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miércoles, 8 de marzo de 2017

Réquiem Por Armando Orozco

        Porque el poeta no se olvida, el poeta nunca muere...      

Tríptico de La Ausencia
*

                                         A Armando Orozco Tovar
                                         Con ocasión a su muerte
                                         Y la resurrección de su luz


                                                                     Por José Ramón Mercado

                                                         
                       
Afuera la muerte rondaba su vida inerte                              Dentro
El tiempo enredaba las horas mustias
                       Precipitaba el abismo  
El suplicio de la metáfora
                             La agonía del silencio
¿Era otoño o primavera? ¿Venía de lejos?
¿Traía un perfil seguro?  ¿La luz remisa?
Solo el esparavel de la poesía
El sol agonizante de la memoria
La elongación de las palabras muertas
Los recuerdos macerados  el ánfora del poema
                Los papeles adosados ante el fuego
La ficción ilusa  la demencia del alma que fluía
El olvido que murmura  lo irremediable de la luz
Lo inconcluso  lo trivial  los afanes dementes


Todo lo arrastra el río de la muerte perpetua
                El tiempo horadado de los sueños
Los naufragios sonámbulos al sur del verano
El holocausto de los sueños en el cosmos
        Afuera pasaba la muerte sin regreso
Caballos sedientos cabalgando desbocados
El río de los siglos sobre las aguas
                                           De la muerte
Isabel dice que aún él oía el silencio
                                            De la poesía


                           II


Afuera la muerte rondaba su vida inerte
Había nudos de delirio y de silencio en el viento
Cansancio en los ojos oceánicos
                                      Que lo han visto todo
La ilusión infinita la tórrida muerte empedernida
Nada ha escapado a sus sueños perpetuos
La muerte siempre nos muda de mansión
                A un jardín de leyendas 
Donde solo existen cielos de exilios
Precipicios de silencio ostensibles


                            III


Queda una voz de aliento en el aire manso
Aunque se quiebra el silencio
Se oyen los pasos derrumbados
                         En el más crudo recuerdo
-Hasta el recuerdo se olvida-
¿Qué queda entonces de las horas mustias?
¿Una fuga atropellada de los labios?
¿Un laberinto ofuscado de sueños retraídos?
¿Las grietas de alguna ciudad del mundo?

Las consagraciones  íntimas del alma asoman
Como el resplandor de la niebla
Como luces antípodas que regresan
En medio de la poesía difusa que no muere


                
         José Ramón Mercado, el poeta
Enero 25-febrero 6 de 2017
Poema consagrado a la muerte del poeta Armando Orozco Tovar 





domingo, 5 de marzo de 2017

De Los Tiempos Sin Bolsas De agua Ni Botellas


AQUELLOS JÓVENES DE LA JUVENTUD OBRERA CATÓLICA  (JOC)

                 “A TRAVÉS DE LOS EVANGELIOS, SE HACÍA UNA PRÁCTICA DE VIDA”                                                                                                                                      J V G M

Juan V Gutiérrez Magallanes

Eran tiempos en que el agua no se vendía en bolsitas ni botellas y el plástico no  había invadido el espacio de las medusas en los Cuerpos de Agua de la Urbe, corrían  los años de mil novecientos cincuenta y ocho aproximadamente. No conocíamos el celular y leíamos en el Parque Centenario los cuentos de Dick Tracy, como la ciencia ficción que nunca llegaría. 
Un grupo de muchachos éramos de la Juventudes Obreras Católicas, con asesoría del Jesuita Pedro Salazar, íbamos a la reunión los sábados a la seis de la tarde, en el Edificio de San Francisco, donde hacíamos lectura de los Evangelios, no nos metíamos en los escabrosos senderos del Antiguo Testamento, un espacio que siempre me ha causado un poco de temor por la facilidad con que se extermina a la gente que camina por una línea un poco torcida. 
En los Evangelios, mirábamos más que todo la vida de Jesús, con un poco de cercanía a nuestra condición humana, con todas las posibilidades de errar y reconocerse en ese error, para buscar una solución a la situación fallida. Mirábamos cómo era posible mantenerse en una vida de justicia, realizando acciones de equilibrio para mantener la equidad en las relaciones con los demás.
Éramos jóvenes de sectores populares, con inmensos deseos de superación, ya  fuera realizando servicios generales en determinadas casas de los estratos más altos, obreros en diferentes labores de la ciudad, en construcción, en imprentas, en fábrica de gaseosas y otro oficios, estudiantes de Educación Primaria y Bachillerato, especialmente del Liceo de Bolívar. 
Aquello era una amplia democracia, dónde se tenía en cuenta la opinión del compañero y se buscaba darle una explicación con razón dialéctica, muy a pesar de no conocer los fundamentos de la dialéctica, allí estábamos decidiendo  una acción de justicia con fundamento a  la lectura  sobre algún pasaje de los evangelios, ésto sin desconocer el contexto en que estábamos viviendo. 
Las reuniones duraban aproximadamente dos horas, salíamos a las ocho de la noche del sábado, ya fuera para asistir a otra reunión familiar, que podía ser con carácter festivo o nos íbamos al cine. 
A la Juventud Obrera Católica (JOC), llegué por invitación del amigo Alejandro Zabaleta, allá por los años de 1958. Ya él, no vivía en Chambacú. Llegó al barrio, que había sido su hábitat, donde se habían gestado sus primeras fantasías y sueños de algún día romperle las vértebras a la pobreza,  a través del estudio para lograr un mundo de oportunidades, era costumbre en su casa comprar el periódico El Tiempo, por este medio se enteraba de la rotación del mundo  y  las acciones de  sus habitantes. 
Hablamos con la amplitud que siempre nos había confraternizado, me expuso con muchos detalles lo que se hacía en las reuniones a través de charlas explicativas sobre los Evangelios y, lo bueno que eran las relaciones entre compañeros. 
A pesar de nuestra corta edad, éramos capaces de observar el mundo con un poco de inquietud, por los hechos que se daban en aquel barrio tugurial, donde  las cosas más elementales se hacían muy necesarias y algunas veces difíciles de lograr. Pero éramos muy optimistas y soñábamos, cuando ésto se hace se logran realidades. 
Cuando llegué por primera vez a la reunión, no me fue extraña la audiencia que allí se daba, estaban compañeros que a diario veía en el Liceo de Bolívar de la calle del Cuartel: Ramón Vanegas, Wilberto González, Elmer Sánchez, Hernán Sánchez y  Yánez; de Chambacú, estaba Clímaco Rivera;  Carlos Castillo, obrero de la  Fábrica de Gaseosas Román,  Lácides Balseiro, Jaramillo y otros  buenos  compañeros. 
Traté  y conseguí llevar a otros compañeros de Chambacú, sólo  se logró mantener por breve tiempo uno de ellos, todavía aún recuerdo con mucha gratitud a Emeterio Torres. 
Los que no volvieron, se debió  a  muchos factores, donde la relación familiar tenía mucho que ver, que no era diferente a la del compañero Emeterio, pero éste fue un  muchacho que sabía desde pequeño, qué era lo  quería en la vida, no importaban los obstáculos, él sabía sortearlos y seguir  una línea recta para el logro de sus objetivos, como  se muestra hoy en  su vida. 
De aquellos compañeros de Chambacú, que no volvieron a la JOC, les quedó un gran mensaje, actuar bien, y así se muestra hoy cuando me encuentro con alguno de ellos. Sólo  se torció un poco  Pacho, pero  ya en los tiempo de su madurez, enderezó su vida, muy a pesar que esa parte injusta de la sociedad, no le perdonó “su caída”  y lo llevó  al fallecimiento. 
Hoy me atrevería a  dar por cierto que La lectura de los Evangelios, fue factor determinante para muchas decisiones tomadas por los que allí estuvimos, tales como el compañero que llega a la Universidad Nacional, allá por la década  del sesenta y se encuentra con charlas y lecciones de Camilo Torres y Fals Borda. Vuelve a su práctica evangélica en una pedagogía fundamentada en una Religión Liberadora. Hoy  sigue su vida  en una práctica evangélica. 
        
      Juán V Gutiérrez Magallanes
Otros se encaminan por  el estudio de la medicina, en aras de hacer el bien, como fueron Wilberto y Rubén, se quedan en México, donde desarrollan una labor de mucha relación con los evangelios  en el pasaje del Buen Samaritano. De igual manera podemos apreciar la vida de ejemplo  familiar  y social  que desarrolla el compañero Elmer.La JOC, hacía una  labor, que yo le llamaría  formativa  y de oportunidades en los jóvenes de comunidades un poco desfavorecidas.  
A través de esta organización o agrupación de jóvenes católicos, muchos pudieron  cursar parte de los estudios de secundaria en otros departamentos, como en el Valle y Cundinamarca, lo cual permitía formarse una visión general del comportamiento del hombre colombiano.  
Los que alguna vez, asistieron, así fuera a una sola reunión, quedaron impregnados por el espíritu de animación que allí se daba, lo que se comprueba, cuando nos encontramos con algunos de estos compañeros, evocan ciertos recuerdos que tienen mucho que ver con la JOC.
 
  

sábado, 4 de marzo de 2017

La Crónica Del Dinero Fácil

Nadie Quiere Ganarse El Sustento 
Con El Sudor De La Frente

Por Gilberto García M

A la ciudad llega un hombre que pasa desapercibido. Es un poco hermético, usa espejuelos y la severidad en el rostro traducen su gusto por la lectura. El individuo podría morir mañana y a nadie le importaría, si abordara un bus de transporte masivo y tropezara con una rubia de ojos verdes, la mujer no se detendría un instante en las facciones del hombre culto que desde esta mañana es su vecino. 
Día a día la humanidad se va sumergiendo en un océano de indiferencia, cuya patología está produciendo seres hoscos e insensibles, en las redes sociales asombra que una mujer por la mañana abra su cuenta con un mensaje alusivo a las cosas de Dios, pero por la tarde contradictoriamente despotrique en contra de alguien, dejando en “entre dichos” su fingida  espiritualidad y el estupor en la gente, cómo de un estado de bendición por la mañana pasa a otro de perdición por la tarde, con las consabidos interrogantes que originan tales comportamientos. 
¿Y a quién echarle la culpa de que esta Sociedad Fría cada día vaya evolucionando hacia gustos cada vez más recalcitrantes e inhumanos? Si hay un ser difícil de comprender ese es el hombre, no en vano el individuo navega entre corrientes de envidias, vanidades y avaricias. Poco a poco las universidades y los gobiernos van formando el hombre moderno, que está aquí y allá al mismo tiempo, con horarios de trabajo que no cuadran con el ambiente familiar, hay más espacios en los hogares para perros y gatos, nuestras mascotas que para la propia familia.  
Paralelo a ello, en el colombiano se ha ido formando la cultura del dinero fácil, nadie quiere ganarse el sustento con el sudor de la frente. 
Qué nadie me diga que un gran empresario construyó su imperio económico vendiendo confites en los colegios, o con algún modesto trabajo. Si hubo alguno, esa fue la excepción a la regla, es decir, cuando en el hombre aún existían valores y prejuicios y era temeroso de Dios. 
¡…Pero en esta época, a otro con esa carreta…! 
Pero, ¿es que nunca nos pondremos de acuerdo? Mientras subsista en nuestra sociedad la cultura del dinero fácil,  será una labor condenada al fracaso. Porque si usted analiza amable lector, quien está acostumbrado a vivir del narcotráfico lava sus dólares, convence a sus testaferros, abre oficinas de nuevas empresas, compra palacios, a la justicia y, si por una u otra circunstancia lo detienen las autoridades, soborna, manipula jueces y magistrados, y si no sale libre le dan la casa por cárcel, para que, finalmente expiada la pena, vuelva a aspirar a un cargo público  y el pueblo como un dócil borrego de nuevo lo elija en el parlamento. 
Nadie cree en nadie, (el beneficio de la duda debe estar presente en todas las instancias), se falsifican documentos, el nepotismo está presente en las administraciones, se hacen pugnas secretas por los contratos, las condenas no se aplican en su justa y merecida proporción. En fin, las autoridades capturan a diario verdaderas empresas dedicadas al narcotráfico, en las que el confort del dinero fácil se aprecia en todo su esplendor. 
El país polarizado, entre el Proceso de Paz con las Farc o su desmonte, tiene algo implícito: de un lado, para algunos la cultura del dinero fácil llega a su fin, en cualquiera de los dos polos enfrentados. 
         
        Gilberto García M
Habrá que producir un gran revolcón en nuestras instituciones y grupos políticos y en la sociedad colombiana en general para que el espectro de la cultura del dinero fácil desaparezca y, en cambio, aflore una nueva república en que se gane la vida con el sudor de la frente. 
No extrañará, entonces, que una mañana de verano un pelotón de policías allane la casa del hombre culto y que usa espejuelos por ser testaferro de un narcotraficante, y al día siguiente  a la mujer rubia y de ojos verdes, su vecina, la capturen por tener nexos con una trata de blancas.   
Pero lo paradójico es que a pesar de vivir en el mismo bloque ninguno se haya enterado de quien era su vecino.



   

sábado, 25 de febrero de 2017

Un Momento Duro Del Desarraigo Terrenal

SOÑANDO CON GRANDES
PROYECTOS PERIODISTICOS
SE NOS FUE DON ROBERTO ESPER…
                                                                    Por Luis Roncallo Fandiño 
Roberto Esper Rebaje amó a Barranquilla entrañablemente. Por eso nunca se fue de esta ciudad, y la gente comùn y corriente lo amaba y le gritaba cariñosamente Robertico. No era para menos, fue un gran ciudadano y un gran servidor y un empresario para quien su ciudad fue siempre primero. Anoche viernes a las diez y treinta, Robert, en plenas puertas del Carnaval de Barranquilla y soñando con grandes proyectos periodísticos digitales se fue a los espacios siderales y su cuerpo que tanto luchó descansa en paz. 
Lo conocí desde cuando yo era niño, cuando aùn yo no pensaba ser periodista. Pues varios de mis familiares y conocidos le vendían ganado de las praderas y bajos del gran departamento del Magdalena que transportaban en los remolcadores de los Meneses y de mi primo Plinio Roncallo Andrade. 
Trabajé para don Roberto, a quien yo llamaba cariñosamente Robert, sin faltas de respeto, en varias de sus empresas La Verdad de Cartagena, La Libertad de Barranquilla y El espacio de Bogotá. Ya retirado de su aura laboral lo visitaba con frecuencia, porque solíamos hablar del descalabro de Barranquilla y de la perdida de liderazgo y de civismo de esta gran urbe. 
Hoy Robert se ha ido con su inmenso amor por la ciudad. Con su tristeza por los tiempos idos de la capital del Atlántico, Puerta de Oro de Colombia y por la gran corrupción que se vive en Colombia a todos los niveles. 
Dios le dio a Robert una ciudad madre como Barranquilla y a él le dio un gran corazón para amar a su ciudad y a su gente. Fue un adalid de grandes luchas populares y un hombre de gran nobleza, a quien los dimes y diretes de la hipocresía local nunca le molestaron y los tomaba con esa sabiduría heredada de sus ancestros palestinos. Se reía de todo, hasta de sí mismo, pero tenía grandes valores y un carácter recio pero bondadoso. 
El pueblo de Barranquilla y del Caribe colombiano se ha quedado sin su Robertico. Sus amigos, sabemos que sólo se ha ido por un camino por el que todos seguiremos, tarde o temprano, pero él satisfecho de su obra y del deber cumplido. Gracias a su tenacidad cientos y miles de familias tuvieron empleo e inspiración para salir adelante y muchos grandes periodistas encontraron en su casa la oportunidad que otros les negaron. 
        
          Luis Roncallo Fandiño
Robert, descansa en Paz, Barranquilla te mostrará su amor, así como tu se lo diste y expresaste día a día. Has sembrado y has dejado un camino y una huella imborrable, tu nombre está escrito con mármol en nuestra historia.  
Sentido pésame a sus hijos e hijas, nietos y demás familiares, para quienes pido Dios les dé el consuelo en este momento duro del desarraigo terrenal.

miércoles, 22 de febrero de 2017

La Narrativa De Pedro Baquero


ALMA MATER O LA EMBROLLA DE LA ACADEMIA

“Los poetas no tienen nada que hacer aquí. 
Academia mata poesía, dice Gonzalo el poeta”.

        Por Carlos Fajardo Fajardo
Cuando Pedro Baquero me entregó el manuscrito de su novela Alma Mater, con una cierta sonrisa de cómplice me advirtió que en ella encontraría, en buena parte, una radiografía de la realidad de nuestra vida académica universitaria. En efecto, sus páginas fueron develando las caras de una institución que ha desterrado sistemáticamente de sus esferas no sólo la idea de una academia crítica, reflexiva, polémica, sino al pensamiento nómada, creador, analítico, poético. Sus estructuras marchan más hacia una universidad prestadora de servicios y de gestión empresarial, que hacia una institución formadora de pensamiento resistente y re–existente, sensible, ético y estético. Es el síndrome de lo tecno–administrativo versus la pulsión critico-creativa, libertaria.
No otra atmósfera es la que se respira en las páginas de esta inquietante y estremecedora novela. El narrador, un profesor atormentado, atrapado entre el deseo de renunciar a la vida universitaria, tediosa y estéril, y el ser esclavo de un tramposo confort de funcionario oficial, que bien o mal le aseguran cierta comodidad y una futura pensión. El ninguneo, la marginalidad, el exilio, el destierro al silencio, es el destino del protagonista, quien paga “las culpas” por ser un desadaptado de las exigencias de la vida universitaria. Como un sonámbulo divaga por esta universidad de nuevo tipo, emprendedora, realista, es decir, indulgente y neoesclava. He aquí la suerte de los viejos académicos, de intelectuales y artistas: desterrados del ágora polemista, únicamente les queda pasear su incómodo cuerpo por las trampas burocráticas administrativas de una universidad en ruinas, destrozada.  
“Algo tienen las burocracias que desaniman la creatividad. Las estructuras jerárquicas se llevan mal con la libertad creadora. Tienden al centralismo y a la hegemonía”, nos dice el poeta Gabriel Zaid. Entonces, el narrador sufre el gigantismo de dichas burocracias, gestionales y existenciales. Sin embargo, no registra su drama con una vacua queja, sino que, con irónica lucidez, hunde la aguja de la parodia en las llagas del sinsentido, en la agonizante imagen de una absurda y aburrida existencia académica.
       
Pedro Baquero, Novelista      
La ironía es ante todo una apuesta crítica que cuestiona, desmitifica las verdades de las mentiras y las mentiras de las verdades. Las páginas de esta novela están cargadas de ese escepticismo lúcido que el protagonista transporta como piedra de Sísifo, volviendo sobre ella para sentir de nuevo el absurdo, el vacío, el tedio que lo llena todo. Ironía que al desgarrar el velo, muestra el trasfondo de un escenario donde los actores se mueven cual marionetas prisioneras, adoctrinadas en la fe de sus manipuladores. Así, por ejemplo, en la figura del burócrata Lisímaco Ladino se sintetiza con sarcasmo a los funcionarios administrativos que, con astucia, audacia y viveza de reptiles, se arrastran tras las espaldas de sus jefes de turno, para conseguir puestos, sin importarles su dignidad ni la de los otros. Este personaje es la imagen de los mandos medios que se transforman en agentes promotores de la destrucción de la universidad humanística, para imponer una empresa efectista, administrativa, de competencias, destrezas, habilidades y de expertos ecónomos. “Así es la universidad en todas partes, o hace negocios o desaparece. Es el nuevo espíritu de la universidad del Siglo XXI”, sermonea el futuro Senador Lisímaco.
Burlándose de dicha condición, el anónimo narrador está a punto de renunciar a su rutinario y ridículo trabajo y a su inútil vida. Al caricaturizar el mundo académico, lanza una mueca de rabia y de impotencia ante semejante insoportable Leviatán de mediocridad. Desacraliza y desentroniza una y otra vez a estudiantes, coordinadores, a colegas, a mandos medios administrativos; a su esposa Sonia; a los procesos de acreditación –esa embolia de la academia mal llamada de Alta Calidad–; a la estandarización de las pruebas Saber Pro; a la investigación estéril e inútil; a intelectuales de café y poetastros de salón; a los turistas académicos que viajan a cuanto evento y encuentro puedan, como relacionistas públicos; y a su amante Anaís Fonseca, quien, con su apariencia contracultural, fluctúa entre el deseo de abandonarlo todo y el sueño de ser al fin y al cabo, una funcionaria eficiente, de confianza y obediente a la institución.  
En un momento, el narrador pregunta: “¿Qué somos hoy los profesores universitarios? Una casta caída en desgracia que perdió prestigio y credibilidad, sometida al escrutinio externo y obligado a rendirle tributo a la eficiencia. Una estirpe de ídolos vencidos por las lógicas de la administración y del mercado. Una masa amorfa de competidores en una carrera de obstáculos, dispuestos a eliminarse mutuamente, a hacerse zancadillas, para asegurarse una plaza el próximo semestre. Una horda de burócratas dedicados a rellenar formatos para demostrar en el papel su idoneidad”.
Tal es la visión del mundo universitario que aquí se retrata, donde al docente se le ha reducido a ser un funcionario legitimador de la multifuncionalidad; un servidor condescendiente que transmite, gestiona, defiende, ejecuta, difunde las normas del establecimiento; un tecnoadministrador de la academia empresarial. No hay espacio para impulsar lo nuevo a contracorriente y, por supuesto, para aquel que, en palabras del poeta Saint John Perse, rompe la costumbre.
Desde el fondo del abismo vital y académico, surgen estas desgarradoras verdades que más que risa dichosa son muecas de orfandad y desdicha. La novela, con un cierto nihilismo anárquico, pone en crisis a los legitimados y poderosos estamentos de una institución que se ha convertido en un malestar para intelectuales, artistas y profesores creadores. De allí que en ella se fusionen, de forma fecunda y magistral, la voz del novelista con la del ensayista; el conocimiento intelectual y la pulsión poética. Ambas se retroalimentan y se integran. Creación y pensamiento, Poiesis y entendimiento. Alma Mater sintetiza la idea de una narrativa creadora de inquietantes preguntas. De por sí, en esta novela se edifica una escritura de ideas que reflexionan el drama y no se limitan a padecerlo. Quizás sea este su mayor aporte, pues dialoga con la gran tradición novelística que, al decir de Milán Kundera, nos ofrece “metáforas que piensan”. Es posible que esta novela sea, como siempre sucede con la verdadera escritura, una autobiografía del autor, cierta radiografía de sí mismo. Ese alter ego del novelista explica la pulsión irónica detrás de la trama. “Desconfiemos de aquellos que no se ríen de sí mismos”, nos recuerda Robert Frost. Y esa risotada, fuerte y perversa, lleva también al lector a reconocerse como protagonista, y no solo telón de fondo de lo narrado.
        
Carlos Fajardo Fajardo, Escritor        
“¿Cuánto de las vivencias del escritor quedan enredadas en las páginas que escribe?” reflexiona Antonio Tabucchi, y es claro que en los textos que escribimos quedan nuestros espectros y fantasmas, nuestras almas errando de forma consciente e inconsciente, cual realidad paralela dentro de la ficción. Citando de nuevo a Tabucchi, tal vez escribimos “nuestras autobiografías ajenas”.
Pedro Baquero ha escrito una novela que no sólo muestra, sino que denuncia el estado actual de nuestra cultura universitaria, labor por cierto bastante arriesgada y valiente. Denunciar, con lucida ironía, provoca en este país urticaria, enferma a muchos de envidia, pone ante el paredón de críticos sicariales al escritor. Este se expone a ser víctima de peligrosos estallidos de cólera, a vituperios y juicios más que estéticos, morales. Tal es su apuesta y desafío. De allí que, a manera de estocada final, el narrador lance esta acertada sentencia “los poetas no tienen nada que hacer aquí. Academia mata poesía, dice Gonzalo el poeta”. 
Bogotá, octubre 22 de 2016. Tomado de Con-Fabulación No. 445


 

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