UN BUSTO PARA «LONCHA»:
LA DAMA DE LA CALLE DE LAS FLORES
«La Venus que realizó los sueños eróticos de los adolescentes de El Espinal»
Por Juan Vicente Gutiérrez Magallanes
Su nombre de pila era Lastenia Parada Berrocal, sus orígenes se hallaban entrecruzados con las mujeres de la Población Gines, en las márgenes del río Sinú.Aquellas mujeres nacían con el don de bañar a los adolescentes, con aguas de plantas especiales dándoles caracterización de hombres varoniles. Lastenía pasó por la Escuela de las Gines y adoptó por nombre «Loncha», que guardaba alguna relación como lo plantea el ingeniero Pinedón, con la «Lonchera», haciendo referencia a «lonja de carne» y no al inglés «Lunch».Muchos fueron los remoquetes que le indilgaron. «La Despuntadora de anzuelos adolescentes», fue uno de ellos. No obstante, la mujer sabía guardar la compostura de acuerdo con los principios que predominaban en la Calle de las Flores, reivindicada por el poema del Tuerto López:CALLE DE LAS FLORES
¡En esa calle oscura que pudieraser un primor entre diez mil primoresno existe ni una flor, ni una siquieray se llama «La calle de las Flores..¡»¡Bizcos solares ...Ni una triste acerade aquel jardín abierto a los amoresclandestinos del barrio, allá en la erade los muy sapientísimos oidores...¡¡Marchito el ramillete y roto el vaso,las gallinas escarban en los restosde inconfesables cosas, entre oloresque si no surgen de un vergel, acasovengan de algún zambullo y de otros tiestos.Y aún se llama la Calle de Las Flores¡Esa calle por los años de 1960 estaba habitada por la familia de Naucícrates Pérez, el Culí Mondol, los residentes del Pasaje de Inginio, el Nene Peña con su tienda de carnes saladas al aire, Ambrosio González, Máximo Gómez y «Loncha» con sus Hetairas. En la calle, habían quedado los recuerdos de «Aires Cubanos», pero ahora se sentían las voces de los actores mejicanos de las películas del Teatro Variedades en la carretera de Torices.Lastenia Parada, su nombre guardaba cierta concordancia con la actitud mantenida por la mujer: siempre «parada en la raya». Quizás por esta razón mereció el aprecio de sus vecinos y las buenas razones para que ciertas matronas recomendaran los simulados abrazos de sus orgasmos fingidos. De éstos bien pueden hablar los residentes de los «Altos del Espinal», en especial aquellos que hoy reclaman un Cenotafio para la Dama. Ellos conocían la asepsia empleada, usaba los extractos de la Sábila (Aloe Vera) combinados con el matarratón y las hojas del Diente de León. El Farmaceuta Víctor Barrios llevaba una estadística de los escasos enfermos que se presentaron, nunca trató una blenorragia, siempre fueron casos de ácaros y liendrillas que trataba con polvos de mercurio o calomel.En buen momento, los residentes de El Espinal, han insistido en realizar un monumento para la «Loncha», si lo tiene don Pedro de Heredia, ¿por qué ella no?, pues como descendiente de Las Gines contribuyó al desarrollo de los adolescentes de la calle de Las Flores, frecuentada por el Tuerto López cuando se dirigía a «Aires Cubanos».«Loncha», una mujer no superada por la que el doctor Enrique, llegó a conocer el sector de Guayaquil en Medellín. El recuerdo inolvidable de «Loncha», no ha podido ser extinguido de la memoria de aquellos adolescentes que pasaron por las aulas gloriosas del Liceo de Bolívar.Hoy, después de sesenta años se izan banderas de astas encorvadas para gritar: «¡Viva Loncha!».
Juan V Gutiérrez |
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