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jueves, 20 de noviembre de 2014


UN PALO EN LA RUEDA DE LA PAZ   

DE DON TEXTULIO LEGISTA Y
EL GENERAL
SECUESTRADO POR LAS FARC  

(Parte I)

                                              Juan V Gutiérrez Magallanes                                                                  

Don Textulio Legista es un cartagenero formado en las frecuentes tertulias que a diario se presentan en la ciudad, su formación académica responde al  octavo grado de bachillerato, cuando la «Preceptiva Literaria» era determinante para vaticinar las aspiraciones  de un amante a la literatura o al «converseo en las esquinas». 
Lleva en un bolsillo de la camisa, anotaciones de los acontecimientos más inverosímiles ocurridos en Colombia. A pesar de poseer una prodigiosa memoria, algunas veces se ve precisado a usar sus apuntes con citas de textos de autores reconocidos. 
A las diez de la mañana de un martes caluroso de noviembre, lo he encontrado debajo del palito de caucho, en las inmediaciones del Banco de Bogotá. 
No ha esperado que lo salude con el protocolo de siempre. 
Ha iniciado de inmediato una explicación sobre el caso del General secuestrado por las Farc en los territorios del Chocó. Hace especial énfasis en una formación  «fanatizada» y de concentrado «misticismo clerical»: 
—Este General es un militar formado en los rigores de la milicia y con los paradigmas del buen soldado, en los que el deber por la patria, es primero que todo. 
Y para confirmar esto me cita apartes del libro de Emilio Yunis «¿Por qué Somos Así?». «…Un gran número de colombianos, están afectados por la intolerancia, el predominio dogmático de unas ideas, el dogmatismo religioso, por la imposición de una sola forma de ver el mundo y de organizar la sociedad». 
Aspectos que forman individuos de pensamiento cuadrático y de actitudes beligerantes, como la de aquel general Daniel Aldana, un espadón que impuso su Ley durante mucho tiempo en buena parte de Cundinamarca. Quien decía sin sonrojarse siquiera «respeto al sufragio, pero no me dejo ganar las elecciones»… (Los gobernantes no podían ser elegidos de otra forma que a balazos*). 
«Es por esto, que yo, Don Textulio, aseguro, que el llamado secuestro del General en el Chocó, tiene mucho de malos odios con la búsqueda de la finalización de la lucha armada, por medio humanos establecidos a  través del diálogo». 
El pensamiento violento del hombre de otros tiempos, que gime de ira por no poder seguir comandando desde su escritorio a la guerra, ha buscado enardecer el corazón del General y lo ha convidado a un fingido holocausto, donde pone de presente principios de hombre feroz dispuesto a morir en combate. 
Allí en esta estratagema está la mano del jinete de tierras ubérrimas, nada es extraño en este país «que se hizo a Tiros» (Gonzalo España) y anida seres para los que la Guerra de los Mil Días no ha terminado, y es por esto que vamos encontrando hombres que buscan a toda costa «meterle Palos a la rueda de la paz que se discute en La Habana». 
Hechos que han intentado eliminar las esperanzas de vivir en los albores de una paz y confraternidad colombiana. 
Así fue como se vendió a Panamá (1903),  con pena y sin gloria; se sigue en la noria y asesinan a Rafael Uribe Uribe (1914), se continúa en el anónimo de la mano  que  busca truncar las esperanzas de vivir en sana paz, y se da la masacre de las Bananeras (1928), «era el triunfo de la bala sobre los principios de la justicia». 
Se tejen las ideas y se busca enarbolar una bandera de protesta y señalamiento al truhán de Abadía y cae asesinado en las calles de Bogotá el estudiante Gonzalo Bravo Pérez (1929). 
Se logra sembrar un árbol de esperanza, con la finalización del Gobierno conservador y llega Olaya Herrera a la Presidencia, era un hombre del mismo redil, se agitan las ideas y acrecienta la esperanza con López Pumarejo. 
Pero todo queda en el sueño de las mariposas y el cabalgar de los caballitos de mar. 
Llega Gaitán y lidera las masas con pensamiento de clérigo romano. 
Y vuelve a jugar la muerte con las ideas liberales, es asesinado Gaitán y se desata la lucha fratricida por la predominación de «un color», estimulada por quienes parecen llevar en los genes el estigma de la guerra. 

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