Translate

La Donación de nuestros Lectores nos motivan a seguir hacia adelante. ¡Gracias!

lunes, 1 de abril de 2013

El Viajero Del Tiempo

ENTREVISTA EXCLUSIVA CON ADOLF HITLER,
POCO ANTES DE SUICIDARSE EN BERLIN, 
EN ABRIL DE 1944 

Por Alex Visor 

Estoy viendo la ceremonia... Adolf Hitler, ante la inminente derrota por parte de los rusos que ya presionan en torno a la capital alemana, se niega a trasladarse hacía las cumbres del Obersalzberg—el reducto alpino que fue legendaria fortaleza de Barbarroja—y, por el contrario, decide continuar en el bunker de la «Nueva Cancillería» o «El Palacio de la Locura o de la Muerte» como lo llaman.

El Dictador Alemán acaba de cumplir 56 años. Su salud física se deteriora, hay una luz incierta en sus ojos imposible de describir. Parece un espectro hinchado, encorvado y tembloroso, casi aniquilado. 

El bunker es un refugio de dos plantas. Se levanta quince metros por debajo del nivel de la calle. Una gruesa lámina de acero y de hormigón armado lo protege. Las habitaciones son como compartimientos ferroviarios, tiene iluminación artificial y suministro de aire, mediante una instalación accionada por nafta.

Estoy viendo la ceremonia...

Eva Braun se halla radiante, y El Führer convencido que el matrimonio es una recompensa para la mujer que le ha ha sido incondicional. 

Lo apoyó en todo, en las buenas y malas y hasta en la muerte...

Ahora yo espero en alguna parte del bunker.

Como viajero del tiempo, sé que en este refugio subterráneo se suicidará en pocas horas, el matrimonio Hitler. 

Antes de que ocurra—la máquina del tiempo es invisible para los del bunker—yo busco la forma de abordar a Adolf Hitler, conocer entonces cuál es su posición y pensamiento, sesenta años después de su muerte....

Justo cuando en el 2005, la nación alemana inaugurará un descomunal monumento, en el que cada bloque representa un total rechazo contra el Holocausto Nazi, sus atrocidades y barbaries.

Finalizada la ceremonia, en la sala de mapas, una estancia cuadrada de cinco metros de lado—es el centro del bunker—y con paredes pintadas de gris y, un banco oscuro y una mesa enorme para desplegar los mapas y una butaca, únicos mobiliarios del lugar, Adolf Hitler aprovecha un intervalo para posar las manos sobre Mein Kampf. 

Allí están escritos sus impresiones, pensamientos, vida e ideología de una mente obsesionada porque la raza Aria, con su absurdo y singular odio y rechazo por los judíos, sea la raza que prevalezca sobre todas las demás. 
«Sobre esa mezcla de bohemios, polacos, húngaros, rutenos, serbios, croatas (...) y, sobre todo, esos hongos que prosperan en todas las grietas de la humanidad. Los judíos siempre los judíos», dirá El Führer.

De ahí que se negara a servir con las armas el Estado de los Habsburgo.

Luego de que se han marchado el vice Gauleiter , Walter Wagner—quien fue el encargado de celebrar el matrimonio y ahora combate junto a la Cancillería con una formación de la «volkssturm», las milicias populares—y los testigos Goebbels y Bormann, al alba, Hitler dicta a la señora Junge, una de sus secretarias privadas, su testamento personal y político. 

Un brillo inesperado en sus ojos—que oscila entre locura y miseria—nos da la última definición del gran Dictador Nazi, en el ocaso de su existencia, de su poder, de su gloria, de su enfermedad...

—Soy un reportero del tiempo—le digo esperando que no reaccione como si yo fuera fruto de una alucinación...—Sé que a usted los dioses lo eligieron para realizar una gran misión...

—Ah, usted es un enviado—responde mientras una chispa de luz enciende sus ojos. —La gente del común, ni aún los judíos con su Dios, lo entenderían...

Me ve como el que está acostumbrado a hablar con los demonios y, mientras en Berlín los rusos hunden las espuelas en el potro de la Guerra—Hitler, quien dice que él es la Guerra—siente las espuelas en sus ancas, intuye la derrota...

Le digo que lo que habrá de ser, ya fue y que, por el hecho de que El Führer sea un escogido para llevar acabo una misión, no lo convierte en un súper hombre o en un ser inmortal. 

(Yo realizo con tanta sutileza mi trabajo que ello no me quita lo franco y lo directo).

—Adolf Hitler, usted es un personaje de la Historia—le digo y comprendo, pues más tarde cuando El Führer lo sepa, de seguro le partirá el corazón. —Pero aunque yo soy un enviado del tiempo, no puedo cambiar la Historia. Lo que habría de ser, ya fue...

—Entonces, ¿qué pasará conmigo y mis ideas, la nación germana y mi legado para la posteridad? —pregunta desesperado. 

Hitler agita los dedos de las manos. No halla cómo evitar el desespero, se refleja en él la impotencia...

El día se ha posesionado con gran esplendor sobre Berlín. 

Los rusos avanzan y El Führer está tranquilo, pues en su testamento—gracias a sus convicciones de una raza totalmente pura—ha hecho lo que debía hacer: nombrar en la Dirección del Gobierno que pronto caerá, a sus colaboradores más cercanos. 

De alguna u otra forma ellos seguirán y no darán marcha atrás en la consecución y en la construcción de una gran Alemania, como él la imaginó: Libre del influjo judío, sus gobiernos y acólitos.

Sí, estaba tranquilo. 

Hasta cuando escuchó las predicciones...

—A usted—desde la muerte que le ocurrirá, aquí, en el bunker—el Tribunal de la Historia lo juzgó y lo seguirá juzgando la Posteridad. 

Incluso, el Estado Germano inaugurará en el 2005, sesenta años después, descomunales monumentos con los cuales se disculpan por los desmanes de la Alemania Nazi. Algunos investigadores se atreven a lanzar hipótesis sobre su conducta y personalidad, pues creen que usted estaba loco...

— ¿Loco? Estúpidos, idiotas—exclama fuera de sí. —Yo sólo quiero, el bien de la Humanidad...

Entonces le muestro revistas, periódicos, videos y grabaciones de las concentraciones en el mundo contra los movimientos nazis. 

Y como caballo de batalla, los seis millones de judíos asesinados, la tortura y posterior muerte en los campos de concentración.

Las afirmaciones de mandatarios, reyes, primeros ministros:

«Ojala que ni siquiera en pensamientos, en el mundo vuelva aparecer una figura de las proporciones y condiciones de Hitler. Un hombre que mataba judíos sólo porque en su infancia uno de ellos se constituyera en amante de su madre. Una mente desequilibrada, que no se detendría en caso de que Jesús volviera por segunda vez, de crucificarlo, es más, lo mataría con veinte balazos bien alojados en el cuerpo...» 
— ¿Todo eso dicen de mí?—pregunta.
—Y mucho más, Führer—le digo preocupado pues el tipo se ha llevado las manos a la cabeza—Usted, en estos momentos podría viajar conmigo al 2013 para comprobarlo... 
La maquina del tiempo comienza su cuenta regresiva. El Führer ha desaparecido en el bunker. Como dispongo de diez o quince segundos para partir, grito: «Führer, Führer, rápido, suba». Pero por toda respuesta escucho cinco o seis disparos.

Es la historia de Hitler, un tipo que se creía el dios de la belicosidad, pero que en el 2013 en donde ahora me encuentro, cumplirá 68 años de muerto. Alex Visor. Berlín, abril de 2013. LC

No hay comentarios:

Seguidores

HAY QUE LEER....LA MEJOR PÁGINA...HAY QUE LEER...

Hojas Extraviadas

El Anciano Detrás Del Cristal Por Gilberto García Mercado   Habíamos pasado por allí y, no nos habíamos dado cuenta. Era un camino con árbol...