ÁLVARO TRIVIÑO, EL MAESTRO
«DESCOMPONEDOR
DE ACERTIJOS Y COMPILADOR DE VOCES»
Por Juan V Guitérrez Magallanes
Hablaba con el escritor Joce Daniels, y éste me decía: «Álvaro es un Centauro, por su gran capacidad intelectual», entonces, deduje, que hacía referencia a ese ser mítico de Quirón, Centauro, que fue maestro de Aquiles, a quien enseñó las mil maneras de burlar a la muerte y aceptar la debilidad de las cosas a través de su talón.
Álvaro Triviño, un maestro que conoce la fusión mítica que porta en su estructura genética, quizás por eso, muchas veces quienes nos centrábamos en parámetros esquemáticos de una lógica rígida y cuadrática, teníamos dificultades para entenderlo.
Había que conocer la razón mítica de seres como Álvaro, quienes se han formado en la compilación de las musas, y pueden mostrarnos el hacer de Calíope para transitar en la poesía épica, o dejarse tocar por Clío y mostrarnos lo brillante de la historia, o acompañarse de Erato, y darnos lo dulce de la poesía amorosa y ligera, o señalarnos a Euterpe, para recrearnos en la música, o sumirnos en su papel de dios Momo y entrarnos en el mundo de Melpómene, y hacer de la vida un teatro donde es válida la tragedia, o embelesarnos con la lírica y la elocuencia de Polimnia, y volver a que experimentemos el mundo en que siempre se ha recreado, el de Talía, para ahogarnos en la risa por la sátira y la burla de sus acciones, o hacernos mirar la bondad del movimiento y la danza, cuando se hace eco de Terpsícore, para al final mostrarse, no como el esclavo maestro, sino como el científico semántico que posee los secretos de Urania.
Así como Ramón Gómez de la Serna, en el tránsito de la literatura, metaforiza con las cosas para hacer «Gollerías» que saturan de risa a los lectores, Álvaro vive la metáfora para realizar «Gollerías» propias del Dios de la burla y la risa.
Álvaro es un ser de tiempos primarios, fruto de la fusión de las divinidades del Sueño y la Noche, con una misión de la burla y la sátira para rescatar la condición de esclavo, experimentada por el maestro. Álvaro es también hijo del satírico Sócrates, que se atreve a mofarse de los dioses, para reírse luego de la lid que llevamos perdida, como es la toma de la cicuta.
Álvaro posee los méritos de «descomponedor de acertijos y compilador de voces», que plasma en sus textos.
Son tantas las condiciones de Álvaro, como conocedor de la lengua y la facilidad para burlarse de la vida, que me atrevo a asegurar, que éstos, fueron aspectos de admiración, en la mentalidad adusta y sanguínea del sajón, ya que se torna mítico, y en su condición de costeño, juega con la alegría, por el cetro de bufón, que esconde como conocedor de la Antropología, pero usa la fusión de dioses como Dionisos o Dionisio y Momo, para enloquecer de risa a la vida. Con Álvaro comprendemos que se puede conjugar la ciencia con la risa y aceptar que la vida es el carnaval de Celia.
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