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viernes, 27 de septiembre de 2013

LA PLAZA DE EL JOE ARROYO


                        DE LAS COSAS TRIVIALES DE LA VIDA
                                                     ¡EL JOE, VIVE!
                                                             Por Gilberto García M
El Joe Arroyo, Toda una vida por delante
El ser humano se enfrenta a unos retos que va encontrando a lo largo y ancho del camino. Retos que en la medida que el individuo los enfrenta significarán triunfos y derrotas.
Brutalidades o sabiduría, caerse o levantarse, en fin, el género humano está provisto de capacidades que soportan las derrotas, individuos que se levantan luego de una caída aparatosa o simplemente vuelven a vivir.
En mi condición de observador de «cosas» que algunos denominarán «triviales» confieso que hay vainas que me aterran y que la única forma de que no me afecten es no pararle bolas al asunto.
Creo que si lo hiciéramos los psicoanalistas tendrían en el comportamiento de seres así una muy jugosa ganancia.
La vida nos pone como ejemplo hombres que triunfan y que en esa plataforma en donde son Reyes ni siquiera imaginan que puedan ser vasallos o en algún momento de la vida morir.
Esos individuos están bien plantados sobre la tierra.
No obstante, la vejez y la muerte siguen teniendo un espacio de tristeza en el corazón. Considero que quienes alcanzan a equilibrar «las cosas triviales de la vida» son los verdaderos reyes del universo, quienes dudamos tenemos alguna probabilidad de desaparecer.
Y un ejemplo lo hallamos en el Candidato que en «Las Presidenciales» obtiene la cuarta derrota pero la quinta será la del vencedor.
Tanta retórica para referirme al Joe Arroyo, desde la perspectiva de un adolescente que en un corregimiento de Aracataca supo del gran cantante de Cartagena gracias a Radio Libertad de Barranquilla, allá por la década de los ochenta.
Algo debió entonces sentir el escritor Oscar Wilde y El Retrato de Dorian Gray para dar a luz esta obra, pues el ayer y el ahora aterran, sobre todo si en un lapso de 30 años colocan las dos caras de la moneda.
El joe Arroyo de aquellos años, con la luz de la vida derramándola por los poros, frente a la figura corpulenta y macilenta de un Joe Arroyo diabético, y que ahora descansa en paz y, cuyo mejor homenaje es la efigie que en su honor se alza en la que antes era conocida como la Plazoleta de la Matuna.
Confieso que las vicisitudes dejando huellas sobre nuestros cuerpos son una tortura en la medida que esos mismos avatares dan licencia para volver retrospectivamente sobre nuestros días, y entonces descubrir que cincuenta años casi no son nada pero son cincuenta años y a punto estás de apoyarte en el bastón.
Y si todo el tiempo me ha aterrado la vejez, más me aterroricé cuando leí El Retrato de Dorian Gray.
Desde entonces he admirado a aquellas divas como Amparo Grisales que tienen el privilegio de ser joven a los cincuenta y sardinas a los cincuenta y cinco.
Reconozco que las mujeres y caballeros con un ritmo de vida acelerado, impactan el espíritu cuando ante las dos caras de la moneda, en un lapso de veinte años, se contempla un rostro de otro como si hubieran pasado cien.
Entonces me acuerdo del Joe Arroyo y su canción «Tania», su travesía por la Orquesta de Fruko y Sus Tesos, y ya viviendo yo en Cartagena de Indias al artista confinado en el desaparecido Hospital  Sanatorio San Pablo inmerso en una caída que yo pensé que era la última.
Lo veo renacer como el ave Fénix, lo veo pasearse por los mejores escenarios del mundo, lo veo envejecer por la enfermedad pero cantándole a la vida.
Sé que el Joe Arroyo en el Paraíso es feliz mientras yo sigo envejeciendo entre mis temores.
LC

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