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lunes, 18 de septiembre de 2017

Ñame A La Tiña, Puño Y Patá

«AHORA, AUN CUANDO EN CHAMBACÚ, NO HAY HAMBRE, ÉSTA SE HA DISPERSADO POR TODA CARTAGENA»

Por Juan Vicente Gutiérrez Magallanes 

Allí estaban, después de pasados cuarenta y siete años, las filas que buscaban adquirir el tubérculo que calmaría las voces de la conciencia, por la solidaridad de los que creen en la esperanza y labran la tierra, así como los anteriores pobladores de Chambacú hacían una oración por la concentración de cardúmenes de peces que anidaban en las aguas de la laguna del Cabrero–Chambacú.

Veía caras alegres por la adquisición del Pan de los Montes de María, algunas veces se dejaban escuchar voces destempladas, que me trasportaban al mundo del Pescador Solidario, que repartía las sardinas entre los niños del barrio. Algunas madres se desesperaban y lanzaban un grito de ayuda para que la esperanza se convirtiera en realidad.

Pero eran otras voces, que no se imaginaban lo vivido en otros tiempos, en aquellos lares, donde era muy común, hacer filas, para alcanzar algo que desprendía risas de alegría, como era el juguete de diciembre o la estampita que repartían los Sacerdotes y Seminaristas, encargados de la catequesis de las tardes de los martes.

Era el Ñame, que estaban vendiendo a precio de pobres, lo que se podía considerar como el acto de bondad del Señor de la Atarraya.

La oferta comercial de los ñames, encerraba una doble acción de bondad: hacerles bien a los campesinos por la venta de la cosecha y otra era brindar un producto de primera necesidad a un precio bajo.

Mientras que, la venta azarosa del Sancocho-Lotería de Silvestre Ochoa «El Ñaña», donde todos se anotaban para jugar con la suerte y lograr ganar con poco dinero los ingredientes de un buen sancocho. Todo era alegría, porque jugaban con una esperanza, que se mostraba muy cercana y se hacía viva.
Después de dos horas, se volvía a guardar la esperanza y sólo la alegría se mostraba en los rostros de una familia por la ganancia del Sancocho.

También recordaba, cómo en otros tiempos, los vendedores se agitaban sobre La Loma de Vidrio y lanzaban sus voces para promocionar Mangos y Patillas.
 
El Ñame lo mostraban con un catálogo de propiedades que iban desde aliviar la Andropausia y menopausia hasta colmar de genes que modificaban el pensamiento para actuar con nobleza y honestidad.

El Ñame, se vendió sin la intervención del Tendero que lo llamábamos La Leche del Tigre. Ahora, aun, cuando en Chambacú, no hay hambre, ésta se ha dispersado por toda Cartagena.
Juan V Gutiérrez Magallanes 
 

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