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lunes, 10 de noviembre de 2014

25 AÑOS DE UNA IGNOMINIOSA EFEMÉRIDES

               LA CAÍDA DEL MURO DE BERLÍN                                                 Por Rafael E Yepes Blanquicett

Hace 25 años, el 9 de noviembre de 1989, el mundo entero celebró la caída del ignominioso «Muro de Berlín», cuya construcción en 1961 reforzó la división de la ciudad que ya existía desde 1949, cuando el sector capitalista fue denominado como Berlín Occidental, y el socialista como Berlín Oriental.
El muro de concreto, con un alambrado electrificado en su parte superior y patrullado permanentemente por acuciosos guardias y perros policías, fue construido por las autoridades de la República Democrática Alemana (RDA) para «salvaguardar» a sus habitantes de los ataques fascistas provenientes de la República Federal de Alemania (RFA), según ellos.

Fueron 25 años de infamia y dolor, durante los cuales muchas personas murieron intentando saltarlo o huyendo a través de túneles artesanales que, finalmente, eran descubiertos por los militares de la Alemania Socialista.

Sin embargo, más de 4500 valientes berlineses orientales lograron escapar del régimen de terror implantado por los dirigentes comunistas.

La caída de este «Muro de la Infamia», tumbado a golpes de martillo por enfurecidos habitantes de ambos lados, hastiados de dicho régimen de terror, significó también el derrumbamiento de la tenebrosa «Cortina de Hierro», conformada por la ex Unión Soviética y los países de Europa Oriental que en 1945, luego de la derrota del ejército nazi, quedaron bajo la órbita de los comunistas rusos.

Sin embargo, la caída del muro en 1989, no fue sino el resultado de una serie de acontecimientos previos que fueron erosionando las entrañas mismas del sistema socialista edificado por José Stalin cuando se subió al poder en el «País de los Soviets», luego de la muerte de Vladimir Lenin en 1924, entre los cuales se resaltan la difusión del ideario democrático liberal por parte del sindicato «Solidaridad», dirigido por Lech Walesa en Polonia, la llegada al papado romano del también polaco Karol Wijtyla, llamado Juan Pablo II, y la «Perestroika» y el «Glasnost», implementados por Mijaíl Gorbachov en 1985, el artífice del hundimiento definitivo del socialismo soviético.

Y muy a pesar del estrepitoso desplome del muro y de la ferrosa cortina, aún subsisten en el mundo algunos países de corte socialista o comunista, que se resisten a reconocer el fracaso de la revolución socialista, no porque ésta sea mala o ineficiente en sí, sino por haberse desviado de los postulados marxista-leninistas que hablan de la «revolución mundial permanente», defendidos por Trosky, y acogerse a la teoría del «socialismo en un solo país», preconizada por Stalin, cuyos seguidores, entre otros, Mao Tse Dong, en la China Popular, Ho Chi Minh, en Vietnam, Kim Il Sung, en Corea del Norte, el «Pathet Lao», en Laos, Hun Sen, en Camboya, y Fidel Castro, en Cuba, se declararon, en su momento, abiertamente «marxista-leninista-estalinistas».

Los «nuevos socialistas», los «socialistas bolivarianos» y la «nueva izquierda democrática» de América Latina y Europa, todavía siguen creyendo en la teoría estalinista del «socialismo en un solo país», exponiéndose a un fracaso tal vez mayor del que sufrieron los camaradas socialistas de la antigua Unión Soviética y su «Cortina de Hierro».

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