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lunes, 23 de abril de 2018

El Señor De Las Etnias


Tras el Rastro de Zapata Olivella, 
En Chambacú

Por Juan V Gutiérrez Magallanes

Fue un hombre que abrió caminos

Tú que horadaste
el suelo chambaculero
Buscaste los últimos ayes
de tus ancestros
Dejaste en el regazo de tu abuela
la promesa de un canto
Amasaste el barro para una efigie
del negro visitante.


Manuel, hijo de Santa Cruz de Lorica (1920-2004). Forjado por las simientes de Antonio María y Edelmira, para bien de la humanidad, porque además de médico, fue antropólogo, escritor y cincelador constante en la fomentación de la identidad étnica en el hombre afro caribe colombiano. 
Desde la década comprendida entre 1950 y 60, en las vacaciones hacía incursiones en los terrenos archipielosos de Chambacú, donde iba marcando variadas estaciones, que le permitían algunas veces transformarse en el niño ávido de cuentos y leyendas de viejos ancianos, otras veces en el contador de historias que dejaban descubiertas verdades añoradas por los oyentes. 
Después de atravesar el puente de madera, donde era muy frecuente detenerse para hablar con los pescadores de cordeles, ya fuera para intercambiar las características de determinados peces en la fuerza que manifestaban al ser atrapados con el anzuelo y la forma cómo se debía mantener aquella lucha entre el pez y el pescador. 
Bajaba el Puente y otro encuentro con el dueño del quiosco de la esquina de la primera calle del barrio, generalmente hablaban sobre la música que en ese momento se estaba oyendo, aunque siempre dirigía la conversación hacia la música cubana, envuelta en una nostalgia por las películas mejicanas, que ya iban disminuyendo en su presentación, para Manuel, Miguelito Valdez: Babalú, era su cantante de toda la vida, ya que éste era un santero consagrado a un Orisha. 
         
Manuel Zapata Olivella, Poeta y Escritor          
Continuaba Manuel y se enfrentaba a la mesa de fritos de Gregoria, degustaba sabores que lo regresaban a los recuerdos de la Plaza de la Trinidad del barrio de Getsemaní, donde las orfebres de la masa de maíz oficiaban en ese altar de la culinaria caribe. 
Se desprendía de aquel encuentro para saludar a una paisana  loriquera, Ana Isabel Taylor, de mucha alegría, organizaba bailes con lujo y esplendor. 
Las mujeres asistían con vestidos semejantes a los usados por la cantante mejicana María Victoria. Allí, sólo bailaban boleros, especialmente de Agustín Lara y Rafael Hernández. 
Manuel se detenía, para escuchar los vuelos pretéritos de aquella mariposa en reposo. 
Después de este encuentro, se veía con Sindulfo Álvarez, el mestizo nacido en uno de los pueblos de las Sabanas de Bolívar, quien había llegado a Chambacú a la edad de cinco años, con un solo brazo desarrollado, pues el otro había quedado adherido al tronco, se le conocía con el epíteto del «Mocho Sindo», lo que no le impidió aprender a leer y a convertirse en un lector permanente de los periódicos de la ciudad y de las Selecciones de Reader's Digest, cualidad que lo hacía buen escucha y sabio conversador. 
Cuando se encontraba con Manuel, adoptaba esta última cualidad. Manuel sabía que uno de los temas más fascinantes para Sindulfo era el origen de los negros en Chambacú y en especial en América. 
Ambos se sentaban en taburetes que les facilitaba «El Turbanero», músico de la Banda Departamental del municipio de Cartagena. Manuel, esa vez, con el recuerdo de los olores de las alegrías de millo que elaboraba la palenquera Cata, tía de Pambelé, a la bajada del Puente, en una casa grande de madera, donde se concentraban los palenqueros llegados al barrio. 
Manuel evocaba el nombre de Benkos Biohó, esclavizado,  capturado en la Región Biohó de Guinea Bissau del África Occidental, de aquella región fue sustraído por el portugués Pedro Gómez Reynel, pasando por varios amos, hasta llegar a caer en manos del español Alonso del Campo. Benkos, nunca aceptó su condición de esclavo, argumentaba: «No poder ser esclavo, por no ser ganado en guerra». 
Manuel con sabia pedagogía continuaba en su narración: «Benkos, vivía pensando en la libertad, lo que lo llevó a convertirse en un negro cimarrón, un negro escapado, fugado del dominio del amo». 
«Funda los primeros palenques en el territorio de la Nueva Granada, entre esos el de San Basilio, cercano a Cartagena, de donde nunca lo pudieron sacar, muy a pesar de los ataques permanentes por parte del gobernador de la ciudad, siempre, estos fueron repelidos por los guerreros comandados por Benkos». 
        
           Benkos Biohó, Precursor de la Libertad
Hasta cuando, fue llamado a pactar la paz con el gobernador Suazo, éste se había convencido de la imposibilidad de vencer a este guerrero, que nunca pensó como esclavo.
 La paz propuesta por Suazo, era una estrategia en contra de Benkos: 
«Y una noche de descuido, en 1621, al acercarse Benkos a la puerta del predio, en Cartagena, Benkos, fue sorprendido  por la guardia de la muralla. Sus compañeros fueron muertos y a él se le puso preso. El gobernador de entonces, don García Girón, dio la orden de ahorcarlo y descuartizarlo». 16 de marzo de 1621. 
Así como Benkos, hubo otros negros que lucharon por ser libres: 
Alonso de Illescas – 1528 al 1585-(apellido tomado del amo), nació en Cabo Verde, fue llevado como esclavo a España a la edad de 7 años, más tarde fue traído como esclavo a la región ecuatoriana, donde se convirtió en líder cimarrón de los esclavizados en el Ecuador.  
El Negro Falucho, su nombre era Antonio Ruiz. Nacido en Argentina, participó en el ejército del general San Martín. Este negro es un héroe de la Independencia Argentina, fue fusilado en 1828, con el grito: «Viva Buenos Aires».   
Manuel termina la charla con Sindulfo, reafirmando la necesidad de la educación, como elemento liberador del hombre, lo que le da una comprensión mayor de su condición humana, apartándose de concepciones erradas fundamentadas en el falso concepto de la raza, para lo cual hace claridad sobre lo que son las  «etnias», grupos de personas que poseen una misma cultura, lengua, religión, música, raza y valores ancestrales. Es por esto que el término raza es muy limitado. 
Manuel avanza saltando sobre piedras, hasta llegar a la Escuela Amor a Cartagena, que dirige otra loriquera, Carmen Pérez González, tía de Gustavo Díaz Naar, esa  casa,  desde donde Gustavo observaba los ademanes y las jitanjáforas de los chambaculeros para verterlas a su contertulio David Sánchez Juliao, allí, a la escuela, entraba Manuel con la efusividad de su risa y sus ademanes de buen conversador, era breve en su intervención con los niños, enfatizaba en la necesidad de estudiar para crecer como hombres libres y trabajadores. 
Ahora Manuel entra en una calle de casas enmohecidas por la  humedad, toca en la casa del carpintero Núñez y pregunta por su salud, este señor había conocido al padre de  Manuel Antonio María, cuando éste era profesor de la Facultad de Bachillerato en la Universidad de Cartagena. 
         
El Mítico Chambacú, Sus Memorias         
Seguía Manuel caminando con el cuidado de no enlodar el pantalón de paño y la camisa blanca que llevaba puestos, aunque sus manos estaban untadas de grasa por los fritos de Gregoria y el pescado  de Candé. 
Antes de entrar al Callejón del Esfuerzo, hacía una nueva estación en el rancho de María Carreazo, allí donde se tostaba el maní que vendía Lucho Pérez Cedrón (Lucho Argaín, el de la canción El Getsemanicense) en los teatros Variedades del barrio Torices. 
Manuel se sentaba y esperaba a Máximo Gómez Acosta, un viejo liberal que marcaba los solares para la invasión de los terrenos baldíos de la isla Elba-Chambacú.  
El conversar entre estos dos hombres, conocedores de los altos y bajos de la política colombiana y de los quehaceres de la ciudad, tenía en gran parte como eje central el asesinato de Gaitán, donde señalaban posibles causas y autores del crimen, siempre con una visión de unificación por el bien del país, planteaban la necesidad de una democracia con fundamento en un socialismo que velara por satisfacer las necesidades fundamentales, como era  el trabajo, la vivienda, la alimentación, la educación y la recreación, llegaban a caer en una especie de idealización, cuando tocaban los diferentes parámetros de la cultura, era en este último aspecto donde Manuel imprimía a la charla un tinte bastante antropológico, por las manifestaciones que se daban en el sector de Chambacú, donde eran múltiples los quehaceres del hombre que allí llegaba, de las diferentes regiones de la Costa Caribe. 
Manuel, por fin entraba  a la casa donde vivía su abuela, Ángela Vásquez, la casa de los Villa Vásquez… 
Buscaba el patio y se sentaba bajo un árbol de almendra, para escuchar, ahora él era el oyente de las vivencias del barrio, tomaba los hilos que le servirían para tejer a «Chambacú, corral de negros». 
Con el paso del tiempo, el maestro Villalobos de la Escuela de Bancos, que funcionaba en la calle del Lago, ha conservado el libro que compila la vida de Manuel Zapata Olivella: Un fragmento de la obra de Lucía Ortiz, «Chambacú, la historia la escribes tú» , donde se dice lo siguiente: «Manuel, ha incursionado en la cultura de los afrocolombianos por medio del ensayo, el teatro y la poesía, en varias de sus novelas ha sabido rescatar su historia con profundidad y la dedicación que no ha hecho ningún otro narrador colombiano. Ha sido invitado por varias Universidades de Norteamérica y varias veces delegado a conferencias mundiales de la UNESCO, sobre políticas culturales y problemáticas sociales. 
Su vasta obra literaria e intelectual la conforman novelas( Tierra Mojada, En Chimá nace un Santo  y Changó , el Gran Putas, entre otras) ; en ensayos ( Las claves mágicas de América, Nuestra Voz y El hombre Colombiano, entre otros; en dramas( Caronte liberado y Las tres monedas de oro, entre otros), cuentos, como El Galón Sumergido  y otros cuentos, libros de viajes , repletos de historias y anécdotas vividas».  
Manuel Zapata Olivella, uno de los pensadores latinoamericanos más importante en materia de etno-historia americana , versión que podemos apreciar en uno de sus últimos libros : La  Rebelión De Los Genes. El mestizaje americano en la sociedad futura. 
Manuel Zapata Olivella, en Levántate Mulato, «trasciende la historia del hombre colombiano conformado en el sincretismo étnico que conforma al nuestro, porque en este valioso ensayo escruta lo étnico y da una explicación amplia al hombre caribe colombiano».
 
Reiteraciones del Autor
         
Juan V Gutiérrez Magallanes           
Con respecto a Manuel Zapata Olivella, me he vuelto reiterativo, porque a él se le debe tener presente en el desarrollo pedagógico del hombre colombiano, debe hacerse visible su imagen, sin mezquindades, ya que es uno de los hombres participantes en el conocimiento de la historia verdadera, sin tapujos y con las más sanas intenciones de fomentar pertenencia por lo propio.
El conocimiento histórico -antropológico del hombre colombiano y en especial en la Región  Caribe, debe mucho a Manuel, y es triste cuando en Cartagena de Indias, una ciudad con una mayoría de negros , no se tenga un busto de Manuel y  además, en el Parque del Espíritu del Manglar, no se encuentra su efigie, cuando él fue uno de los primeros en proponer un Parque de las América, allí en esos terrenos de Chambacú. 
En Cartagena, solo han establecido un espacio todo contrahecho, como Plaza Manuel Zapata Olivella. Nosotros, conocedores del poder axiológico del pensamiento de este hijo de Olodumare(Jesucristo), ícono del hombre del Caribe colombiano. Se hace impositivo que Manuel, tenga un módulo permanente en la cátedra de Ciencias -Sociales.     

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