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martes, 26 de abril de 2022

Los Réquiem del Olvido

UNA CAJETA RELEGADA

 

Por Juan Vicente Gutiérrez Magallanes   

  

Hace pocos minutos, era una cajeta con ilustraciones que recreaba la vista y dejaba un aliciente por las cosas que el hombre puede crear. Esa cajeta guardaba en su interior pequeñas galletitas elaboradas con Quínoa y Amaranto, exclusivamente para personas impedidas de consumir trigo, debido a la presencia del Gluten. Era una cajeta con tendencia a la felicidad para las personas que podían hacerse a ella. La podíamos mirar en los estantes de las Tiendas Naturistas, las mirábamos y parecían seres con vida porque colmaban nuestra curiosidad y deseábamos tocarlas y llevarlas siempre con nosotros.

Después de haber agotado su contenido, la abandonamos y quedó expuesta al trato inmisericorde del reciclador, reduciendo su volumen «Boteriano», a un simple cartón plano y ausente de alma y figura, incapaz de derramar una lágrima de tristeza. Ahora yace en el tinaco con el olvido de lo que fue un día.

UN BOLÍGRAFO ARROJADO EN EL TINACO

Ahora yace como cualquier cilindro, tirado en el tinaco de la basura. El bolígrafo de ayer, cargado de fluida tinta, era capaz de derramar un continente de palabras con mensajes de alegría o de tristeza. Causaba regocijo en el corazón lo que él había escrito guiado por la mano de su amo.

Pocos son los que se detienen a pensar en el bien que hizo el bolígrafo, hoy tirado en el fondo del tinaco. Fue un eternizador de frases que aún causan felicidad en quienes leyeron lo escrito por él. No importaban las distancias, las oraciones escritas, no conocía fronteras, atravesaba los continentes para que leyeran sus palpitaciones las personas de diferentes razas y creencias.

 UNA CAMISA TRANSFORMADA EN TRAPO PARA LIMPIAR 

Cuando la usábamos sentíamos que el mundo estaba a nuestros pies, caminábamos invitando al género humano que lo hiciese a nuestro lado. Ese era nuestro día, llevábamos puesta la camisa más linda del orbe, prenda que nos llenaba de sano y humilde orgullo, no queríamos parecernos a ningún otro, nos bastaba con ser el que llevaba la camisa puesta. Pero las cosas no son eternas, y sí los recuerdos, porque estos trascienden de generación en generación a través de la oralidad. La camisa se fue deteriorando, perdiendo su color y diluyéndose sus hilos, el tejido que la formaba, hasta llegar a ser trapo para limpiar, sin el brillo del orgullo de la camisa que invitaba a la salida del sol, cuando el día estaba nublado.

¡Una lágrima por la noble camisa! 

Juan V Gutiérrez M

 

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