«PREOCÚPATE POR TI Y DEJA VIVIR AL OTRO»
Por Juan Vicente Gutiérrez Magallanes
En Chambacú podían pasar muchas cosas que a primera vista parecían insólitas, y una de ellas era la historia de «la señora acodada en la ventana contemplando el mundo». Nunca supe de donde había salido aquella historia bastante particular. Sin embargo, después de muchos años lo comprendí, cuando la maestra del barrio, muy apegada al Castellano y a la lectura de El Quijote de la Mancha, me lo explicó. Aquella historia se había urdido gracias a la condición de «Paremióloga» que tenía dicha dama de la ventana, muy dada a decir refranes o proverbios que guardaban alguna relación con lo que estaba ocurriendo a su alrededor, ya fuera para lanzar indirectas al vecino o a quien la estuviera observando a través de la ventana.Tenía siete perros que había traído de un caserío que hacía parte de las Islas del Rosario. «Dejaquedigan», era un perro con manchas negras sobre su cuerpo blanco, lo llamaba con afán cuando pasaba la persona que, según ella, era habladora o cuando quería ponerle fin a una controversia.—«Dejaquedigan», no te importe lo que digan de ti»—gritaba despectiva cuando azuzaba al perro.«Vetuvida» era otro perro que tenía una gran particularidad, faltábale una pata, así que, caminaba dando saltitos, su dueña se afanaba en llamarlo especialmente cuando notaba que alguien se quedaba mirando para el interior de la casa:—«VetuVida». Preocúpate por ti y deja vivir al otro—le gritaba al animal.Los vecinos la trataban con mucho cuidado, pues no querían caer bajo los golpes de sus refranes, ella se había especializado a través del curso de paremiología que habían dictado en la escuela de la Señorita Zoila.«Pocacosa» era una perra que todos los años paría cinco críos que su ama vendía a buen precio porque tenía un buen pedigrí.—«Pocacosa» no le pongas mucha atención a esa persona—gritaba exacerbada cuando alguien husmeaba por la ventana.La señora Agry, que era el nombre de la paremióloga, llamaba a «Pocacosa» con vehemencia, cuando la despreciaban por su apariencia o cuando la tropezaban por casualidad o a algunos de sus cuatro hijos, entre ellos el mayor, quien desde que llegó del pueblo, nunca dejó de cargar la jaula del canario que cantaba en el día y sólo dejaba de hacerlo cuando el cielo se nublaba.«Amarratuperro» con sus numerosísimas manchas negras, tenía rasgos de Dálmata. Agry muchas veces hacía una especie de marcha con sus siete perros. Los arengaba gritando sus nombres a cada momento.Los chambaculeros quedábamos asombrados al ver cómo los perros saltaban de la alegría ante la voz de la paremióloga.«Amarratuperro» era dócil, pero ladrador, situación que Agry aprovechaba para llamarlo a gritos, y que los vecinos entendieran que ella estaba al mando.
Juan V Gutiérrez M «Cierralapuerta» era una perra negra y brava, generalmente llevaba puesto el bozal para que no fuera a morder a alguien, cosa que nunca pasó, Agry la llamaba a gritos para que la vecina del frente o del lado supieran que debían mantener las puertas cerradas.Aquellas historias peculiares de Chambacú, llamó tanto la atención del cantante del barrio, quien para homenajearlas compuso una canción dedicada a Agry y sus perros.
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