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domingo, 28 de abril de 2013

De Lo Superficial y Lo Vano

La Avaricia:  
Fría como Las Monedas,
Insensible Como Los Billetes...

Por Orlando Periñán Lombana 


El Diccionario Ilustrado de la Lengua Española la define como un afán desordenado de poseer y adquirir riquezas para atesorarlas. La avaricia después de la envidia, es el más estéril de los pecados, pues da pocas satisfacciones en la vida personal y nada que ver en lo social.

Atesorar, amontonar y acumular riquezas, no es complaciente, ya que la avaricia es fría como las monedas e insensible como los billetes.

No hace otra cosa que producir angustia, pues las personas viven constantemente sobresaltadas con miedo de perder dinero o en el peor de los casos la vida.

El celo, al avaro le produce ansiedad, lo cual deteriora y mina su salud. 
Desde el momento en que se desata, se convierte en una pasión desenfrenada, en un afán desmedido por acumular dinero, es Dios y también amor...

Se entiende que el dinero es protección para asegurar la vida presente y futura. La avaricia en nuestra sociedad se convierte en tortura. Algunas personas de los estratos cinco y seis, siempre tratan de conservar los bienes, (lo que no es malo), pero niegan poseerlos por la codicia misma, haciendo sacrificios personales y familiares en algunos casos (lo que sí, es malo, pues los priva voluntariamente del dinero para subsanar necesidades), avanzando un primer peldaño en la cima del egoísmo, pues el individuo trata de justificar su estatus de persona no adinerada.

En cambio, en los estratos tres y cuatro ocurre lo contrario, se despilfarra al máximo los ingresos, llegando a sobregirarse en sus compromisos, para aparentar ante la sociedad que tienen «facilidad económica»—por conveniencia en el medio—para que se cumpla en ellos la frase:«El que tiene dinero es el que vale».

En los estratos uno y dos, hay una expectativa por conseguir el sustento. «Mañana será otro día y cada día trae su propio afán...» 
Este esbozo o radiografía de los estratos, lo traigo a colación para ilustrar la avaricia que, por cierto en estos momentos un ejemplo de ello se da en la fábula de Rafael Pombo:
Erase una pobre viejecita/
Sin nadita que comer/
Sino carnes, frutas, dulces, tortas, huevos, pan y pez.../

Para los avaros, el negar que se sea rico es un principio y su lógica se basa en atesorar, sin pensar que a la hora de su sepelio, el tesoro no puede acompañar el cuerpo.

La Biblia en este sentido afirma: 
«De qué le sirve al hombre ganar el mundo entero si pierde el alma».

Orlando Periñán L
O la cita mundana de Vero Dussat:
«Es preciso comparar el avaro con el cerdo. Ambos no son útiles sino después de muertos».

Por último, es frecuente oír que el dinero es un medio, no un fin; pero cuando usted invierta los términos, resultará ser esclavo de él y podrá llegar al triste final del Romero, a quien la copla popular canta: 
«...Ahí va Romero en su ataúd/
En su juventud gastó su salud/
Buscando dinero/
Y cuando anciano/
Gastó su dinero buscando salud/
...Ahí va Romero en su ataúd/»

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