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sábado, 29 de agosto de 2020

La Vida No Es Una Línea Recta


Hay Siempre Una Canción en la Alegría y la Tristeza


Por Juan Vicente Gutiérrez Magallanes

La vida no es una línea recta, sino una trayectoria con cimas y valles en la búsqueda de un estado de frescura y sana tolerancia para continuar por los senderos del universo, que van marcando los días que nos toca vivir. 
Por lo anterior, después de escuchar un tango de vida pesarosa como «Cambalache», hago un  acto de sano esparcimiento y escucho a Celia Cruz, en  «La Vida es un Carnaval», quien me da un consejo sobre lo bueno y noble de la vida, y cuando ya me he reconfortado, vuelvo y busco ese tango en son de bolero de nostálgico lamento, «Las Cuarenta»”, en la voz de Rolando Laserie, quien me deja mirando lo gris que tiene la vida y lo desconfiado que debemos ser para con nuestro semejante. Pero de inmediato, bajo el telón y entro a los recuerdos para encontrarme con los boleros de Agustín Lara, y en la nebulosa evoco canciones, que son poemas románticos con un toque exquisito por la vida. Entonces me detengo en el remanso sonoro que nos hace reír en silencio con fruición espiritual. 
Salgo a la puerta para escuchar con mayor claridad los pregoneros que rompen la rutina de los que caminan con mayor libertad, los perros y las mariamulatas, porque estamos a la defensiva y predispuestos en esquivar la Pandemia que contagia el universo. 
Los pregoneros son anunciadores de diferentes objetos, ya sea para alimentar o permutar. Se unen y   originan la melodía de una canción que hace olvidar la presencia de la contaminación viral. 
         
Agustín Lara                     
En esa calle cercana a la playa, donde se logra escuchar la conversación de las Nereidas sobre las olas, narran las situaciones de otros lares, algunas veces se detienen para anunciar sus productos, pues venden colores transformados en limones, naranja, níspero y plátanos verdes; el que anuncia el tinto con un silbido muy sonoro deja disuelto el aroma en toda la calle Real del Cabrero, esa que fue seno de los momentos agónicos de don Rafael Núñez, atenuados por las últimas notas del himno que había creado; el vendedor de peces frescos portadores de los movimientos de las olas marinas; el vendedor de bolis orlados con sabores de frutas tropicales; el chatarrero, con misión de Aladino, quien toma las estufas escarchadas y deja la esperanza para reemplazarla por una reluciente, el cantador de las bondades del aguacate y el limón, deja esparcido el eco de la panacea contra la pandemia que amenaza; el tejedor de fibras moldea redes para el descanso; el anunciador de la sazón de otros lares, gastronomía que entra a hacer parte de la sal del mar disuelta en la Calle Real. 
Los pregoneros dejan en el eco voces que riman e inventan melodías que solo los residentes de la calle saben escuchar, y cuando no pueden hacerlo, esperan el asomo del músico de la Calle Real, para que escriba con las notas apropiadas las melodías que aquellos en su diario recorrido ofrecen a los residentes, sin que falte el trino de las mariamulatas, ni los graznidos de los alcatraces, como tampoco el ladrido profundo del perro Manolo, que sabe escuchar con paciencia a los demás cánidos de la calle. 
Rolando Laserie
En esta calle, no importa lo apartado que se esté de la periferia, a ella llegan y entonan sus melodías. Las canciones que llegan son alegres, sustituyen a la música clásica que escucha el melómano de la calle. Mas allá, un fantasma solitario trina y canta una melodía triste. 
Entonces volvemos a recordar los boleros del Poeta de América, quien jamás olvidó el aroma de esta tierra.
 Juan V G Magallanes  
 



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