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jueves, 21 de julio de 2016

EL HOMBRE MAS SOLO DEL MUNDO


EDDANÓ:  

“Yo tengo el código para salvar el mundo”

Por Juan V Gutiérrez Magallanes

Eddanó Pájaro León, un hombre de caminar ligero y de poco pensamiento para las cosas novedosas de su tiempo, había aprendido a leer por las lecciones que memorizaba del Catecismo del Padre Astete, orientadas por la beata, quien recogía en las misas de los domingos y los martes, cuando se celebraban los bautizos, las limosnas de los fieles.
Había nacido en un pueblo de las sabanas Cundiboyacenses, marcado por el caudillismo de un simpatizante con las doctrinas del Conservatismo, en cabeza del doctor Laureano Gómez Hurtado. 
Eddanó era hombre de una sola verdad, la cual debía estar marcada por cierto tinte de las virtudes Teologales del Catecismo: Fe, Esperanza y Caridad, que aplicaba con convicción y fundamento del gamonal conservador del pueblo. 
A través de la lectura de Cien Lecciones de Historia Sagrada, obra para la enseñanza primaria con aprobación eclesiástica, con premio  en agosto de 1889 por el Ateneo de Lima, Eddanó fue adquiriendo una formación de riguroso dogmatismo, en el que sólo era válido como verdad absoluta el Creacionismo, invalidando cualquier asomo de Evolucionismo, y así, de igual manera, esgrimía sus convicciones partidistas, en las que toda palabra salida de la oratoria de Monseñor Miguel Ángel Builes, era verdad confirmada. 
Este Monseñor Builes, obispo de Santa Rosa de Osos, Antioquia, argumentaba: “…aberrante que las mujeres lleven pantalones, monten a caballo y usen minifaldas, demoniacos los carnavales, los reinados, los boleros de Daniel Santos y el mambo de Pérez Prado, el cine es uno de los medios más eficaces para dañar el alma, la radio sirve de vaso comunicante para Satán, los bailes fomentan la fornicación y el bambuco es un invento pagano. Es pecado estar a la moda, leer El Tiempo, y sobre todo, ser liberal”. 
Eddanó gracias a su formación sectaria, enmarcó todas las manifestaciones de su vida, buscó contertulios que usaban un “cernidor” para calificar a las personas, en especial a las mujeres, cuáles debían entrar al reino de los cielos o llevadas al infierno, para pagar por la culpa de ser humanas y no ángeles de espíritu puro. 
En aquella tertulia, de la cual hacía parte Eddanó, los hombres creían llevar la verdad adherida a la pared interna de su ventrículo izquierdo, cuando la sangre irrigaba el cuerpo, la verdad entonces aparecía y paralizaba la lengua de los presentes. 
Se presentaba como un hombre de verdades eternas, que había superado el tiempo, para llegar a vivir en la era de antiguos cronistas, y  había bebido la savia de árboles plantados por los ancianos de la ciudad de Tombuctú, fundada por los tuareg en torno al año 1100 por su proximidad al río Níger como un puesto de comercio, durante la dinastía Mandinga. T]ombuctú era el punto de entrada al desierto del Sahara, la ruta transahariana de norte a sur; aquí se reunían los camelleros tuareg, quienes comerciaban con la sal que traían del Mediterráneo y la intercambiaban por oro, fruta y pescado con las tribus negras que poseían dichos bienes en abundancia. La procedencia del oro con el que comerciaban estas tribus era desconocida, y sumado al hecho que no se permitía la entrada a la ciudad a los no musulmanes, originó las más diversas leyendas sobre la ciudad. Un antiguo proverbio de Malí decía: «El oro viene del sur, la sal del norte y el dinero del país del hombre blanco; pero los cuentos maravillosos y la palabra de Dios sólo se encuentran en Tombuctú». Pero Tombuctú también fue famosa por su cultura, y se convirtió en un centro de estudios islámicos gracias a las diversas facultades de su universidad. Cuando la prohibición a los no musulmanes fue levantada, durante la época francesa, llegaron a su Universidad letrados y científicos de distintos lugares, españoles, egipcios, persas y de todo el Magreb. (Wikipedia). 
Con el hacer de Eddanó se experimentaba el sarcasmo:“Cuando Eddanó habla, se escucha el silencio de la bella Calíope,  musa de la elocuencia, la belleza y la poesía”. Este hombre que cree muchas veces sacar las verdades de su corazón, para zurcirla al bolsillo izquierdo de sus camisas  y hacer alarde  de ser el único poseedor de la verdad, son muchas  las veces que ha provocado el llanto de la musa Urania, cuando la ha mandado a revisar  sus conocimientos sobre el espacio sideral. 
Es tan atrevido en estado posesivo de la verdad, que se atreve a representar al Oráculo de Delfos y negarle a cualquier otro la mínima posibilidad  de dirimir  en sus exposiciones. La actitud de este personaje, nos somete mentalmente a involuciones en el tiempo, en el que escuchamos el lamento de Sócrates, por la argumentación que hace, negando todo  el valor  de los diálogos del filósofo, recogidos por Platón. 
En su posición tozuda, ha organizado un club, en el que cada quien tiene la verdad sobre las situaciones y fenómenos que hacen parte del Universo, no existen verdades anteriores a ellos, conciben que el mundo se formó a partir de esas verdades que fueron conformando con el quehacer de la vida diaria. 
Son hombres que están dispuestos a cuestionar las obras escritas por filósofos, historiadores y literatos que han investigado sobre hechos, constituido en verdades axiomáticas de la ciencia y la academia, caminan portando un estandarte, signado con oraciones que tratan de explicar la predominación de la verdad, consideradas dogmas de única credibilidad .  
En la ciudad de Cartagena de Indias, escogen un día del año para instalar un  encuentro, conformado por cinco de ellos, en el que se preparan para debatir  todos aquellos  hechos  que se tienen como verdades:   “Benkos Biohó, fue el primer libertador de los esclavos de la región Caribe”, “La Inquisición , existió como lugar de martirio en Cartagena de Indias”. Son muchas de las verdades que el grupo de los cincos somete al análisis, ya para negarlas o para  establecer duda, aduciendo que no tuvieron presencia  en los hechos de la historia  de una población. 
La situación se vuelve más dramática, cuando se trata del reconocimiento a un escritor de la ciudad. Aquellos señores  se encajan de una investidura  de preclaros académicos, para denostar y desvalorizar la obra que ha sido reconocida  por autoridades de la literatura universal. 
Esos cincos señores, todos los años se reúnen en tertulias que se inician con el último canto de la lechuza en la cúpula de la catedral de la ciudad de los crustáceos, mediante sorteos con nombres marcados, escogen al  merecedor del máximo Premio  de la literatura cartagenera. El escritor ganador, por experiencias pasadas no asiste al recibimiento del Premio, debido a que el primer escritor que obtuvo el galardón, se tuvo que exiliar de la ciudad (Julián Devis Echandía, autor de “La Ciudad Vencida. 1937) 
Con el paso del tiempo, la tozudez de Eddanó se acentúa, ahora creía más obstinado que poseía absolutamente la verdad, caminaba por los senderos estrechos con el arma que cargaba en el cinto, sin cuidado alguno, nunca volteaba hacia atrás, miraba los pasos que iba dando, sin llegar a mirar hacia arriba, pregonaba que era un hombre nacido con la verdad entre los vericuetos de su corazón, quizás por esta razón tenía pocos amigos. Los  espacios de  su corazón eran muy reducidos… 
Gozaba de manera infinita de las noches  con pocas estrellas, argumentaba saber el recorrido de diferentes constelaciones, cosa que parecía contradictoria, por el poco aprecio que mostraba por lo etéreo, pero en él era  fácil encontrar muchos antagonismo, uno de ellos era el de ponerse a charlar  con su perro, “Incito”, y decir que éste  poseía muchas verdades, de las que él , Eddanó,  algunas ignoraba. 
Juan Núñez, un carpintero del barrio, lector de libros puestos en el “Índice” y con sabia claridad  para conocer el pensamiento de los hombres, decía: “Eddanó es un hombre impredecible, por su mal tino en la argumentación de la verdad, se va quedando solo” . 
Le quedaban tres amigos, los había escogido a través de un catálogo del horóscopo de muchas personas, para sólo escoger tres que habían nacido en las siguientes fechas, 20 de abril, 18 de diciembre y 8 de octubre, seres que guardaban cierta similitud con los que trastornaron a la humanidad y se hace execrable  recordarlos: 
Hitler, nació un 20 de abril, del signo zodíaco, lo admiraba bajo el supuesto de  que nunca se equivocaba  e imponía su pensamiento con  la destrucción de los más débiles. 
Stalin, nació un 6 de diciembre del signo Sagitario , quizás por esto se veía impulsado a empuñar el arco hacia cualquier otro ser humano, sin importarle fraternidad alguna . 
Francisco Franco, nació el 4 de diciembre, atrapado bajo el mismo signo de Stalin, consideraba que la muerte era la pila bautismal en que debían inmolarse a los que se oponían a su verdad. 
Juan Vicente Gutiérrez Magallanes
Estos personajes, trastorno de la historia, eran los elegidos por Eddanó, como los   símbolos de  su hacer, rumiaba todas las noches hasta muy tarde, tratando de invocar los espíritus de  Hitler, Stalin y Franco, a la vez  que se  concentraba en  la lectura del Apocalipsis de la Biblia. Era tanto el esfuerzo que hacía  para escuchar las voces de aquellos seres, que llegó a un estado de enajenación, y una noche,  salió gritando por las calles, diciendo que  Él tenía el código, para salvar el mundo.  Eddanó, murió un 20 de noviembre, el mismo día en que mataron al  hombre más guapo del barrio.
 
   

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