LA GÉNESIS
DE LA CHAMPETA: AFRICANA Y CRIOLLA
Versión
local, sin trascendencia nacional o internacional
«La música es la
oración muda del alma, muda porque no tiene palabras; hay más alma en el sonido
que en el pensamiento». León Tolstoi
Por Rafael E Yepes Blanquicett
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Viviano Torres y Anne Zwing, Precursores de la Champeta |
Al contrario de lo
que sucedió con la salsa, el origen,
el desarrollo y la evolución de la champeta
criolla tiene características muy diferentes a las del ritmo antillano que
se difundió por el mundo a comienzos de los años sesenta, pues, dadas sus particularidades,
todavía no ha alcanzado la fama ni el esplendor de la «salsa brava» que nació en el seno de la comunidad latina residentes
en Nueva York y que hoy llamamos «salsa brava
o picotera».
En el caso de la champeta, ésta se formó a partir de la
música negra africana subsahariana que llegó de manera clandestina a nuestra
ciudad a mediados de los años setenta, mercancía que era traída de contrabando
en buques extranjeros que atracaban en el puerto de Cartagena, la cual fue «bautizada»
popularmente como champeta africana o
«la propia champeta» para
diferenciarla de la champeta criolla
originada posteriormente en nuestro suelo.
La «mercancía», que consistía
en discos de acetato «Long Plays» (L. P.) o de «Larga Duración» (L. D.), era
para los dueños de los «picós» que amenizaban los bailes populares de la época,
cuando todavía no eran las monstruosas máquinas de ruido, sino unos pequeños
equipos de sonido domésticos que servían tanto para los bailes familiares y de «cuotas»
como para los de «casetas».
Una vez arraigado en
Cartagena, este ritmo africano se diseminó por toda la Costa Atlántica, de preferencia
en los barrios de estratos bajos, en donde las riñas y trifulcas entre las
primeras pandillas de la época ya no eran «a mano limpia» como antaño, sino con
grandes cuchillos de cocina o «machetillas» llamados «champetas».
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Imagen del desaparecido Festival de Música del Caribe |
A partir de allí, se
les dio el calificativo de champetúos
a los protagonistas de esas peleas y a los asistentes a los bailes de casetas,
denominándose champeta africana a ese
pegajoso ritmo procedente de varios países de África Central y del Sur, tales
como El Congo, Zaire, Zimbabue, Mozambique y Suráfrica.
Con el tiempo, la
palabra champetúo adquirió los
significados de «plebe», «vulgar», «inculto» o «de malos modales», con los que discriminaron y aún siguen
discriminando, a quienes cultivan la sabrosa champeta que se disfruta en bailes de casetas populares o «verbenas»
de pueblos y ciudades de la Costa.
A diferencia de la champeta criolla, nacida en la otra Cartagena, la de los pobres, la letra de
las canciones de la champeta africana
se caracteriza por tener un profundo contenido místico y social, reflejando
creencias religiosas, problemas sociales, políticos y económicos del diario
vivir, además de que sus intérpretes son músicos con estudios académicos, provenientes,
muchos de ellos de barriadas pobres y segregadas de los países africanos.
Para mencionar, he
aquí algunos nombres de los intérpretes más representativos de este género
musical nacido en las entrañas del África Negra, que puso a gozar a
cartageneros y costeños, en general, durante los maravillosos años 70’s y 80’s
del siglo pasado: Diblo Dibala, Sam
Mangwana, Kanda Bongo Man, Mbilia Bel y Miriam Makeba, entre otros.
Cantada en inglés o
francés, o en sus propios idiomas, y
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El Mono Escobar, Organizador del Festival de Musica del Caribe |
en forma combinada, la champeta africana es un producto
cultural bien elaborado, cuya expresividad artística y elegancia estética es
innegable y nada tiene que envidiarle a otros ritmos del mundo, a tal punto que
ha sido bien recibida en Europa, Estados Unidos, parte de Asia y, por supuesto,
en América Latina.
Uno de los eventos
musicales que le dio «estatus social» a la champeta
en nuestro medio, fue el inolvidable «Festival
de Música del Caribe», que desde su primera versión en 1982 hasta la última
en 1996, enalteció la música de «Mamma
África», elevándola a la categoría de «música
culta» al ser aceptada en los clubes sociales más exclusivos del país caribe
y andino, todo, por el esnobismo de escuchar y bailar la popular champeta africana.
Por su parte, la champeta criolla, no obstante haber
salido de las entrañas mismas de la champeta
africana, no tuvo ni ha tenido el desenlace de su predecesora, pues, para
empezar, ha sido cultivada por un grupo de músicos, cantantes y productores de
estratos bajos y medios con escasa educación formal, pero con gran talento para
la música y los negocios.
Esta circunstancia ha
hecho que las letras de las canciones no tengan el profundo contenido místico-religioso-social
de protesta que se manifiesta en la salsa
y la champeta africana, sino que se
limita a retratar situaciones superfluas de la vida cotidiana que, a pesar de
rayar en la vulgaridad, son apreciadas por el público de los bailes champetúos y, por supuesto, se venden
como arroz o pan caliente.
Otra característica
de este cadencioso ritmo es que la mayoría de sus intérpretes graban y cantan
en vivo sobre pistas musicales de las canciones africanas más exitosas,
produciéndose un resultado monótono que le quita brillo y originalidad a muchas
de las melodías. Aún no se sabe de ningún grupo profesional o aficionado
dedicado a grabar, de manera exclusiva, champeta
criolla como los de la champeta
africana.
Con excepción de Viviano Torres y su Grupo Anne Swing,
Charles King y Louis Towers, que han internacionalizado su producción
artística, los demás intérpretes de la «champeta criolla» se han quedado en el
estrecho círculo de su entorno local sin proyección nacional e internacional y
sin preocuparse por mejorar su talento, perfeccionar la voz y estilo musical.
Otro tanto ha
ocurrido a los compositores, que no se han interesado por estudiar e investigar
su entorno, limitándose a componer canciones superficiales monorrítmicas, de
contenido trivial, que, aunque gustan mucho en el medio popular, son alienantes
y enajenadoras, generando serias dudas sobre su expresividad artística y
estética.
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Yepes Blanquicett, Escritor |
A esta situación, hay
que agregarle la manipulación por parte de algunos medios que han pretendido «sacarle
el jugo» a la champeta criolla a
través de series amañadas y la promoción de grupos descontextualizados que han
alterado el sentido y alcance de este nuevo ritmo nacido en las entrañas
populares de «La ciudad de los Zapatos
Viejos», como la mal denominada champeta
«urbana» de la serie «Bazurto» o la autodenominada «champeta mix» de Kevin
Flórez y Mr. Black, a las que han querido hacer aparecer como un hito musical
sin serlo.
A pesar de todo, la champeta criolla tiene un enorme
potencial artístico, estético y económico que no ha sabido ser explotado ni
valorado por sus artistas y productores, lo cual podría significar el despegue
de uno de los mejores ritmos que ha dado nuestra región en los últimos treinta
años si los interesados se empeñan en que así sea.
«Todo lo
bello es bueno, pero no todo lo bueno es bello; la belleza y no la moral, es la
norma eterna del arte». José
María Vargas Vila.
Cartagena de Indias, D.
T. y C., abril de 2015.
REFERENCIAS BIBLIOGRAFICAS
- CONTRERAS
HERNÁNDEZ, Nicolás Ramón, “Champeta/Terapia:
más que música y moda, folclor urbano del Caribe colombiano”, en
Huellas, Revista de la Universidad del Norte, Barranquilla, 2008.
- DICCIONARIO
ENCICLOPEDICO LAROUSSE, Printer Colombiana, Bogotá, 2009.
- ESPAÑA
VERA, Rogelio, “Miriam Makeba, la
unidad africana y la liberación de los pueblos”, y “El Congo de Mbilia Bel”, Edición
particular, Cartagena, 2009.
- MUÑOZ
VÉLEZ, Enrique Luis, “La música
popular: Bailes y estigmas sociales. La champeta, la verdad del cuerpo”, en
Huellas, Revista de la Universidad del Norte, Barranquilla 2008.
- VARGAS
ROJAS, Pedro Ignacio, “Diccionario
de máximas. Frases y citas del mundo entero”, Círculo de Lectores,
Editorial Printer Colombiana Ltda., Bogotá, 1992.
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