UN ARCA DE NOÉ PARA SALVAGUARDAR A LAHUMANIDAD DE SU DESTRUCCIÓN Y EXTRAVÍO
Por Gilberto García Mercado
Dejar un territorio en donde se aprendió a ser feliz es quizás la decisión más dura y dolorosa que ha de tomar una persona en la vida. Y en La Aldea Debajo de la Montaña, la pluma de Bruno Elías Maduro hace un gran despliegue de la buena narrativa para dejar enganchado desde sus inicios al lector con el desarraigo. Nos describe la dolorosa segregación de Mercedes con su padre de la tierra querida y bendita. Asistimos a una ópera prima, en donde el territorio será un Arca de Noé, la cual aguarda a la humanidad para salvaguardarla de su destrucción y extravío. En La Aldea Debajo de la Montaña hay una constante preocupación en edificar una «Aldea», lejos de las ruinas y las mezquindades del hombre, un lugar en donde el individuo pueda convivir pacíficamente y en armonía con sus coterráneos, sin que en ello prime el poder y la autoridad absoluta y desbordada que hasta nuestros días ha contribuido a la exacerbación de una sociedad hipócrita e indolente.Esta novela nos salva de la tormenta y el naufragio. Porque, muy a pesar de las eventualidades de la naturaleza, de una «aldea menor» a la cual hay que abandonar por tres amenazas inminentes: la erupción de un volcán, la presunta avalancha de los cerros vecinos o la inundación por el río que bordea el lugar, existe en esos tres reclamos de la tierra, una nueva concepción de la esperanza y la vida, una Aldea Debajo de la Montaña sobre la cual hay que edificar una generación consecuente con el ser en sí.Es una búsqueda constante del intelectual y su pluma. Y Bruno Elías Maduro lo ha conseguido magistralmente con La Aldea Debajo de la Montaña. La estirpe de Mercedes y Luis M irán construyendo los argumentos de la novela por territorios a veces benignos y otros agrestes, en busca de esa tierra prometida en donde puedan ver florecer las esperanzas y el posicionamiento de una humanidad libre de odios y de componendas que hacen del hombre, en sí, una existencia vacía.Es una utopía, pero que en la novela se palpa y acaricia. Por esas zonas de Dios, en lo itinerante del destino, nos tropezaremos con la existencia de los «comehombres», especies de caníbales que en la cosmogonía de La Aldea Debajo de la Montaña adquieren la dimensión de seres míticos, que no distan de la realidad del hombre primitivo y arcaico. «Las tigreras», misteriosas mujeres que viven una vida aislada, apartada de los otros pueblos y cuya vida en sí, es una soledad acuciante. La historia de estas mujeres bien podría constituir una novela integral y autónoma. Personajes y atmósferas singulares, que, como en el caso de Alfonso, el genio, el inventor, nos conmueve hasta las lágrimas al verlo, inmaculado, sacrificando su vida, tiempo y entereza a la fabricación de sus inventos como si en ellos se les fuera la vida.Auguramos a La Aldea Debajo de la Montaña éxitos en el mundo editorial. Es una novela construida por capítulos autónomos, es decir, cada capítulo bien se puede leer como una narración independiente sin que por ello el lector se sienta defraudado. Además de frases bien estructuradas, Maduro nos lleva de la mano como si fuera ese maestro de nuestra juventud, libre de las angustias y las arritmias del mundo de hoy, por los intricados caminos que a veces tendremos que atravesar en La Aldea Debajo de la Montaña.No obstante, el autor de esta novela consigue fijarnos en la retina las imágenes y atmósferas de un mundo que está ahí y no al mismo tiempo. Un territorio que espera por los hombres de buena voluntad, por una nueva generación que gravita en ese suelo virginal y pulcro, una zona por donde, intemporales e íntegros, se siguen paseando, la vieja Mercedes y su esposo Luis M. Ellos tuvieron que sepultar las entradas de esa aldea de Dios para que la Humanidad no perezca entre la ruina, la mezquindad y el odio.
Bruno Elías Maduro Rodríguez
En este link puede escuchar un fragmento de esta novela:
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