EL ABOGADO DEL DIABLO
Por Rafael E Yepes Blanquicett
Por Rafael E Yepes Blanquicett
En la película «El abogado del diablo» –que relata las vicisitudes por las que tuvo que pasar un joven y exitoso abogado norteamericano– Kianu Reeves, en el papel del joven profesional del Derecho, y Al Pacino, como el viejo y experimentado «zorro de la leyes», inician una extraña y azarosa relación profesional y de amistad que termina trágicamente, aunque el verdadero final quede en suspenso debido al carácter esotérico del filme.
Por un lado, está Kevin Lomax (Kianu Reeves) quien se convierte en «el abogado del diablo», el defensor a ultranza de los responsables de los delitos, los victimarios, en contra de las indefensas víctimas, hechos por los que recibe inmensas sumas de dinero a cambio de demostrar, de cualquier manera y a cualquier precio, que sus clientes son inocentes.
Por el otro, aparece John Milton (Al Pacino) el enigmático director de un bufete de abogados de Nueva York al que se vincula Lomax por un ofrecimiento de Milton, quien personifica a Satán, el diabólico ser a quien sólo le interesa conseguir adeptos para su causa, pero, sobre todo, a Kevin, su preferido.
El tercer lugar de este singular y extraño triángulo jurídico-amoroso, está ocupado por Mary Ann (Charlize Theron) la hermosa e inteligente esposa de Lomax, quien, a pesar de no estar de acuerdo con su método, se deja subyugar por el esplendor del dinero y de la interesante vida social de su exitoso y afamado marido.
En el entramado de la película, Lomax intuye que Milton su jefe, se ha enamorado de su esposa y que, de alguna manera, se la está quitando. Pero antes de darse cuenta de eso, cree que su mujer está loca cuando acusa Milton de querer seducirla y abusar de ella.
El clímax llega cuando la mujer se suicida en un reclusorio para enfermos mentales, mientras observa caras monstruosas que la rodean como queriendo llevársela. A partir de allí, la situación para Lomax cambia radicalmente, sobre todo, al enterarse de que Milton es su padre y descubrir que es la personificación misma del Mal.
En nuestro país, como en esta ficción cinematográfica, existen muchos «abogados del diablo», en especial uno que se ha vuelto muy popular por ser el defensor de «las causas perdidas» de cuanto contradictor de la Ley lo contrata, quien, como Kevin Lomax, «se la juega el todo por el todo» haciendo hasta lo imposible para que «la verdad procesal» prime sobre «la verdad real», logrando siempre salir victorioso en los estrados judiciales.
«C’est la vie, madame, c’est la vie», decía mi viejo profesor de francés.
LC
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