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miércoles, 8 de mayo de 2013

Universo pictórico

              TERE GALLO TOMA LA PALABRA PARA ADENTRARNOS
                           SIN PREMURA, EN SU MUNDO MÍTICO...  

                                                                       Por: María Antonia Guerra Vergara.
M. A. G: Teresita, remóntese usted a los inicios de su vida y cuéntenos cómo llegó a esa necesidad o a esa tarea de pintar. 
Nací en un hogar donde el arte siempre estuvo presente, mis padres escribían; les encantaba la música; en mi casa había piano, tambora, cuatro, maracas, charrasca, tiple;
M. A. G: Háblenos de su formación académica.  
Nosotros fuimos muy motivados por mi mamá, pertenecíamos al coro de la iglesia y del colegio, hacíamos representaciones en el famoso Teatro Heredia de Cartagena, con las monjas. Desde niña siempre estaba dibujando, siempre estaba tratando de pintar cosas que me llamaban la atención, que me inspiraran. La sorpresa más grande me la he llevado a esta edad cuando una de mis hijas, en su casa, tenía colgados unos cuadros que yo pinté a la edad de 12 años y, me asombra el hecho de que en esos cuadros se ve reflejada, digamos, la vibración que yo siempre tuve por lo de la selva, por lo de los animales, por lo de la naturaleza en sí; esos cuadritos muestran unos bosques encantados, donde se reúnen animales de todo tipo, de modo que siempre tuve inclinación por la pintura. 
Ya bachiller, mi mamá me pregunta qué deseo estudiar, yo le dije que quería ser pintora; ella tenía muchísimo miedo al ambiente, le parecía peligroso que de pronto me  convirtiera en una bohemia por allí, o qué se yo, y me decía que por qué no me inclinaba a entrar a la universidad a estudiar Arte y Decoración que también tenía mucho que ver; pero, yo quería ser era pintora, de modo que en esa lucha ella al fin accedió, y entro a la Escuela de Bellas Artes de Cartagena de Indias, qué digo yo, allá años 50 y tanto y, tuve el privilegio de tener como maestros a excelentes pintores que, por eso, en mi hoja de vida, yo los señalo porque: tener un Pierre Daguet en óleo, que es un símbolo, es una figura que no morirá jamás; tener un Hernando Lemaitre en acuarela, a un Pedro Ángel González en dibujo, a un Héctor Lombana en escultura; a un Donaldo Bossa Herazo en Historia del Arte, era algo maravilloso de lo cual  yo siempre he estado muy agradecida porque me ayudó en esa formación. 
Esa primera formación fue importante; pero resulta que mi mamá, —por esto que te conté anteriormente—, vivía revisándome todos los cuadernos de dibujo a ver qué era  lo que realmente me ponían a hacer allá y, bueno, al año se encontró con lo que realmente se quería encontrar, con lo que andaba buscando, y era un desnudo masculino; imagínate, mi mamá con hermanas religiosas, con mi hermana mayor religiosa también, de una familia con sacerdotes, —esto era lo más común—, encontrarse con que su hija está pintando un hombre desnudo… Se impresionó y tratando de ser lo más natural posible me dijo que si eso lo habíamos tomado de un libro, de un almanaque, o algo, y yo le dije que no, que el profesor de dibujo había llevado a un modelo a que posara y que nos habían metido a un salón a todos a pintarlo, a dibujarlo; ella no contestó más nada pero a la noche cuando mi papá llegó del trabajo no se qué hablaron y, en esa época éramos tan respetuosos de las decisiones que nuestro padres tomaban que no era uno capaz de oponerse, ni nada. 
El caso es que yo a los 15 días estaba en Bogotá estudiando Enfermería, y bueno, yo gasté bastante tiempo en Bogotá pintando porque era lo que me gustaba; tenía la necesidad y dibujaba a mis amigas, cogía el retratito de ellas y se los ampliaba; pintaba flores y cosas así; pero en realidad descubro que en la Enfermería yo tengo también unas actitudes fuertes para ese trato con el prójimo, de modo que no fue en vano que yo estudiara Enfermería, aún cuando nunca la ejercí profesionalmente.  
No era lo que yo quería, yo tenía que seguir buscando, realizarme. Tuve la suerte, después de que me casé, que a mi esposo lo mandaron a trabajar a Venezuela. Cuando llegamos allá él me dijo: «Bueno, aquí si te vas a dar gusto, busca donde puedas estudiar Artes Plásticas porque aquí si lo vas a poder hacer». 
M. A. G.: ¿Qué año corría? 
Corría el año 1967. 
M. A. G.: Después de haber cursado dos años más de Enfermería en Cartagena, casarse, luego radicarse en Venezuela y estudiar allí las Artes Plásticas, nárrenos lo más relevante de esas experiencias académicas y prácticas. 
Bueno, al llegar a Venezuela no me fue fácil, digamos, encontrar el sitio donde al final yo pude realizarme como artista plástica, porque allí hay un divorcio muy grande entre los artistas clásicos, —me refiero a los artistas que pintan la realidad, o sea, que pintan sobre fotografía o sobre la realidad de lo que ven—, y los artistas contemporáneos que son los que realizan una obra. 
Entonces, hay un divorcio, como te digo, tanto, que no me fue fácil enterarme de que existía una escuela superior de arte, auspiciada lógicamente por el Ministerio de Educación de Venezuela, llamada la Escuela Julio Árraga. 
Al principio me tocó inscribirme en talleres con profesores clásicos y en esos talleres yo realicé muchas obras de paisajes, flores, eh, qué te digo, callecitas de Maracaibo, que era la ciudad donde yo estaba. 
Finalmente, por medio de una amiga me entero de esa Escuela que antes te mencioné, de Julio Árraga, porque ella tenía un hijito estudiando allá en esos cursos para niños, entonces yo pensé en mi hijo Renzo, el menor, —que nació con una habilidad muy grande para el dibujo… tenía como 8 años—, y yo pensé en él, no en mí, que ya no tendría tiempo de estudiar formalmente la carrera; yo ya tenía cuarenta y pico de años; entonces me voy a esa Escuela, inscribo a mi hijo pero me entero de que hay la oportunidad para mí, de estudiar diariamente de 5:00 a 10:00 p.m., de modo que fue una jornada maravillosa; allí estudié cuatro años hasta graduarme como técnica en Artes Plásticas; luego hice tres años más: dos de grabado en la Universidad del Zulia, —porque el grabado me fascina, el grabado sobre metal es apasionante—, e hice un año más de escultura en la Escuela Julio Árraga. 
Sin embargo, después de haber realizado esos cursos que antes te menciono: el de escultura y el de grabado, tengo como un encuentro conmigo misma y siento que realmente yo estoy llamada a ser pintora, más que grabadista y más que escultora; a mí lo que realmente me atrae, por lo que yo vibro de verdad es por la pintura. 
M. A. G.: ¿De dónde nace el tema en el cual, hace tantos años, usted se ha ocupado? porque tengo la fortuna de haber apreciado varias de sus exposiciones. 
Bueno, yo creo que existen dos razones muy importantes, una: yo descubro viviendo en Maracaibo, que los guajiros indígenas entre Colombia y Venezuela se mantienen en Maracaibo, vendiendo sus cosas, tejiendo sus hamacas; en fin, hacen una vida permanente allí; pues me llama mucho la atención ver sus rostros. 
El rostro del indígena es muy interesante, su mirada es hierática; tú no sabes que están pensando ellos; si están contentos, si están disgustados; sus pómulos salientes, sus cabellos lacios, su piel un poco amarillenta y, silenciosos. 
Entonces, comencé así, dibujando los rostros de los indígenas Wayúu o de una de esas etnias de la Guajira que tanto me impresionaban, fue así como nacieron muchísimas obras de rostros indígenas y, luego pasé a la plástica, al color; me interesaba mucho dar contrastes fuertes de luz y de sombra. 
Luego tuve la oportunidad de hacer una investigación durante un año sobre la filosofía y la vida de ellos. 
Empiezo a pintar máscaras, velas encendidas, rituales de danzas, etc.; después empiezo a soltarme, ya no quiero yo estar atada al seguimiento, digamos, de una filosofía, sino que yo quiero crear; es decir, que yo deseo pintar una obra o realizar una obra donde el indio se pueda recrear en su entorno,  donde él sea el dueño y señor de su hábitat y, comienzo a figurarme cómo sería ese indio antes de la Conquista, porque en este cuento de la creatividad, para poder realizar una obra de esta clase y poder nutrirte de esos sueños, tú tienes que montarte una película, un cuento bien cimentado dentro de ti misma y el mío fue eso: yo quería pintar unos indios que estuvieran felices; en ningún momento quería yo ver su miseria, por la que han tenido que pasar nuestros indígenas en América, yo quería rostros sonrientes; yo deseaba que los animales estuvieran a su disposición.

Obra, "El Lado Mismo de mi Sangre"
Empecé a crear a los híbridos; dentro de la simbología que maneja mi obra tengo cuerpos de caballo con cabezas de cóndor, porque me gusta mucho el cuerpo del caballo y me encantan las aves; de manera que por qué no crear yo mi animal; por qué no ponerle, también alas a mis indias; mis indios pueden volar, eh… vivir bajo el mar.
Yo tengo obras donde hay peces que sirven de alcayata* con su boca para que una hamaca esté colgada y un indígena pueda estar en pleno; o sea, no tengo limitación absolutamente de nada.
 
Es tan lindo porque es realmente un juego, es maravilloso porque no tengo que rendirle cuentas a nadie: que por qué le puse alas a esta india, o por qué la tengo debajo del agua o por qué la olla precolombina está debajo del agua; nada, es cuestión de soltarte, completamente libre para poder crear conceptos y en ese momento se prende ese motor maravilloso. 
Yo me he preguntado muchas veces: ¿Hasta cuándo voy yo a estar pintando indios?; porque este cuento lleva más de 22 años, pero realmente no sé cuanto más pueda durar porque es un atavismo genial que se fue dando y yo no se cuánto tiempo más me llevará, yo simplemente lo disfruto plenamente. 
Ahora, te quería contar… cuando te hablé inicialmente te dije que había dos aspectos importantes; el otro aspecto es que fui descubriendo, sintiendo—a medida que el trabajo fue avanzando—,esa comunión, esa vibración, esa cosa tan perfecta que me unía a lo que se me ocurría pintar o a lo que estaba pintando; recuerdo a mi abuelo paterno: tenía unos rasgos increíblemente indígenas; de manera que yo creo que esto tiene mucho que ver con esto de los indios y no saber realmente hasta dónde y hasta cuándo yo voy a permanecer con este trabajo. 
M. A. G.: Tere, sus obras son de colores impactantes, las formas son sinuosas; en todos los cuadros está la presencia de una indígena en especial: hable sobre esto y sobre su estilo pictórico. 
Bueno, yo pienso que ningún artista se propone ser un analítico, ese es un trabajo que le corresponde a los analistas plásticos, a los críticos de arte; uno aprende o repite que, por ejemplo, en el caso mío mi pintura es primitivista o naif, que significa lo mismo en francés. 
En cuanto a la predilección del color, yo me… digamos, me catalogo, como nos enseña la historia del arte… me catalogaría como fauvista, que es un artista que tiene predilección por el color; realmente yo soy supremamente colorista; hay colores que me atraen mucho más como son los verdes y los azules, porque la mayoría de mis trabajos se basa en selvas o en profundidades de océano y allí esos colores tienen gran significación; yo prefiero el verde cuando me refiero a selva porque la selva es verde, porque el Amazonas es verde, y el color intenso es el color de América; o sea, en América tú ves unos amaneceres y unos atardeceres que no los vas a ver en Europa jamás; que parecen irreales pero que son verdad y son nuestros, y pues, yo los plasmo porque pareciera cosas de mentira, de fantasía pero nosotros sabemos que son nuestros colores, eh… qué más te diría yo… tú me hiciste una pregunta ahora rato sobre las formas, la predilección que yo tengo sobre las líneas sinuosas, sí, en mi trabajo se ve mucho formas sinuosas que son como envolventes, como formas que se convierten en serpientes; me remito a algo que escuché alguna vez y es que los psicólogos opinan que esto tiene que ver mucho con el espíritu maternal del artista o de…,  a quien tenga predilección, y yo, la verdad que sí, soy muy protectora; siento una necesidad muy grande de servir, de proteger a mis hijos, a mis nietos; de modo que no tiene nada de raro que sea eso lo que yo esté mostrando: esa predilección.

Pintura, "En la Tierra Sol"
La pintura se parece mucho a la poesía, a la música; en la pintura encuentras que hay ritmos y disonancias; hay ritmos por alternabilidad y hay ritmos por continuidad… cuando tú tienes predilección; por ejemplo: en mi obra se ven mucho las plantas que son como carnosas y terminan en piquitos y yo a veces hago una seguidilla de esas plantas; eso es un ritmo por continuidad; cuando interrumpo esa seguidilla y planto a la india en el medio o pongo un árbol o un pájaro, ya tengo, ya estoy trabajando con un ritmo de alternabilidad; entonces: la disonancia que te hablaba ahora rato, por ejemplo, cuando vengo trabajando una obra verde y azul y de repente siento que aquí le va bien un naranja, un morado o un violeta y lo coloco: eso es una disonancia, igual que en la música; de manera que cuando uno va trabajando, van saliendo cosas que tienen mucho que ver con manifestaciones artísticas; lo siento así; ahora, yo disfruto mucho mi pintura, la disfruto una barbaridad. Hasta dónde voy a llegar con estos indios, con este atavismo, no lo sé, eh, creo que a mí me sucede…, siento que estoy cerca de una gran mina, de una veta y que estoy por descubrirla; o sea, yo estoy cerca de eso porque cada vez que yo avanzo en mi trabajo pictórico encuentro más y más y más. 
Si yo tirara un balde a un pozo y siempre me estuviera saliendo, recogiendo agua clara, entonces no tengo por qué preocuparme porque eso está para mí y mientras yo lo sienta, yo debo ser bien honesta, debo ser bien auténtica, no puedo estar brincando por darle gusto a los señores de un Salón, no; averiguando, bueno, cuántos son los jurados que va a calificar; si hay tres que les gusta la abstracción, y voy a trabajar la abstracción; si hay dos que les gusta lo figurativo, yo voy a trabajar… no. 
Porque te estás engañando a ti misma, pienso que uno debe pintar y debe seguir trabajando en aquello que uno sienta, porque a la final lo que se impone es lo auténtico, lo demás pasó de moda y no más, no te deja nada eso; es lo que yo creo. 
M. A. G.: ¿Considera usted que el tema plástico precolombino y lo primitivista es lo suficientemente conocido en otros continentes? 
No, desafortunadamente, todavía no, pero eso se va a ir dando por la misma fuerza y la importancia que tiene el trabajo serio y consagrado de nuestros artistas; en América hay una potencia enorme de artistas que vienen trabajando con mucha seriedad y mucha mística; yo sé que en Europa hay mucho interés por conocer cada día más del trabajo y del talento de los artistas de América, de modo que poco a poco y ahora a través del Internet, creo que sí, que muy pronto vamos a ser reconocidos o por lo menos primero conocidos y, a ver qué pasa. 
M. A. G: Tere, ¿se vende mucho el arte plástico, por ejemplo su obra? 
Bueno, la obra de los artistas no tiene una venta como el pan caliente, cuesta trabajo; el artista no es vendedor por excelencia, casi siempre tiene que recurrir a los vendedores o marchantes de arte; tiene que despojarse de un porcentaje muy alto, tanto a nivel de galerías como a nivel de un trabajo o de un convenio que se haga con el vendedor; la situación económica influye muchísimo lógicamente; pero, el artista no se frena por eso, es tanta la necesidad de continuar pintando, de continuar entregándose a su trabajo, que hay continuamente un trabajo permanente, un oficio constante y siempre estamos a la espera de vender, porque lo ideal sería que el artista pudiera única y exclusivamente dedicarse a su obra; lamentablemente por eso tenemos que caer en la realización de otros trabajos que nos permitan ganar un sueldo para poder vivir y poder continuar pintando. Cuando ya el nivel del artista es tan alto, como el del maestro Botero, por ejemplo, —gracias a Dios—, él es uno de esos ejemplos maravillosos del artista que logró realizar lo que tanto anhelamos todos; pero, normalmente no es así, siempre tenemos que caer en la docencia o en los trabajos administrativos y seguir pintando a la vez, paralelamente, porque la venta no es fructífera, la venta es bastante difícil; por lo menos en Colombia es así. 
M. A. G.: ¿Ha vendido obras a extranjeros? 
He tenido la oportunidad de vender obras a personas muy importantes, a coleccionistas de varios países y también he tenido la dicha de estar representada en centros, en instituciones y en museos.
Pintura "Hijos Del Agua"
Teresita es una persona armoniosa, posee don de gentes, narra sus vivencias y descubrimientos; devela secretos increíbles sin perder su contacto con la realidad, especialmente con esa realidad colombo-venezolana que tanto conoce e intuye. Es una matrona sentada en el arte plástico, pero también en la palabra y en la música; compuso poemas y canciones. Tere, en un mundo bidimensional ha construido día a día un hábitat digno y paradisíaco para los indígenas; como conjurando un resarcimiento, clamando reivindicación para ellos. Y es que ella conoce del dolor del indio, de su resistencia y de su nostalgia casi ancestral. Teresita ha leído en esos rostros, hoy,  hieráticos, recurriendo al posicionamiento que le ha otorgado su herencia en parte, indígena, mestiza, y ha construido una matriz protectora donde inserta a sus aborígenes, simbolizada por la selva que provista de una vegetación que no traga, cobija con sus tallos cilíndricos y sinuosos. Es una matriz que no muere porque indefinidamente la renueva. En suma, es un ritual permanente en donde nunca apaga el fuego. Allí la selva es el templo, la coloración es la llama matizada y Tere es la sacerdotisa. LC

Cartagena de Indias, residencia de Teresita Paternina de Gallo, año 2002.
La artista nace en 1935.
E-mail: maguever@hotmail.com*Alcayata: Argolla, círculo de hierro donde se cuelgan las hamacas.
*Wayúu: Etnia indígena.
*Guajira: Departamento de Colombia.



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