Translate

La Donación de nuestros Lectores nos motivan a seguir hacia adelante. ¡Gracias!

jueves, 20 de enero de 2022

Cartagena, Bella Tierra…

«¿ALGUIEN SABE DÓNDE ESTÁ
ESA CIUDAD NARRADA POR MI PADRE?»

Por Juan Vicente Gutiérrez Magallanes


Era desgarrador lo que observábamos en aquel joven que lloraba desconsoladamente, nos dimos cuenta que era el hijo de nuestro amigo Pedro Gutiérrez, quien hacía veinte años se había trasladado a Bogotá.

Por cuestiones de trabajo, allí en la capital, se había enamorado y contraído nupcias con una joven de Santa Cruz de Lorica.

Las relaciones con él, siempre se mantuvieron a través de un pariente suyo que frecuentaba la capital.

Pedro tuvo dos hijos, niño y niña, siempre les contaba cómo era la Cartagena que él había experimentado, lo hacía en forma de cuentos cortos, donde incluía personajes de la ciudad, ya fuera que estuvieran vivos o muertos. La narración siempre estaba contextualizada con las calles de la ciudad y los cuerpos de agua. 
En sus relatos hablaba de poetas cartageneros, entre ellos Rafael Núñez, para que conocieran al creador de la letra del Himno Nacional, así que, aprovechaba para decirles, cómo este hombre había sido cuatro veces presidente de Colombia, y en uno de sus períodos se había llevado la sede de la presidencia para el barrio de El Cabrero... (sede hoy convertida en Museo).

Cuando mencionaba al Tuerto López (Luis Carlos López), describía las calles de Cartagena, cómo este poeta a cada calle le había escrito un poema, entre los cuales estaba el dedicado específicamente a la ciudad.

A MI CIUDAD NATIVA 

«Ciudad triste, ayer reina de la mar»
                               J. M. de Heredia.
 

Noble rincón de mis abuelos: nada
como evocar, cruzando callejuelas,
los tiempos de la cruz y de la espada,
del ahumado candil y las pajuelas...

Pues ya pasó, ciudad amurallada,
tu edad de folletín... Las carabelas
se fueron para siempre de tu rada...
Ya no viene el aceite en botijuelas!

Fuiste heroica en los años coloniales,
cuando tus hijos, águilas caudales,
no eran una caterva de vencejos.

Mas hoy, plena de rancio desaliño,
bien puedes inspirar ese cariño
que uno le tiene a sus zapatos viejos...

Pedro enfatizaba en el verso en que reza que los cartagenero eran «Águilas caudales», además, hombres muy honestos. Nombraba a Jorge Artel, para hablarles del barrio de Getsemaní, y el momento heroico en la lucha por La Independencia, cómo Artel les cantaba a las calles del barrio, en especial a la Plaza del Pozo, y de igual manera como lo hacía el escritor Daniel Lemaitre.

SENSUALIDAD NEGRA 

Jorge Artel

Por la calle del Pozo
ya viene la negra,
por la calle del Pozo
a buscar agua fresca.

La negra Catana,
la negra más linda,
a quien todas las negras
y más de una blanca
le tienen envidia.
Hay que ver en sus ojos
la luz cómo brilla,
su cuerpo de junco
cuando ella camina.

Su vegetal cintura
de gaita ceceña
la lata del agua
¡cómo la quiebra!

Los ardientes bogas
dicen cuando pasa
palabras tremendas :

-Compadre, míre el pie
¡cómo arrastra la chancleta!

-¡cómo levanta el talón!
-¡los pechoos cómo le tiemblan!

-¡reparte en el movimiento
de bullerengue que lleva!

-Ay, negra, yo así me caso
corriendo, por la iglesia!

-¡Me llamo Quico Covatilla,
me tienes el corazon hecho un tiesto de cocina!

La negra Catana
sonríe con su isa
de cascabel de plata
                 que tanto le envidian.             


Pedro creó un mundo maravilloso alrededor de la ciudad, contaba cómo las grandes compañías teatrales que venían a Colombia pasaban primero por Cartagena y eran presentadas ya fuera en el Teatro Heredia o el Teatro Cartagena.

Además, cómo la ciudad era la sede de grandes eventos deportivos y, se maravillaba, ya fuera con el béisbol o con las figuras del boxeo, resaltando el Festival de Música del Caribe y, cómo en años recientes se mostraría ante el mundo a través de los Festivales de Música Clásica y el Festival de las Letras. Los hijos de don Pedro quedaban asombrados y con deseos de conocer a la Cartagena que su padre les narraba.

Por eso, cuando conocimos que quien lloraba, era el hijo de don Pedro, acudimos para preguntarle, cuál era la razón para que el pobre joven llorara de aquella forma tan desconsolada. No obstante, el joven, a medida que escrutaba en el horizonte encontraba poderosos motivos para incrementar aún más su llanto, dirigía la vista hacía la orilla de la bahía que colindaba con el Mercado de Bazurto, y su desconsuelo era aún mayor, se preguntaba por las explicaciones bondadosas de su padre, cuando le hablaba bien de los Cuerpos de Agua o bien de la limpieza de las orillas del Caño de Juan Angola.

Hubo un momento en que pudo preguntar por la ciudad añorada, y nuestra confusión para responderle por lo que hasta ayer había pasado en Cartagena, (el joven bajó la cabeza y buscó en su bolsillo una página de El Universal, en la que se daba la noticia de la captura de la presidente del Concejo Municipal por presunta traficante de drogas). Señaló la página arrugada y llorando balbuceó las palabras de don Pedro que le hablaba de la honestidad de las personas que hacían parte de los cuerpos gubernamentales.


La decepción fue mayor, esa no era la ciudad narrada por su progenitor, oteó el horizonte buscando un poco de alivio, y no lo halló, irrumpió en un llanto intermitente, al recordar lo bien que don Pedro describía su Cartagena soñada. (Envuelta ahora en escándalos y en la dejadez más grande hacia la urbe, con un Concejo Corrupto, en el que la presidente está detenida presuntamente por narcotráfico). No hubo formas de calmar el llanto desolador del hijo de Don Pedro ante la desgracia. Se lamentaba el haber conocido una realidad que transformaba la semblanza ofrecida por el bueno de su padre con respecto a Cartagena, se lamentaba por haberse atrevido venir a Cartagena, una urbe plagada de corrupción.

Un señor que pasaba en ese momento se le acercó: «Calma hijo, esa plaga es normal en nuestra querida Colombia», manifestó.
            “Cartagena Bella Tierr a. por lo que me cuentan digo….  


No hay comentarios:

Seguidores

HAY QUE LEER....LA MEJOR PÁGINA...HAY QUE LEER...

Hojas Extraviadas

El Anciano Detrás Del Cristal Por Gilberto García Mercado   Habíamos pasado por allí y, no nos habíamos dado cuenta. Era un camino con árbol...