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sábado, 23 de febrero de 2019

En La Calle Del Pescado

"Goya Jamás Imaginó La Prohibición De Comerse Una Simple Empanada En Chambacú"

Por Juan Vicente Gutiérrez Magallanes

Vivíamos tiempos de abundancia en las aguas del Caño Juan Angola, donde al golpe de la superficie de aquellas, se aglomeraban peces de diferentes especies, para vendimia de los chambaculeros, estábamos en los años de 1950, donde todavía se sentía el eco del grito por la muerte de Gaitán. 
Allí donde hoy está el Edificio “Inteligente” (Una Mole atosigante de la memoria del chambaculero), estaba la calle del Pescado, allí vivían Martín Magallanes, Antonio Carlos Del Valle, Pedro Vallejo (El Cachaco), Francisca Ricardo, Pabla Magallanes y Gregoria Fernández. 
En el dintel de la puerta de la casa de Martín, se hallaba un pescado grande labrado en madera, pintado con los colores plateados del sábalo, por este hecho el lugar fue llamado así: Calle Del Pescado. Antonio Carlos era el único alfabeto de esta calle, además de su bohemia, leía mucha Literatura Griega especialmente Mitología, quizás por esto siempre estaba buscando explicaciones mitológicas a los hechos que se daban en este sector y, para Gregoria buscó la explicación de su nombre, argumentando que se derivaba del griego “Egrégorien”: que significa “que vela, vigilante”. 
Para él Gregoria y las que llevaban el hipocorístico de “Goya”, se hacían partícipes del dios Penates, ese que vela por la conservación de los alimentos, y Las Goyas, tanto las del barrio de Getsemaní como las de Chambacú, eran mujeres que vigilaban al pie de un fogón, en la elaboración de fritos hacían de oficiantes ante esos altares,donde se trabajaba sobre la masa de maíz, percutían sobre ésta para transformar sus golpes sinfónicos en múltiples figuras, ya sea en empanadas, carimañolas y arepas. 
En aquella Casa de la Empanada, como la llamaban sus vecinos y los residentes de San Diego, especialmente los de la Calle del Jardín, donde el Chino Paternostro las saboreaba con Kola Román, y en sus momentos de bohemia, se atrevió a cantarle los versos:
Oh,las empanadas de Gregoria
Se comen con gusto y dulzura
Untadas de sabrosa asadura
Dándonos sabor de gloria.
Goya ponía su mesa en la bajada del puente de Chambacú, donde llegaba gente de diferentes sectores a comprar los fritos que aquella señora de manos gloriosas preparaba, sobretodo las empanadas de diferentes sabores: las de picado y salpicón de tollo (revoltillo de tiburón pequeño). Las de salpicón de macabí y las de huevo y carne. 
Tenían mayor solicitud las de salpicón de tollo.  Sin que por esto, no se vendieran las de huevo y carne, se acompañaban con la asadura, fiel compañera de las arepas de dulce y de los panes fritos con picado de huevo y papa. 
En la Calle Del Pescado todos los vecinos desayunaban con las empanadas de Goya y en las tardes acompañaban el arroz de coco con empanadas de picado de tollo. Se establecía una sana competencia entre el arroz amarillo por el achiote, que preparaba Pacha, cocinera del colegio La Esperanza del profesor Irisarri, y las empanadas de Goya, llevándose siempre los galardones las de la vieja Goya. 
Para los años de  1955 se realizó para un miércoles Santo de la Semana Mayor, un pequeño Festival de la Empanada, en el que participaron fritangueras de San Diego, Getsemaní y Chambacú. El jurado estaba conformado por varios cocineros que trabajaban en el ANDIAN, estos señores, luego de catar los diferentes sabores, sacaron como conclusión, premiar por igual a todas las participantes, entre ellas estaba la señora Amada González, famosa en todo San Diego por la elaboración de sus pasteles. 
Antonio Carlos Del Valle, solía declamarle a su vecina Goya el poema de Daniel Lemaitre Tono:
Cosa vieja, cosa buena
Con que no podrá “lo nuevo”
Es la empanada con huevo
Oriunda de Cartagena.
Si alguna dicha terrena
Entre los mortales anda
Es esa cosa admirada
De masa y de huevo frito
Nacida en el corralito
Una noche de parranda.

No hay adjetivo sonoro
Que apologice fielmente
Una empanada caliente
Con su encajito de oro.
Y si bien yo rememoro,
Su fama llegó hasta Europa
Pues con el “Campano” topa
Quien abra ese diccionario
Que tal frito extraordinario
Es de tierras de la Popa.                                            
Y siendo una maravilla
Autóctona y singular
Se le deben dispensar
Honores de historietilla
Pues Bogotá, Barranquilla,
El Norte, el Sur y el Oriente
Vienen aquí expresamente
Para saber a qué sabe,
Con la mano y con cazabe,
Una empanada caliente. 
En cuanto al “Campano”, advierto,
No recuerdo la edición,
Fue en el colegio Patrón
Donde lo vi y es muy cierto.
Brillat-Savarin ya muerto
Si volviera de la nada
Diría ante una empanada
Si oyera la Eterna voz:
-Espérate papa Dios
¡Que tengo una empezada!
Goya al escuchar el poema del poeta Daniel Lemaitre, se le aguaron los ojos y después rió a carcajadas por la bondad de sus manos y por los recuerdos de las satisfacciones recibidas. 
Goya acostumbraba ver a la gente caminar hacia el Centro de la ciudad triturando una empanada con el goce de un Once de Noviembre o de una Nochebuena en diciembre. Ella jamás llegó a imaginar la prohibición de la degustación de una empanada en una esquina de la ciudad.
Juan Vicente Gutiérrez Magallanes, Escritor




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