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lunes, 24 de octubre de 2022

De Triunfos y Anonimatos

«LA MUJER QUE LOGRÓ DAR EL SALTO PARA DEJAR 
ATRÁS EL INFLUJO Y LA SUERTE DE CHAMBACÚ»

Por Juan Vicente Gutiérrez Magallanes

Los abuelos llegaron de uno de los pueblos de la bahía, él era un hombre de una estatura de un metro con setenta, de nombre Jaime. Ella, una mulata de un metro con sesenta, llamada Pabla, bien contorneada, de piernas redondas que se iniciaban en una angosta cintura. Él, con los pocos ahorros que traía, compró una carretilla de tres ruedas, le puso por nombre: «La Mano Poderosa», la cual utilizaría para transportar los abarrotes comprados en el Mercado de Getsemaní y conducirlos a los barrios más cercanos. Con aquel medio de transporte aseguraría el sustento de la familia.

Con ellos, trajeron a sus cinco hijos, dos varones y tres niñas, el mayor mostraba cierto trastorno psicológico, con el paso del tiempo al cumplir los quince años, se le desarrolló cierta demencia, por esta, presentaba momentos de intensa inquietud y salía corriendo gritando lo que se le ocurriese, al final se le dio por tomar un rollo de papel que ofrecía a los transeúntes, como boletas para la rifa de sus hermanas.

Hasta que un buen día, buscaron un lugar donde le ofrecieran tratamiento, se lo llevaron a Sibaté, «de donde no logramos obtener ninguna información». Los otros hermanos continuaron llevando una vida normal en medio de aquel Corral de Chambacú.

Ana María, la más bonita de las hermanas, cuando caminaba por las calles torcidas de Chambacú, atraía todas las miradas de los jóvenes. Se casó con un fabricante de Alpargatas, arte que a ella le permitiría llevar una vida con cierta dignidad, tuvieron cuatro hijos, tres varones y una niña, esta estudió la secundaria y por fin pudo saltar el Corral de Chambacú, uno de los varones se hizo predicador de una secta mormona, los restantes, entraron a trabajar encuadernación en el comercio de la zona.

El otro varón, hermano de las tres hijas del abuelo Jaime, se hizo sastre y tuvo tres hijos, ninguno de ellos logró saltar el Corral, murieron en el anonimato. Las otras dos hermanas: Mary Cruz, tuvo tres hijos, dos varones y una niña, los dos varones, vendían periódicos y lotería sin mayor proyección, la hembra, se casó temprano con uno de los vecinos, no tuvo hijos, sucumbió en medio de la tristeza, tampoco pudo lograr dar el salto anhelado.

La última hija de don Jaime, entró en un estado de adicción por el juego de la lotería, pasaba las noches cantando los números de la suerte. Hoy, esa familia se recuerda por las anécdotas del hermano demente y las pláticas del pastor mormón.

No lograron dar el salto por completo para dejar el influjo y la suerte de Chambacú.


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