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sábado, 24 de julio de 2021

#elveranodemivida

 NUESTROS VERANOS FELICES


Por Gilberto García Mercado



Llueve desde muy temprano. Las gotitas que se introducen por los intersticios de las ventanas me recuerdan a un invierno reciente. Me esfuerzo por recordar el día y la hora de ese diluvio infinito. No hay reloj ni tiempo para esa borrasca que arrasó por completo ese pueblo fantasma. Por la ventana se ven figuras flacas y encorvadas, sombras espeluznantes que tienen un gran parecido con Hitler o Franco. Llueve desde muy temprano. Ahora la noche se abalanza contra el pueblo sitiado en medio de la selva. Aún sigo creyendo que esta tempestad es reciente. La humedad se ha enseñoreado de las almas, en el salón de billar los hombres combaten el frío y la atmósfera cargada de lluvias con cafés y cigarrillos que envuelven el lugar en un ambiente brumoso y pesado. A veces, cuando el estallido de un relámpago zarandea las mentes de los ciudadanos, y recordamos que todo este infortunio se inició con la llegada de los Maldonado al pueblo, personajes y escenarios elevan los argumentos de trama y pasión a la categoría de una novela escenificada en Bello Horizonte.

La lluvia es esa mujer austera y dominante, insensible y calculadora cuyo nombre hace honor a su carácter: Victoria de la Cruz. Las escenas aún persisten en la memoria de los habitantes. Primero a Bello Horizonte de la noche a la mañana se presentó la comitiva de aquellos hombres hambrientos y desarrapados comandados por el gordo Lucrecio, quien andaba todo el tiempo bañado en sudor y envuelto en la humorada de su tabaco.

«Venimos en son de paz», manifestó el gordo Lucrecio, «Solo repondremos fuerzas y luego nos largaremos».

Y todos creyeron en las buenas intenciones del grupo. Por ser Bello Horizonte un lugar estratégico para las guerrillas, el comercio de narcóticos, trata de blanca, secuestro y extorsión etc, en los pueblerinos no era extraño convivir todo el tiempo con todo tipo de personajes díscolos y rebeldes como el gordo Lucrecio.

Y quizás el tipo hubiera cumplido su palabra, si a los pocos días de hallarse en el pueblo, no se hubiera cruzado en la vida de los parroquianos la bella y peligrosa Victoria de la Cruz con su comitiva. La joven no debía de ser de este mundo, su hermosura se erigía en una categoría de perfección y ternura. Era aquella alma de Dios, una mujer literalmente. Parecía recién acabada de dibujar por un pintor surrealista, un Salvador Dalí o Pablo Picasso, en sus facciones se mezclaban la mansedumbre y el enojo al mismo tiempo. No obstante, su extraordinaria belleza ocultaba todo vestigio de cólera o benevolencia que estuviera circulando por el torrente sanguíneo de la mujer. El enfrentamiento entre los dos bandos no hubiera pasado a mayores si uno de los hombres del gordo Lucrecio, no violenta hasta causarle la muerte, a Fabiana, la hermana menor de ese Clan de Mujeres y que para Victoria era la luz de sus ojos.

La respuesta a todo ese dolor acumulado, a esos viejos odios y resentimientos enquistados desde tiempos inmemoriales, no se hizo esperar. El día que cabalgaba henchido de claridad y con una temperatura de verano, trastabilló por el dolor que le causó la muerte de Fabiana y todos pudimos escuchar aquel grito desgarrador de Victoria de La Cruz preguntando que quién había ultrajado a Fabiana, su hermana menor que era la luz de sus ojos.

Fue una lección de vida la que pudimos aprender en los enfrentamientos y escaramuzas entre el grupo del gordo Lucrecio y las mujeres altivas de la hermosa Victoria de la Cruz. Al final salió a la superficie hasta convertirse en avalancha, en huracán, la metamorfosis de una mujer que debía de tener algún poder celestial, un rango divino, porque en un instante el grupo del gordo Lucrecio fue acorralado en su guarida por el despliegue de los fuertes vientos, y una lluvia inmisericorde que terminó por aniquilar la hueste de los seguidores de aquel pobre gordo desalmado.

Las sombras de la noche y esa luna clara y pétrea me dicen que el tiempo, las horas y los días perdieron su correlación correcta en el almanaque de la gente de Bello Horizonte. No se tiene noción de la realidad. El poblado es como una nave en Altamar, al vaivén de las fuertes olas, si esto continúa así irremediablemente iremos contemplando cómo las crecientes que se precipitan desde lo alto de la sierra irán borrando a Bello Horizonte del mapa. Desde nuestros refugios elevamos plegarias a Dios para que tenga compasión de la gente humilde y trabajadora.

Gilberto Garcia Mercado
Aún llueve y la tierra por momentos deja de gemir por sus muertos. El estallido de un relámpago en la inmensidad devuelve un poco de luz a mis recuerdos. Por fin alcanzo a observar en esos cuadros reveladores y proféticos al verano reciente: es la primavera de mis sueños. Llueve y la noche profunda se enseñorea sobre Bello Horizonte. ¡Victoria de la Cruz se llevó nuestros veranos felices!
Imagen de Gerd Altmann en Pixabay Imagen de Engin Akyurt en Pixabay 

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