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jueves, 27 de noviembre de 2014

RECONOCIMIENTO A JUAN V GUTIÉRREZ MAGALLANES

EN EL SOLEDAD ACOSTA DE SAMPER SE DESARROLLÓ UN «GEN ACADÉMICO» TRASMITIDO A TRAVÉS DE LOS AÑOS.
Por Juan V Gutiérrez Magallanes 
Eran los tiempos de los Ángeles Negros y las baladas que hacían experimentar la nostalgia por los boleros, ritmos que se bailaban a pasos lentos de aquellos instantes brindados por la vida. Extendíamos las palabras para hacerlas  más sonoras y guardábamos las fotos callejeras para eternizar los adioses. 
Eran los años setenta cuando llegué al colegio Soledad Acosta de Samper,  ubicado en la casa donde en tiempos coloniales, era obra pía para niñas arrepentidas que dejaron en la Calle de la Media Luna, el arrebol en los rostros de las que merodeaban e invitaban al juego de los amores prohibidos. Y como paradoja, se había convertido en un laberinto, en que se tejía una sobresaliente Academia. 
Allí, en ese  palpitar de colegio, la pedagogía de la autoestima era elemento  fundamental en la formación del educando, bajo la dirección de Doña Evita Herrera y el acompañamiento de un cuerpo de docentes comprometido en el proceso simbiótico de la enseñanza. 
Me atrevo a afirmar que ese antecedente, Liceo de Bachillerato anexo al Colegio Mayor de Bolívar-Universidad Femenina, en su estructura, desarrolló un «gen académico» trasmitido a través de los años en las diferentes fases por las que ha atravesado la Institución Educativa, no importando el contexto, porque la academia del Soledad Acosta de Samper se irradia en todo momento, no sólo a través de los estudiantes que transforman el pensamiento familiar, sino de la correcta y sabia disciplina que transmiten sus maestros. 
En el Soledad  Acosta de Samper, aprendí, que la inteligencia no tenía sexo, pero ella se convierte en un aditivo deslumbrante de belleza, cuando es mostrada por las mentes de las mujeres para asegurar una sociedad más justa y libertaria. 
Aprendí a aceptar el beso en la mejilla como símbolo de fraternidad y de respeto, también a ser flexible, después de pasar malos momentos por la intransigencia de una nota, que nada tenía que ver con la espiritualidad  y la nobleza del estudiante. Encontré compañeros que sabían endulzar y neutralizar las ácidas lecciones de cualquiera de los tantos días que tiene el año, ya fuera con la celebración de los cumpleaños de cualquiera de los hijos o cualquier otro aniversario, como los días del maestro y del estudiante. 
Cuando llegué al Soledad Acosta de Samper, venía del Liceo de Bolívar, donde las lecciones se enseñaban con mucha dureza y el estudiantado se tomaba el derecho de cambiar al maestro, cuando éste no resolvía las dudas planteadas en las clases. 
Mi cabello era negro y soportaba un pequeño afro, como asomo al promulgado reconocimiento de los Derechos Humanos, que hacía juego con las bocas anchas de los pantalones terlenka. 
Del Centro llegamos a Blas de Lezo, nos trajimos el Tótem del intelecto para protección de nuestros estudiantes, y allí con las voces y las manos de la Comunidad, aquel erial se convirtió en el vergel de la Academia y la lúdica. 
Allá llegó Aura Beatriz, una pedagoga con el pensamiento universal dela educación irradiada por los maestro de la Pedagógica de Tunja, hacía valer la integralidad de la recreación con las ciencias. 
La Institución Educativa nace en el año 1949, aún se sentían los estertores de la muerte del caudillo Jorge Eliécer Gaitán,  se palpaba la hegemonía del partido conservador  y los  inicios de la violencia, pero ésta tenía la contrapartida del nacimiento de uno de los soportes de la cultura bolivarense, como era el Liceo femenino, anexo al Colegio Mayor de Bolívar.  
Antes de llegar a Blas de Lezo, hizo todo un peregrinaje, como tratando de culturizar a esta noble Cartagena, se inició en la Calle de Santa Teresa, después caminó hacia la Calle de la Factoría, miró más cerca al mar y buscó la península de Bocagrande, después,  vive un tiempo en la Calle del Sargento Mayor y casi al final, llega al laberinto de la Calle de la Media Luna, de donde parte y se direcciona al suroccidente para brindar las luces de la Academia y la cultura que necesita esta Cartagena nuestra. 
En el Liceo Soledad Acosta de Samper, tuve la oportunidad de buscar la transversalidad de las Ciencias Naturales con respecto a las demás asignaturas o áreas del conocimiento, y comprendí que de nada valía resolver con soltura una ecuación, si ésta no se podía relacionar con la problemática de nuestro entorno o contextualizarla para hacerla más funcional. Aprendí a profundizar en el pensamiento de Sábato en sus reflexiones sobre el mundo, un hombre de ciencias que amó  la Literatura  y a la vez me recordaba a Lewis Carrol, el matemático de «Alicia en el País de las Maravillas». 
El Colegio Soledad Acosta de Samper, hizo parte de la conformación de mi familia, son tantos los recuerdos, uno de esos, son las notas de agradecimientos, donde se conjugan las manos del maestro y los estudiantes, como la que recibí en el 2001: 

Para Juan:
Hoy, quiero agradecer a usted todo el esmero y esfuerzos dedicados no sólo a mi formación intelectual sino también a moldear mi espíritu como persona de bien, útil a mí misma, a mis padres y familiares, a mi patria y a la sociedad en general. Tenga la seguridad de que sus enseñanzas perdurarán en mi memoria porque personas como usted, hacen digna la labor que desempeñan y nos muestran que si hay ríos para atravesar, debemos construir el puente que nos hará posible llegar más lejos.
Afectuosamente:
Mariluz Barros; Yeimy Gari, Adriana Díaz; Lisbeth Morales; Paulet Gómez, Angélica Miranda; Adriana Redondo, Maty Martínez Mendoza; Katerine Pérez Salgado, y Delanys Guerrero.
2001, Jornada de la Tarde.
Llevo muchos recuerdos de mis compañeros del Soledad Acosta de Samper, si son recuerdos todos están en el corazón, porque recordar significa, volver al corazón. 
Ana Valdelamar, Anachen, Aurora, Mayito, Yadira, Ana Padilla, Mery, Consuelo, Edith, Alix, Celso López, Ismael, Hernando, Lucho, Crespo, Alcides, Celita, Bertha, Judith, Graciela, Jorge Díaz, Daniel, Rafael , Crespo, América,  Aura, Horte, Mary  Flor, Jorge Díaz, Alberto y muchos otros maestros que tuvimos la oportunidad de enseñar y aprender en aquella Escuela. Agradezco  a las Directivas, y en especial al rector, licenciado Luis Ramírez Castellón, a los profesores y estudiantes en general, a toda la comunidad, este reconocimiento,que recibo hoy,  de parte de ustedes. 

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