AHORA, PUEDES DIRIGIR
TUS AMORES:
Cántale al hígado y no al corazón
Juan V Gutiérrez Magallanes
Ahora poco temor siento. Puedo cambiar el noventa y nueve por ciento de mis órganos, el uno restante se lo dejo a los dioses…
Es por eso que mantengo setenta claves para llegar a una perfecta reposición de los diferentes órganos que constituyen el cuerpo de mi armadura. Uno de los más complicados continúa siendo el cerebro, por los miles de arácnidos que lo constituyen, aunque en realidad, poco lo necesito por las recomendaciones que me ha hecho el «Mentor cibernético», todo esto, fundamentado en el estilo de vida que he optado por llevar, una vida totalmente vegetariana, donde el sistema biótico debe estar regulado por el hígado.
¡Y parece mentira!, éste geométrico cuerpo de mi lado derecho de la región abdominal, lo puedo sacar de su sitio y someterlo a limpieza permanente, desprenderle la bolsa de la bilis, esa bendita vesícula que tantos muertos llama, y que ya no tiene la condición trágica de la existencia, pues ahora es un recipiente plástico biodegradable, que se puede limpiar o botar las veces que tú quieras.
¡Ah, hígado! ¡Miembro responsable de las tragedias que han agobiado el mundo!, porque, tú, hígado, tienes que ver con la empatía entre los seres que se aman, por generar una alterada composición de la bilis.
Cuando ese ovalado y sólido soma, no ha desdoblado o descompuesto las hormonas del amor, para activar o desactivar la empatía entre los que se aman, las consecuencias son de naturaleza catastróficas.
Razón tengo para afirmar con tristeza para los antiguos troyanos, que el Hepato o Hígado, fue el culpable de la tragedia. Ese órgano por exceso de acumulación de hormonas de secreción interna, activó extremadamente los deseos del príncipe Paris y cantó sus amores a la bella Helena, con biliosa intención de mover al mundo. ¡Y lo logró!
Ya sé, por qué el señor que vende los dulces en la esquina del portal, todos los días abre su corredera abdominal, saca su hígado y lo limpia minuciosamente con el palillo que usa para escarbarse los dientes.
Él no piensa caer en las redes de Helena la que vende las cocadas.
JUAN V GUTIÉRREZ MAGALLANES
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