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miércoles, 14 de julio de 2021

El Tours Turístico Comienza Por Bazurto

«UN MULADAR PARA SERES HUMANOS
PARA EXPENDER LOS ALIMENTOS»
 

Por Juan Vicente Gutiérrez Magallanes

 

Cartagena de Indias como toda ciudad indaga en lo malo y noble del ciudadano. Urbe colmada de contradicciones, paradojas y múltiples aspectos que la dejan ver como acabada de salir de una guerra, eso en cuando a lo físico, porque en cuanto a lo axiológico nos embarga un extremado pesar por la actitud de sus gobernantes.

Se hace aprovechable, tocar el tema en lo referente a la “autoestima” (según Raúl Paniagua), se nos presenta una urbe colmada de contrahechos y acciones de miserias propias de las ciudades ubicadas en los últimos peldaños de la escala animal.

Hay un escenario vergonzoso e inmundo, y es el que se nos presenta en el Mercado de Bazurto, donde se captan olores nauseabundos que no tienen nada que envidiarle a un estercolero. Ese lugar no corresponde al sitio donde se expenden productos alimenticios. Se percibe una atmósfera pesada, constantemente al transeúnte le llegan oleadas de calor, se respira el vapor de la cadaverina untándose a los productos que el cartagenero ha de consumir.

Son muchos los cuadros que va presentando la ciudad a través del recorrido que se hace por sus calles. Sucesión de imágenes lastimosas que se van observando desde los inicios del Pie de la Popa hasta llegar a la entrada del Colegio Biffi y el Socorro.

El Centro de Cartagena, colmado de casas viejas, monumentos amenazantes de muerte, compite con los cincuenta o más huecos de las pocas calles de la Noble Ciudad, exhalando por siempre los olores de las aguas servidas desbordadas.

Ahora con la Pandemia, Cartagena da muestra del final del arrasamiento producido por el “Exterminador Pablo Morillo”, la soledad acumula la dejadez y al mismo tiempo la tristeza de una urbe que paradójicamente se nos muestra ante el mundo como Patrimonio Histórico y Cultural de la Humanidad.

Una ciudad al borde de la desolación y la ruina, constantemente envuelta en las discusiones bizantinas cuando se abordan las obras que se necesitan realizar para evitar que el embate del mar borre a la ciudad, como tal, a esa dejada por los españoles al cuidado de los criollos, descendientes que no han sabido conservarla, todos sus gobernantes concentrados en un egoísmo extremo, como se aprecia en un Concejo Municipal, caracterizado por las rebatiñas al momento de la repartición de las diferentes partidas que deben ser aplicadas para el mantenimiento de la Heroica.

La dignidad del cartagenero se halla por los suelos, con la mayoría de las escuelas destartaladas, que son un peligro para la salud de los niños e inclusive para los mismos maestros. ¿Cómo es posible que estén tratando de enviar a los niños a colegios sin los servicios sanitarios y sin los bebederos de agua correspondientes? ¿Será que habrá de volver a aquella concepción de antaño de utilizar el arroyo para tomar el líquido? ¿De utilizar el Monte para la realización de las necesidades fisiológicas?

Cartagena de Indias, una ciudad que tiende a convertirse en un Atolón, para llorar en el mar.
Juan V Gutiérrez M





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