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jueves, 16 de julio de 2020

Los Fecundó con su Pluma y Ahora son Grandes

Los Hijos Intelectuales de Eduardo Galeano


Por Juan V Gutiérrez Magallanes*


Los libros de Eduardo Galeano son panes que nos alimentan con la bondad del maná enviado por las divinidades. Desde «Las Venas Abiertas de América Latina», «Las Caras y las Máscaras», hasta su última obra «Los hijos de Los Días», en ésta podemos encontrar las paradojas de la Historia, hechos que se van dando en el transcurso de los días en un año de trescientos sesenta y seis episodios, deslumbran las acciones de los humanos, cuando van actuando con contradicciones que los ubican en escalas inferiores del zoo humano, desde los dictadores más retrógrados hasta los fanáticos intelectuales postrados por una religión oscurantista o por conceptos racistas, tal como se muestra un 24 de enero de 1919, en el que Winston Churchill, presidiendo El British Air Council, había ofrecido una de sus frecuentes lecciones del arte de la guerra. 
«No consigo entender tantos remilgos sobre el uso del gas. Yo estoy muy a favor del uso del gas venenoso contra las tribus incivilizadas. Eso tendría un buen efecto moral y difundiría un perdurable terror», dijo. 

Ya en 1937, ante la Palestine Royal Commission, había ofrecido una de sus frecuentes lecciones de historia de la humanidad: 

«Yo no admito que se haya hecho nada malo a los pieles rojas de América ni a los negros de Australia, cuando una raza más fuerte, una raza de mayor calidad, llegó y ocupó su lugar». 

En cada página Galeano va descubriendo hechos que llenan de asombro y muestran cómo el hombre olvida la historia y profundiza en errores de lesa humanidad, en el año 33 de la Era Cristiana lo podemos apreciar: «Un día como hoy del año 33, día más, día menos, Jesús de Nazaret murió en la cruz. Sus jueces lo condenaron por incitación a la idolatría, blasfemias y superstición abominable».
Unos siglos después, los indios de las Américas y los herejes de Europa fueron condenados por esos mismos crímenes, exactamente los mismos, y en nombre de Jesús de Nazaret se les aplicó castigo de azote, horca o fuego. 

Encontramos en las hojas de Galeano las acciones de los déspotas que han gobernado como burdos capataces a las naciones de América. 

«En 1969, en plena dictadura militar, el comandante de la sexta región denunció por subversivos los poemas del poeta Gregorio de Matos, escritos en el año 1633. Allá en la ciudad de San Salvador de Bahía (Brasil), los sacó de la biblioteca y los arrojó a la hoguera». 

En 1984, la dictadura de Paraguay prohibió una obra que iba a estrenar el teatro Arlequín, por tratarse de, «un panfleto contra el orden, la disciplina, el soldado y la ley». 

Hacía veinticinco siglos que la obra, «Los Troyanos» había sido escrita por Eurípides. 

Me atrevo a afirmar que los libros escritos por Eduardo Galeano son un desafío a la Historia Oficial, se van descubriendo verdades refundidas y parece que olvidadas a propósito. 

Nos muestra cómo nos podemos dormir en el seno de la fama para crear verdades que poco fundamento tienen, de allí que Galeano afirma: «La Historia de la Literatura es una paradoja incesante. (pág. 137. Los Hijos de los Días). 

Platón nunca escribió su famosa frase: «Solo los muertos han visto cómo termina la guerra». 

Don Quijote de La Mancha nunca dijo: «Ladran, Sancho, señal que cabalgamos». 

No fue dicha ni escrita por Voltaire su frase más conocida: «No estoy de acuerdo con lo que dices, pero defendería hasta la muerte tu derecho a decirlo». 

En ninguno de los libros ni panfletos, Lenin escribió: «El fin justifica los medios».  
Bertolt Brecht no fue el autor de su poema más celebrado. «Primero se llevaron a los comunistas / pero a mí no me importó / porque yo no era comunista». 
Jorge Luis Borges no fue el autor de su más difundido poema: «Si pudiera vivir nuevamente mi vida/trataría de cometer más errores»…. 

Eduardo Galeano, nació en Montevideo en 1940. Fue un hombre guerrero de la verdad, dispuesto a soportar exilios por enarbolar la bandera de la justicia ante el atropello de los déspotas, murió en 2015. 
Sus libros están llenos de lecciones escritas en gran parte por los aborígenes de América, lo podemos apreciar en «Las Caras y las Máscaras». 

«Junto a pastores y labriegos que Europa no ha matado de guerra, peste o hambre, viajan capitanes y mercaderes y pícaros y místicos y aventureros. Todos buscan el milagro. Al otro lado de la mar, mágica mar que lava sangre y transfigura destinos, se ofrece, abierta, la gran promesa de todos los tiempos. Allá se vengarán los mendigos. Allá se harán marqueses los pelagatos, santos los malandrines y fundadores los condenados a la horca. Se harán doncellas, de alta dote, las vendedoras de amor» (Pág. 5, bis) 
Eduardo Galeano, un esclarecedor de la historia, en especial de América, fundamentado en su espíritu de  investigador, en el que trasciende para esclarecer oscurantismos y dar a la humanidad una visión asida de la razón y por consiguiente de la ciencia. A Galeano hay que llevarlo a las aulas para exterminar mitos y falsas creencias. 
                                                     
                                                        Gutiérrez Magallanes, Presidente AEC
















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