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viernes, 6 de mayo de 2022

De Mal En Peor

¡DESOLACIÓN!

Por Gilberto Garcia M



Oscuros nubarrones se ciernen sobre la ciudad. Mayo no quiere pasar desapercibido y también se ensaña sobre Cartagena con su cuota de andanadas de mosca y basura. Si los grandes escándalos en la Administración en los últimos años no la han doblegado, se corre el riesgo de que la urbe bajo las andanadas de las moscas de mayo y las basuras la sepulten para siempre. Y es que Cartagena desde que me acogió en su regazo, desde hace más de cuarenta años, no había experimentado tal grado de desidia y olvido como la que soporta en esta nefasta Administración. Los límites de la decencia, del aseo y la seguridad han sido violentados. La ciudad huele mal, como si padeciera de una enfermedad terminal cuyo tratamiento dejara de lado higiene y aseo y sucumbiera ante las brisas de mayo.

No es paja, en los suburbios los canales se hallan putrefactos. La basura con sus montañas de vasos y botellas de plástico son la imagen del día, las alcantarillas se rebosan con las primeras lluvias, en los ciudadanos se ha generado la desconfianza porque el que tú menos piensas puede ser un asaltante que te time el celular o la cartera.

La vergüenza y el desprestigio nos han venido de repente y sin contemplación alguna desde que en el Palacio de la Aduana se instaló la demagogia y la mentira disfrazada de buen gobierno bajo el liderazgo de un personaje que como un bufón de novela satírica contribuye a aumentar los ratings de los programas de radio y televisión.

Parece que gobernar a Cartagena requiriera de un guion de televisión en el que su alcalde de cuando en cuando requiriera de una nueva escena para que la sintonía no baje y las cortinas de humo contribuyan a las componendas pactadas por debajo de la mesa y al fluir del tiempo para que el mandatario como sea pueda terminar su periodo.

El que se erigió como el Salvador de esta ciudad de piedra ha contribuido a su decadencia. Se camina por los bulevares del Centro con miedo de que las construcciones coloniales se puedan venir abajo. Los adoquines de algunas plazas del Centro Histórico se hallan despedazados y fuera de sus sitios, el Parque de Bolívar poco a poco se desploma. La atmósfera grata y citadina que nos transmitía historicidad y la nostalgia por aquellos periodos de nuestra historia ahora son imágenes tristes de indigentes durmiendo y la complacencia del ciudadano que ante la indiferencia de nuestros funcionarios se ha vuelto conformista y resignado.

En el Palacio de la Aduana, por sus alrededores se perciben los olores de una Administración que se pudre con la ciudad. La urbe no tiene dolientes, es de nadie, aunque de cuando en cuando su mandatario como una comadrona de barrio salga a desmentir a sus contradictores. Se fuma un porro e irónicamente en su lenguaje diga que en Cartagena de Indias todo está bien, para la complacencia de los comediantes colombianos que no pueden dejar de interpretarlo porque el histrión cartagenero aumenta el rating de sus programas.

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