LA HONESTIDAD DE LOS SUIZOS CONTRA
LA RUINDAD DE LOS COLOMBIANOS
Por Juan Vicente Gutiérrez Magallanes
Osado siempre para rechazar al roñoso y mostrarle la positividad de no tratar con aquel que se muestra, tacaño con sus semejantes. Tenaz para brindarle al bondadoso todo el bien que se pueda y apartarlo de los miserables, de esos seres incapaces de hacer el mínimo favor y quienes están siempre dispuestos a extraerles hasta las entrañas al prójimo. Insistir en alejar al mezquino del buen ciudadano que actúa con honestidad, sin malicia de ninguna índole. Motivado para señalar con el índice al mísero y a la vez darle una lección de bondad para tratar de sembrar en su corazón la alegría de hacer el bien a quienes lo rodean. Invitar al mundo para extinguir el Club de los Peseteros que hacen de su vida una actividad del ofensivo comercio. Seres enmarcados en los círculos de los avaros, que llegan a tener el fin de sus vidas bajo la tapa de sus arcas, cuando éstas caen sobre sus nucas, en el momento en que contaban su fortuna. Al morir dejan una estela de anécdotas selladas con las marquesinas de los avarientos. De quienes nunca pudieron escuchar las buenas palabras del que sabía repartir la bondad con la alegría de un Samaritano.Avaricioso y ruin, era aquel que contaba las monedas con extremo cuidado y no permitía que nadie se le acercara, algunas veces pasaba todo el día contando billetes de cinco mil pesos, parece que tenía una razón poderosa para preferir los billetes de esa dominación. Quizás era por la efigie de José Asunción Silva, argumentaba que existía una similitud entre él y el poeta Asunción. Había creado una hipótesis, argumentando que era bastante desconfiado y amante de la soledad, la cual compartía contando pequeñas monedas atesoradas con mucho celo. Lo que no sabía el avaricioso, era que el poeta había creado un personaje ficticio, encarnando el espíritu ruin de una persona. Con el paso de los años, se tornó en un ermitaño y murió en la soledad de sus monedas. Nadie lamentó su muerte. Sólo un poco de compasión el cicatero del barrio, quien vigilaba las acciones del avaricioso que sucumbió a la ruindad, en la que sólo se mira con ojos de cicatero todo cuanto existe a su alrededor, cubriéndose de pensamientos incapaces de mirar más allá de sus narices.A las características del ruin se pueden adicionar las «marquillas» engendradas por una cultura de extremado egoísmo.Lograremos ser considerados como honestos, cuando seamos capaces de erradicar las «marquillas» mentales que nos llevan a actuar fuera de las normas éticas del buen ciudadano. Veamos algunos ejemplos:«A mí que me pongan donde haya», una frase muy corriente expresada por muchas personas, queriendo señalar que pueden actuar de manera deshonesta, si logran trabajar en un puesto donde haya manejo abundante de dinero, porque no perderá la ocasión de hacer mal uso del dinero que está a su disposición como trabajador. Él entrará a jugar en el rol de los que hacen parte del eslogan: «Me dieron Papaya», y continúa navegando en un mar de carimbas que invaden su forma de actuar.«Eso no es tuyo, es del gobierno», frase empleada por los necios, cuando se trata de impedir que no atenten ni destruyan un bien del Estado que hace parte de la comunidad. Como pueden ser los elementos de un Parque, los escaños para sentarse, por ejemplo. Estos personajes reaccionan bruscamente cuando se les llama la atención para que no usen mal, el bien que pertenece a la Comunidad.Caminan a ciegas sin ser capaces del compromiso entre él y el medio que los rodea. Parece que nada les importara, en su egoísmo extremo viven en unas burbujas de extremada insolidaridad.Entonces parece que las «marquillas» anidaran en el pensamiento de los políticos.Quedé asombrado, cuando pude observar cómo se podía comprar sin tener presente a un dependiente que estuviese recibiendo el valor de lo comprado. Llegábamos, tomábamos el producto y depositábamos el valor en una cajita que estaba sobre la mesa, quedé admirado de la honestidad de los suizos, franceses y otros europeos.
Juan V Gutiérrez M |
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