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lunes, 19 de febrero de 2018

Olvido, Ruina y Miseria


«Solo Se Llevan La Risa De Las Mujeres Tristes»

Por Juan V Gutiérrez Magallanes

Por los senderos estrechos labrados en piedras, caminan los visitantes de piel lustrada por el sol, reflejan las imágenes de los vendedores de sombreros y figuras talladas en las cáscaras del coco y en la concha de los crustáceos cantadores de melodías protegidas por los mangles hermanos del plástico que anida en sus raíces.  
Los allegados caminan con grandes trancos que trazan los círculos dejados por la impronta del conquistador español.  
Los inmigrantes se frotan sobre el hollín de los cañones vírgenes, los mosquitos no permitieron la acción de su estruendo en la defensa ante Vernon, el invasor. Ellos ignoran el llanto del Caño Juan Angola y las voces balbuceantes de los niños que juegan en sus orillas con canicas de bostas nitrogenadas por la mitad de la humanidad que se plasma en la plástica de los murales caminantes de la ciudad.  
El bullicio se calma ante la luminosidad de las cúpulas de los grandes templos tapizados por el gorgoteo de las palomas, vigilados por las lechuzas que atesoran la historia de los monjes calmadores de pensamientos y sueños lujuriosos. 
Todo queda guardado en las cámaras fotográficas de los turistas, maravillados por el contraste de voces y gestualidades que danzan sobre los tapices de una percusión que quedó impresa en la dermis de manos que le sustraen el trueno a dioses ancestrales. 
Esos danzantes, orantes sobre la desgracia del Caño, que ayer anidaba crustáceos y peces que se regalaban por las risas de los niños y los cantos de un arrullo en la voz de Estefanía Caicedo.  
La ciudad dejada por los españoles, la bridamos, se ofrece con el olvido de los que están en la periferia, ellos, en la paradoja viviente, hacen la fiesta, adoban las comidas, humedecen el pavimento para amainar el fuego que ha dejado el sol y poder apreciar el frescor de las hojas de los helechos. 
Los que han llegado en grandes barcos, no han escuchado los gritos de los habitantes de moles que pueden desplomarse, de las edificaciones que atentan contra el Patrimonio, de las poblaciones surcadas en la miseria, cercanas a emporios de riquezas. Todas están en la Periferia, obnubiladas por una danza que las envuelve en el sueño de la noria. 
Los que entran a la ciudad participan del baile del olvido, sólo se llevan la risa de mujeres tristes.  
Juan V Gutiérrez Magallanes

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