¿LA CRÓNICA DE UN DESASTRE ANUNCIADO?
Por Rafael E Yepes Blanquicett
Hace más de treinta años, esa parte del Cerro de la Popa conocida como "el Salto del Cabrón", fue reforzada con una muralla o pared de concreto rígido, desde la base misma del templo religioso hasta el fondo del salto en cuestión, para evitar que se siguiera desmoronando como consecuencia de las lluvias, la deforestación y la construcción irregulares de viviendas en sus alrededores.
La intervención de la que fue objeto esa parte del cerro, da una sensación de seguridad, pues, su apariencia hace creer que la base sobre la que está construida la iglesia es una roca o piedra sólida, cuando, en realidad, se trata del revestimiento exterior de la loma de tierra sobre la que reposan los cimientos del antiguo convento, construido hacia finales de la primera década del siglo XVII.
Ahora, luego de más de treinta anualidades, "descubren" que el fenómeno se debe a una falla geológica que atraviesa todo el Cerro, por lo que se presume que se derrumbará inminentemente.
Recordemos que, hace unos cuantos años, en la parte alta del barrio de San Francisco, localizada en las estribaciones nororientales de dicho cerro, se presentó una falla geológica similar que obligó a la reubicación de varias familias por el derrumbamiento de las casas en su totalidad.
La administración distrital de ese momento, pretendió desconocer el resultado de una seria investigación científica de la Facultad de Ingeniería Civil de la Universidad de Cartagena que daba cuenta de la falla señalada, aduciendo que no era cierto, pero que la cruda realidad se encargó de demostrar su veracidad contundentemente.
Rafael E Yepes Blanquicett |
Podemos concluir, entonces, que dicha falla atraviesa todo el terreno, de cabo a rabo, y que el riesgo de derrumbarse es más real de lo que nos imaginamos.
Y si a esto se agrega, como ya se dijo antes, la tala indiscriminada de árboles, los asentamientos subnormales y el pesado tráfico vehicular por la vocación turística de la zona, la destrucción será total e inevitable. No se trata, pues, de generar pánico por una visión apocalíptica de los hechos, sino de que las autoridades competentes tomen cartas en el asunto, aplicando las medidas preventivas y correctivas necesarias para que este nefasto insuceso no se convierta en una crónica más de un desastre previamente anunciado.
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