
Y que la cámara nos deje ir
Y que la radio nos pida más
Blues
El mejor asombro jamás cantado
Y herirnos
Y rascarnos
/
Edisson DuarteEl gato ha muerto
Madre lo cubre con dos hojas de papel periódico
Un viento alegre deja adivinar su cola
La hermana menor lo mira
desde la casa del palomar…
Lo llama
Lo llama hasta el cansancio
Solo las hojas del periódico se mueven.
………………………………..
La gota indecisa por la comisura del párpado:
Un malabarismo que no da frutos.
La sal dejándose llover…
Detrás de la ventana
…la sal dejándose llover.
RAYUELA
La mano arroja la piedra,
como quien lanza un salvavidas
La caída perfecta,
el salto y las risas no se hacen esperar.
La mano falla,
La piedra no cumple su destino
El cielo, otra vez diluyéndose…
Onésimo Andrade
EL BARCO
Allí donde nunca se marca el Norte
el guerrero descansa sin su dios
la mar ríe y le roba vida
su rojizo semblante está marchito
la agonía del olvido atrapa su interior.
Un peregrino le recuerda
el olor a pólvora con fuertes vientos
ya no habrá noches con pesares
solo recuerdos sin esplendor.
Ruth Patricia Diago
Tu costumbre no es la lluvia
que apacigua los días y rezaga los pregones
ni la arena muda y compacta en la playa despejada.
No, son tus calles ríos lineales propiciando el caos,
o esa inquietud tardía porque se disuelva el cerro
y su prioritaria vocación de pesebre
se deshaga en el barro.
No, tu rutina de puerto caribe
construye un segmento de historia
desfachatada y luminosa,
aquí donde la soledad se sienta
en mecedora a media tarde.
La voz de tus barrios ocupa las plazas
y el trasegar continuo de tu gente
ha entrenado a las maríamulatas
en el curioso arte de cazar
restos de arepa con huevo.
En cada poro le dolía el mundo, su tierra natal,
los muertos de su sangre y los algodonales.
Más que la hipodérmica con la que le pinchaban el cuerpo desgastado
le torturaba esa serie de malogrados intentos por combatir la propia locura.
Los versos de lava que produjo desde la hamaca, el camastro,
los concebidos sujeto a su abandono
bajo la brava intemperie de sus últimos días,
y que trocaba por un café o un cigarro.
Dolor, el de sus pasos mendigos
la abarcante soledad desde sus ojos.
Fumándose la calle a paso lento y perdido
llenaba la mañana de reproches para los pájaros
chancleteando la ciudad,
entaconándose por las callejas
o machacando las rutas de siempre
con las plantas abrasadas de pavimento hirviente.
Yo también evité su genio vagabundo,
el rumor creciente de su delirio
evadía su mirada plagada de demonios,
sin adivinar el tamaño del agobio que acarreaba.
Sus versos descubiertos tardíamente, aquí en la sala,
rescatan el mediodía, permeando la inercia de mis horas
con blandos tentáculos de medusa.
Nilva Galván
EL DIENTE DE HAROLD
–¿Qué buscas Harold?
–Mi diente, responde, todavía con su cuerpecito doblado debajo de mi cama.
Un poco angustiada, por la respuesta del niño, decidí revelarle la verdad que él debió conocer desde la noche anterior. Se la dije y le presenté mis disculpas, las cuales aceptó con una mirada un poco triste y un “…bueeenooo…”
Harold es un niño de 7 años con un lunarcito negro en la frente que cautivó mi atención desde el día que llegó de Sahagún a la casa de la tía donde yo también me encontraba hospedada.
Ese día, durante mi ausencia, mudó su sexto diente. Las personas que lo rodeaban lo persuadieron de que si un ratoncito encontraba el diente, por la noche, se lo llevaría y, a cambio, encontraría debajo de la almohada $2.000. Ilusionado con semejante negocio y con la ayuda de su mamá, la tía y su hermanita Chary, envolvió el dientecito en papel blanco y lo colocó en la ventana de mi habitación mientras llegaba la noche.
Yo, al regresar cansada de trabajar, confundí el montoncito de papel con basura y lo arrojé a la caneca. Esa misma noche, al llegar el momento de colocar el dientecito debajo de la almohada de Harold, la tía, después de buscarlo, me preguntó si había visto un montoncito de papel blanco. Un poco avergonzada, le respondí que en la mañana, antes de irme, lo había arrojado como basura en la caneca…inmediatamente todos emprendieron la búsqueda en vano.
–¿Y ahora qué hacemos? ¿Qué le decimos?
El Señor Henry, más tranquilo que la brigada de búsqueda, en forma calmada aconsejó: “es muy fácil, envuelvan esa semillita de naranja y colóquenla debajo de la almohada de Harold”. Así se hizo. Con muy mala suerte, porque el niño revisó y dijo que eso no era su diente.
Ante el fracaso, su Hermanita Chary de 9 años, reinició la búsqueda con la tía en la caneca. Al verla, Harold le preguntó: ¿qué buscas?
–Una aguja, respondió.
Irónicamente y con su carita desconcertada le dijo:
–¿No será que buscas mi DIENTE?
Mimi Barboza
¡BAILEN AL RITMO DE JOSÉ!
Recuerdo esos tiempos de amigos cómplices, cuando íbamos a cantar, cantar y cantar en las parrandas con las hembras del pueblo vecino. Queríamos que ellas conocieran la embarcación que construimos de un enorme tronco. Navegábamos, cada uno con su remo, sin asustarnos. Nos gustaba oír el sonido del golpe de los remos en la corriente, que nos mojara la lluvia. Alegres bailábamos, mis oídos sentían más fuerte la música: ¡Bailen al ritmo de José Barros!, que suene la cumbia, prendan las velas, que la esperma caiga en el suelo… Cuerpos moviéndose con el balanceo de la embarcación. Bebíamos, gritábamos: “Vamos, muevan los hombros y fundillos”, apretujaditas las hembras a nuestros pechos. El olor de Julita, Ana y Petra nos hacía gemir… Gozábamos los compadres, las mujeres; las horas pasaban sin importarnos el amanecer.
Ya estamos viejos. Pedro Albundia y Guillermo Cubillos murieron. Ahora veo a nuestros nietos que van en canoa al pueblo vecino, en medio de una fuerte corriente, cantando, bebiendo… Y siento miedo de que el rio se lleve sus recuerdos.
Mabel Escorcia
¿DÓNDE ESTABA ALÁ?
A Faiza, la vendió su padre cuando tenía 7 años. Era bella, al crecer muchos hombres la asediaban. Aarón la perseguía como una sombra, a ella no le gustaba, era viejo. Él se enteró del compromiso. Era tan fuerte la atracción que sentía por ella, que no concebía que otro pudiera tenerla. La esperó a la salida de su casa y le roció, de pies a cabeza, ácido del diablo.
Faiza sobrevivió; pero su rostro y su cuerpo quedaron desfigurados. Ahora llevaba una triple carga: no tenía un lugar propio, era mujer y su apariencia física era monstruosa.
La desterraron a un rincón de la casa para incomunicarla con el medio exterior. Un día de diciembre después de cumplir los 16 años, Ranjit llegó de Bangalore, capital de Karnataka, en busca de la mujer que había comprado 9 años atrás. Cuando el padre se presentó con Faiza y se la entregó. Ranjit levanta la burka, su sonrisa se cuaja. ¿Quién hizo esto?, preguntó estremeciéndola. Ella contestaba que no sabía, temblaba, no sabía qué hacer. Ranjit pidió devolución de la dote, la familia consideró esto una maldición de Alá.
Faiza empezó a trabajar en Guajarat barriendo las calles, limpiando las cloacas. Cuando la población dormía, ella salía a caminar. Cada semana las noticias informaban que el cadáver de otro hombre había sido hallado. Aarón fue encontrado vivo, quemado de pies a cabeza…
Rosemary Maciá
HUMO
Tengo cinco años y me gusta el humo. Significa que mi papá está cerca,
que su tranquilizadora presencia fuma cigarrillos Kent.
Más adelante, la asociación se torna menos agradable:
alguien quema basura y toca recoger la ropa de prisa
o deberemos volver a lavarla.
Pero fue mucho más tarde, cuando al fin entendí
por qué las casas de los pobres olían distinto,
ese olor persistente que tanto me inquietaba.
Era el humo.
Impregnando la ropa, la piel, los escasos muebles.
MEA CULPA
Cuando levanto el pie
y sigo como si nada
ignorando al niño
que duerme en el andén
Yo también soy culpable.
CLAUDETTE
Aferrada a tu silla, Claudette Colvin, con la fuerza de un pasado que pesa sobre tus hombros, te niegas a ceder tu puesto. Pobre niña negra; Rosa Parks, nueve meses después, resultará más “conveniente” para la causa.
EL POLVO Y LA REALIDAD SE CUELAN POR DEBAJO DE LA PUERTA
La brisa de principios de año forma remolinos de hojas secas y pétalos de trinitarias. Hay polvo en cada espacio. El periódico dice que volaron los techos de las casas en algún barrio marginal. –Los fenómenos naturales parecen ensañarse más con la pobreza–. Enciendo el televisor, un programa gringo muestra mujeres embarazadas en la cárcel y, qué casualidad, todas son negras. La brisa arrecia. Siento frío. La sábana con la que oculto mi rostro, empieza a resultarme insuficiente.
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