Translate

La Donación de nuestros Lectores nos motivan a seguir hacia adelante. ¡Gracias!

sábado, 1 de junio de 2013

DE EFEMÉRIDES Y COINCIDENCIAS TAMBIÉN SE VIVE...


CRÓNICA DE LA VIDA BUENA
«DON PEDRO DE HEREDIA, NO VALE UN PLATANITO DE LAS PALENQUERAS...»
Por Juan V Gutiérrez Magallanes
Eran las doce y treinta del medio día, la esquina de la Calle del Arzobispado, esa que da la vuelta para entrar a la Calle Román—allí donde se instalan quienes miran hacia la Gobernación, esperando ver al político que guarda las esperanzas de un contrato con el Distrito o el Departamento—estaba vacía, sólo quedaba el vendedor de libros de, segunda leída, quien mostraba una colección de la Editorial Cinco. S.A. Conformada por biografías que iban desde William Shakespeare hasta «El Solitario, Simón Bolívar».
Bostecé lánguidamente, y en los ojos advertí el desasosiego por el hambre. Ahora pensaba en los panes maltrechos que venden en las tiendas de barrio. 
Nada, todo era deseo puro de calmar el hambre, aligeré los pasos. Cuando crucé la boca calle del Colegio, vislumbré a dos palenqueras sentadas con las palanganas de frutas, en la esquina de la calle, allí estaban en oración de lengua ante aquel altar del trópico. 
Una de ellas era bastante anciana, con una mirada reposada, de mejillas tocadas con un poco de polvo dulce para ocultar el sudor, sus cabellos trenzados dejaban entrever los caminos del cráneo, libre de la roca del fondo de la palangana. 
Pregunté por los platanitos manzanos, semicilíndricos y abultados en la parte central, intensamente amarillos, con las cáscaras dispuestas a reventar por la presión de la blanquecina carne en los extremos, eran de alegre recordación en su origen, de otros mundos... 
Ella, la más anciana, me respondió, dándome el valor de cuatro mil pesos por el costo de la mano de platanitos, me atreví a coger uno, pelarlo y comerlo lentamente. Lo degusté con lengua de catador fino. Luego tomé el segundo y, en ese instante, la otra señora, con ojos de poco amiga, le manifestó que por qué permitía que yo cogiera arbitrariamente los platanitos del centro, debía coger los de las puntas de la mano; la interlocutora no le respondió nada. 
Yo continué comiéndome el platanito, le dije, que yo le pagaría por los frutos, les recordé que ya se estaban volviendo exóticos por culpa de la siembra de la mentada Palma Africana, ahora este vegetal, era mal para los otros cultivos, por la impermeabilización que causaba en el terreno. 
Pagué los dos platanitos, con la complacencia de los recuerdos de la niñez. Pero como cosa paradójica, al seguir los pasos y apartarme para no mirar a la mole de don Pedro de Heredia, me di de frente con una venta de cazabe, y volví a recordar el placer del platanito acompañado por el cazabe. 
Todo aquello y, en especial el caso de las palenqueras, me hizo recordar la vida de Benkos Biohó, bautizado por el cristianismo como Domingo. En ese momento me enfrentaba con una serie de casualidades que tienen que ver con hechos que hacen parte de la historia: Benkos era de una región de Guinea- Bissau, en África Occidental y el llamado platanito es proveniente de Guinea, de allí la connotación de ser llamado guineo. 
Biohó, de estirpe guerrera, apresado por una tribu enemiga y vendido a los portugueses, más tarde aparece en las galeras de Cartagena de Indias en 1599, logra huir y funda uno de los Palenques más famosos de la Colonia, convirtiéndose en el héroe de los Cimarrones. 
Volví a recordar con mucho agrado la protesta de la Palenquera, por no solicitar permiso para tomar los platanitos. 
Pero creo, que pensé bien, por el contraste ante el bandido de don Pedro de Heredia. Que ya para mí, no vale ni un platanito de la Palenquera. Ya eran las doce y cuarenta y cinco: Heredia seguía gritando sordamente: «Pendejo, vas cabalgando sobre mi piel hedionda de la Avenida que lleva mi nombre»
LC

No hay comentarios:

Seguidores

HAY QUE LEER....LA MEJOR PÁGINA...HAY QUE LEER...

Hojas Extraviadas

El Anciano Detrás Del Cristal Por Gilberto García Mercado   Habíamos pasado por allí y, no nos habíamos dado cuenta. Era un camino con árbol...