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miércoles, 14 de enero de 2015

¿ALGUIEN QUERÍA A RAÚL GÓMEZ JATTIN? 

EL PESCADOR QUE ALCANZÓ A ESCUCHAR SUS ÚLTIMOS VERSOS 

  Por Juan V Gutiérrez Magallanes
Aquel día fue como cualquier otro, con la desesperación de llegar pronto al Centro, sin que la desesperación, no obstante, me impidiera ser consciente que estaba atravesando el sector de mayores recuerdos de mi niñez, iba por Chambacú, sentado, pegado el rostro a una ventanilla del lado izquierdo del bus de Ternera. 
Miraba a la  izquierda, recordando que por aquella ala de la  antigua «Isla» se  encontraba el sector de «Tokio» o para algunos «El Barrio de la Esponja». 
Me distraje con los recuerdos y volví a escuchar los pregones del lechero con el cántaro en el hombro y unas niñas gritando «bollos de mazorca», y un poco más allá los  conteos que «Pabla Chivito» hacía de sus chivos. Salí del arrobamiento por el impacto del bus sobre el hombre que iba sin camisa, pintado por pinceles de tierra su rostro de demente olvidado, llevaba pantalón «salta charcos», sujeto a la cintura por un «nudo de perro», el que se hacen los costeños con la puntas de la pretina. 
Luego de algunos segundos me  cercioré que era él: Raúl Gómez Jattin, el poeta loco a quien apenas divisaban por alguna calle del Centro, esquivaban por lo que se decía del vate: que era agresivo en su estado demencial. 
Pero la muerte es como el fuego candente, purifica los cuerpos y sublima los espíritus. Hoy sus versos acometen la ferviente defensa de su obra:  
«Si es mi vida una reunión de ellos 
Que pasan por su centro y se llevan mi dolor 
Será porque los amo 
Porque está repartido en ellos mi corazón 
Así vive en ellos Raúl Gómez 
Llorando riendo y en veces sonriendo» 
Me atrevería a pensar que en esa mañana de la colisión en los terrenos de Chambacú, él iba declamando:  
«Es Raúl Gómez Jattin todos sus amigos».
En este fragmento quedaba extrañado y volvía a continuar para dar una explicación a ese temor que de él tenían sus amigos: 
«Y es Raúl Gómez ninguno cuando pasa 
 Cuando pasa todos son todos 
 Nadie soy yo Nadie soy yo» 
Volvía Raúl a pensar que lo apreciaban, en una sociedad de grandes eufemismos para expresar el desprecio.
«Por qué querrá esa gente mi persona
 Si Raúl no es nadie pienso yo….» 
Al poeta lo vi una sola vez en sus cabales, reposado, disertando en el Paraninfo de la Universidad de Cartagena, con la voz que respetaba los silencios y decía muchas verdades, allí estaba él. 
Después no lo volví a ver sino con la predisposición de quienes «sacaban el cuerpo» y desviaban el rumbo ante la posibilidad de tropezarse con él. Eparquio Vega no le temía, se acercaba y conversaba tan tranquilo, quizás porque Eparquio es hombre de teatro y conoce la similitud que existe entre la  Máscara y la Persona, porque en el teatro como en la vida el hombre puede llevar máscaras representando personajes. 
Gómez Jattin conocía el teatro y sabía utilizar las máscaras. 
Él  murió en tierras de promisión, en dónde el dolor de su muerte no pudo ser cantado por el «Lumbalú de los Palenqueros» de la Tía Cato. 
Ya aquellos habían sido sometidos a una «Nueva Diáspora», empujados junto con los Chambaculeros a la Periferia. 
Sólo los peces del puente lloraron el deceso  del  Poeta, es por esto que culminada la jornada aquel pescador en el Caño de Juan Angola vibró al escuchar al poeta, no hay duda, pensó, fueron sus últimos versos.

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