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sábado, 27 de septiembre de 2014

DRAMATURGIA SUDAMERICANA

«LA VÍSPERA DE LA TOMA A PANAMÁ»
Por Mª Antonia Guerra Vergara*
Este guion aunque tiene elementos históricos, no deja de ser una ficción, cuyo objetivo fue el de hacer una demostración de esgrima (dentro del Seminario de Esgrima que dictó la profesora Carmen Astudillo a los estudiantes de Arte Teatral de la Universidad de Panamá; ella me solicitó escribiera algo sobre Panamá). La profesora Carmen solicitó la representación de este guion, en el marco de la celebración de un evento universitario. M.A.G

JAMAICA, EN CASA DEL PIRATA SIR HENRY MORGAN QUE ACERCADO A UNA MAQUETA, MAPA, O SOBRE EL SUELO, MUEVE UNOS BARQUILLOS. 
SOLDADO.- Sir, os busca un emisario del Gobernador de Panamá, el señor Agustín Bracamonte. 
MORGAN.-¡Hazle pasar de inmediato! 
EMISARIO.-(Después de un saludo) El Gobernador de Panamá os manda esta carta (la entrega y mientras Morgan lee, el emisario agrega), os solicita mandarle de vuelta una de las armas con las que vos habéis tomado a Portobello. 
MORGAN.-¿Qué osas decir, gusano, cómo te atreves a hablarme así? ¡Llévenlo al calabozo y sáquenle información! (lo conduce el soldado). ¡Esperad!, cambié de idea (como respondiendo a un desafío) Toma esta pistola para que se la entregues a tu gobernador de pacotilla. Dile que la guarde un año, que pasado tal tiempo, iré personalmente a buscarla a Panamá, ja, ja, ja, ja, ja, ja; ya sabrá él con quién se metió. ¡De mi no se burla nadie! (enseguida esgrime colérico). 
UN AÑO DESPUÉS. CERCA DEL PUERTO, LA CASA FORTALEZA DEL GOBERNADOR DE PANAMÁ. 
GOBERNADOR.-(Arrogante y con desafío). Y ni corto ni perezoso, le respondí a Morgan que no se tome el trabajo de venir a Panamá porque no le irá tan bien como le fue en Portobello, e hice acompañar la respuesta con una sortija. No me canso de imaginar la cara que pondría. ¡Cómo quisiera acabar con ese pirata,  pillo, ¡ babulaque, ladrón, criminal!
                     
OBISPO.- Quiera Santa María que vuestro mensaje no lo enardezca, y mantenga alejada tan terrible peste. 
ESPOSA GOBERNADOR.- No lo quiera Nuestra Madre, la Virgen de la Asunción; (Al Arzobispo) ha debido obsesionarlo la respuesta de mi marido, con lo arrogante y soberbio que es. 
HIJA GOBERNADOR.- Padre, tengo miedo... 
ESPOSA GOBERNADOR.- Agustín, tu hija ha estado muy inquieta desde que se levantó, anoche tuvo una pesadilla. Pero, anda, contadles, hija. 
OBISPO.- Contadnos hija mía. 
HIJA GOBERNADOR.-  Fue terrible, padre. Mi madre, yo y unas damas de la ciudad nos  encontrábamos refugiadas en el convento de las  Hermanas Capuchinas ...ahhhh, sentía que me faltaba el aire; era, era espantoso.... 
GOBERNADOR.- Pero, ¿qué soñabais, hija? 
OBISPO.- Hija mía, pero si hasta parece que te has puesto pálida y estás sudando. 
HIJA GOBERNADOR.- Monseñor: oíamos un estrépito...  golpeaban las puertas exigiendo que la Madre Superiora abriera el portón, so pena de decapitar a los padres Jesuitas que tenían encadenados en la plaza, y... (solloza, la madre la abraza). Calmaos hija, que sólo ha sido un mal sueño. 
OBISPO.- (Alzando su crucifijo) ¡Ave María Purísima! ¡Vade retro Satanás
MAESTRO DE ESGRIMA.- (Entrando) Mis respetos, Monseñor, Señora, Señorita. Perdonen que venga a disturbarlos. Señor Gobernador: se está pasando la hora de la clase de esgrima, todos esperan afuera. 
OBISPO.- ¿Cómo van esos entrenamientos? 
MAESTRO DE ESGRIMA.- Más que mal, diría yo, que muy bien. Monseñor, Diego González es mi primer adelantado, maneja la espada con maestría (la Hija del Gobernador se inquieta y lo busca con la mirada). 
OBISPO.- Yo me retiro, después de tan abundante almuerzo, debo reposar para los bautizos de esta tarde, se trata de unos indios traídos del Darién. (El Maestro y la Esposa del Gobernador se miran disimuladamente, sin prestar mucha atención a las palabras del Arzobispo. Éste hace ademán de retirarse). 
ESPOSA GOBERNADOR.- Esperad Monseñor, para que veáis qué tanto ha aprendido Diego. Qué haga una demostración con el Maestro. ¿Verdad que sí, caballeros? 
MAESTRO DE ESGRIMA.- Merced que me hace Señora (hace una venia). (El Gobernador asiente con la cabeza). ¡Pasad, Diego y los otros, también harán una demostración! 
DIEGO.- Os he escuchado señores (Pasa seguido de caballeros armados y bendice el anillo del Arzobispo, saluda al Gobernador y a las damas;  dice algo al oído de la Hija del Gobernador que trata de disimular. Después del protocolo propio, esgrimen). 
HIJA GOBERNADOR.- Madre, recordad vuestra promesa... 
ESPOSA GOBERNADOR.- (Sin dejar de mirar al Maestro) ¿Qué decís, hija mía? 
HIJA DEL GOBERNADOR.- De hablar con Monseñor para que mi Padre consienta a Diego y desista de casarme con ese viejo turulato y achacoso. 
ESPOSA DEL GOBERNADOR.- ¡Callaos, que os escucha! Don Francisco Cabeza de Anaya es un señor bondadoso. Y lo más importante: Es muy rico y tu padre le debe grandes favores, amén de todo lo que nos puede servir. 
HIJA GOBERNADOR.- Por amor a Santa María, madre. Amo a Don Diego y no me casaré con nadie. (El gobernador escucha. Enseguida  a los caballeros:)

GOBERNADOR- Muy bien, veo que de tal maestro, tales discípulos; podéis seguir, nosotros nos retiramos. (A la hija:) Os advertí que tal desobediencia sería la causa de mandaros un tiempo al Convento, a ver si así recapacitáis, y más ahora, que vuestra madre se va para la hacienda a atender a su madre. 
OBISPO.- ¿Ha empeorado Misiá  Enriqueta, Doña Estebana? 
ESPOSA GOBERNADOR.- He hecho de tripas corazón Monseñor, pero me resisto a ir. 
OBISPO.- ¿Y por qué no os habéis ido, qué tarda vuestra demora, Señora?

ESPOSA GOBERNADOR.- No os puedo hablar delante de nuestra hija, Monseñor (mira celosa a su esposo), es una vergüenza... (EL Gobernador le abre los ojos disgustado. La hija se retira). 
OBISPO.- (A la joven) Ya iré con vos, hija. (A ellos) Por eso también, me habéis invitado, Doña Estebana: ¿qué os urge decir? (Al Gobernador, dándole una palmada) Guardad calma, que todo se ha de arreglar entre vosotros. 
ESPOSA GOBERNADOR.- (Respirando hondo, luego enardecida) Mi esposo tiene una amante... 
GOBERNADOR.- ¡Callad, insensata! 
OBISPO.- Dejadla que hable, Señor. 
GOBERNADOR.- ¡Pero...! 
ESPOSA GOBERNADOR.- Vive en la Calle Principal, como toda una gran dama... 
GOBERNADOR.- ¡Estebana...! 
OBISPO.- Dejadla. 
ESPOSA GOBERNADOR.- Soy el hazmerreír de esa mica cara prieta, insolente y osada; hace dos días, cuando cruzaba la Plaza para ir a la Iglesia, me retó de frente la muy atrevida... (se congelan los personajes a excepción de la Esposa del Gobernador que mima caminar. Se le cruza la amante del marido y le busca riña). 
LA AMANTE.-  (Con ironía) Mala hija sois señora, de las peores; paseáis con flores, mientras vuestra madre padece cual tísica moribunda. Pero descuidad, descuidad, podéis iros que yo me encargo de atender bien a vuestro marido. 
ESPOSA GOBERNADOR.- ¡Pero, cómo os atrevéis, cara de mica!
LA AMANTE.- ¡Él me ama a mí, no a vos, rata blanca! ¡Él me lo ha dicho! 
ESPOSA GOBERNADOR.- (Le restriega las flores en la cara) ¡Fuera de mi camino, zorra! 
LA AMANTE.- (La jala por el cabello) ¡Mi marido se burla de vos, os finge querer... 
ESPOSA GOBERNADOR.- (La abofetea) ¡Ramera, me la haz de pagar bien caro! 
LA AMANTE.- (Le contesta la bofetada) ¡No harás nada, mi Gobernador no lo permitirá! Ja, ja, ja, ja, ja (cómo histérica), ja, ja, ja, ja... 
ESPOSA GOBERNADOR.- (Retirándose) Os aseguro que me la haz de pagar (La amante sigue riéndose, mientras se aleja hasta hacer mutis. La Esposa del Gobernador regresa a su posición anterior y se queda estática, también). 
SE DESCONGELA LA ESCENA. 
OBISPO.- Vuestro pecado es muy grande, Agustín... 
GOBERNADOR.- ¡No sabéis, que esa señora está loca, Estebana! Os he dicho que no tengo tratos con ella. (Al Obispo) Monseñor, yo... (entra precipitadamente un soldado)
SOLDADO.- ¡Señor, señor, Señor Gobernador, el pirata Morgan se aproxima al puerto... (los presentes están estupefactos).

OBISPO Y GOBERNADOR.- ¡Qué decís, continuad! 
SOLDADO.- El Capitán Gutiérrez os envía esta carta. 
GOBERNADOR.- (Lee) Excelentísimo Señor Don Agustín de Bracamonte; os presento mis saludos y paso  de inmediato a avisaros, con mucha preocupación, que el corsario Sir Henry Morgan partió con todos sus barcos y soldados rumbo a Panamá. Calculo que estará llegando en uno, dos o tres días. El malandro regó la noticia de que va a cumplir con un juramento solemne: tomar a Panamá. Espero que este mensaje os llegue a tiempo y no dudo de que saldréis victorioso de tal calamidad. 
Quedaos con Dios y... (Entrega la carta al Arzobispo). 
OBISPO.- Señor Jesucristo, el demonio se pasea por esta ciudad. ¡Tenemos que tomar cartas en el asunto, esto no da espera! 
GOBERNADOR.- ¡Esto es grave, muy grave! ¡Isidro, Diego! (Entran) Isidro: sin demora, reunid a todos en la Plaza Mayor! 
MAESTRO DE ARMAS.- ¿Qué ocurre...?

DIEGO.- Sí, Don Agustín, ¿qué hay de gravedad? 
GOBERNADOR.- No hay tiempo que perder, Morgan está por llegar a Puerto. Rápido, Diego, encargaos de llevar mi familia al convento de las Hermanas Clarisas. Y regresad enseguida. (Sale de prisa el Maestro). 
DIEGO.- ¡Ahhh!, sí, sí señor ¿Estáis listas, señoras? 
ESPOSA GOBERNADOR.- ¡Manuelita nos lleváis nuestras pertenencias al Convento! 
HIJA GOBERNADOR.- ¡Apurad madre! (Salen los tres). 
ESPOSA GOBERNADOR.- Pero, señor, y... 
OBISPO.- ¡No hay tiempo que perder, allí estaréis seguras! ¡Me marcho, hay que asegurar los bienes de la Santa Madre Iglesia! (Van saliendo). 
OSCURO. REPIQUES DE CAMPANARIOS, VOCES EN OFF Y PERSONAS CORRIENDO EN TROPELÍN, CONFUSAS.
LUCES. AL DÍA SIGUIENTE FRENTE A LA PUERTA PRINCIPAL DEL CONVENTO DE LAS CLARISAS, UN GRUPO DE PIRATAS, COMANDADOS POR MORGAN, GOLPEAN LAS PUERTAS Y VOCIFERAN. 
PIRATAS.- ¡Tenemos a los curas franciscanos, abran las puertas o los decapitamos! (Se abre una de las puertas del portón principal y aparecen dos monjas). 
MONJA.1 .- ¡Ave María Purísima... 
MONJA 2.- Sin pecado concebida! 
MONJAS 1 .- ¿Alabado sea Dios, ¿en qué podemos serviros? 
MONJA 2.- ¿Quién sois, caballero? 
MORGAN.- Sir Henry Morgan. 
MONJAS 1 y 2.- ¡Ohhhhh! 
MORGAN.- Sabemos que tenéis escondida a la familia del Gobernador, ¡hacedla salir de inmediato! 
MONJAS.- Nosotras no estamos... (Morgan mirando a uno de sus piratas le hace un chasquido). 
PIRATA 1.- (Gritando a la distancia) ¡Decapiten al primer cura, es una orden del Sir! 
MONJAS 1 Y 2.- ¡Nooo, esperad! (Dan unas palmadas). ¡Ya habéis escuchado, salid vosotras, por amor a Dios! (Salen Doña Estebana, su Hija y La Amante). 
MORGAN.- ¡Vaya sorpresa, a quienes tengo en mi puño, a tales damas! (dos piratas sonríen lascivos, todos ríen). 
PIRATA 1.- ¡Qué buenos bocadillos! 
PIRATA 2.-  (Mirando a la hija del Gobernador) ¡Qué me lleve el demonio, con la más joven! (La Amante da unos pasos insinuante). 
LA AMANTE.- ¡¿Y a mí quién me lleva, caballeros?! (Los piratas ríen). 
MONJAS 1 Y 2.-  (Se santiguan) Ave María Purísima. 
HIJA GOBERNADOR.- Callaos loca insensata. 
MORGAN.- ¿Quién sois? 
LA AMANTE.- La querida de mi gobernador (los piratas ríen divertidos). 
ESPOSA GOBERNADOR.- ¡Ahh, pero cómo os atrevéis, ramera asquerosa! 
LA AMANTE.- ¡¿Y vos qué sois?, a ver, sois una rata blanca, si eso sois! (los piratas ríen a carcajadas). 
MONJAS 1 .- ¡Por Dios, señoras...! 
MONJA 2.- ¡¿No veis la gravedad del asunto?! 
LA AMANTE.- ¡Vieja fofa! (la Esposa del Gob. la abofetea y la amante ríe histérica. La Esposa del Gob. se abalanza sobre ella). 
HIJA GOBERNADOR.- ¡Madre, calmaos! 
MONJAS 1.- ¡Señoras... 
MONJA 2.- ¡Comportaos! 
MORGAN.- (Da una vuelta alrededor de la Hija del Gobernador, toma una cadeja de su cabello y se lo lleva a los labios, ante el temor de las damas y monjas. Los piratas ríen a carcajadas. La huele y suspira). No estáis nada mal, hummm... 
ESPOSA GOBERNADOR.- (Lo empuja) ¡Dejadla! (Salen del convento el Gobernador, Isidro, Diego y unos soldados). 
GOBERNADOR, ISIDRO Y DIEGO.- ¡Canalla, aquí estoy, aquí estamos! 
MORGAN.- (Al Gobernador) ¡Conque también os escondíais allí, como mujercita asustada! 
DIEGO.- ¡Me la vais a pagar! 
MAESTRO ARMAS.- ¡Bravo, don Diego, así se habla! (Continúa el enfrentamiento con pequeños textos libres, propios de la situación y de espadachines. Se observan peleando con armas a la Esposa y a la Amante del Gobernador. Entran las monjas a la pelea, esgrimiendo. Se va congelando la escena, pareja por pareja, hasta sólo quedar una: Morgan y Diego. Al quedar desarmado el Gobernador y congelado, la Hija se desmaya. Se desvanece la luz y todo queda estático).
          LC 

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