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martes, 15 de agosto de 2017

De La Ciudad Engañada Y Sufrida


La maldición que pesa sobre los alcaldes

                                                             Por Alvaro Morales 
      
Independiente de los cinco designados y los innumerables encargados, la que en cierta época fue una urbe indomable, y a la cual se llama Heroica, me refiero a Cartagena, obedeciendo al sistema de elección popular que partió en 1988, ha optado por escoger sus doce alcaldes dentro del más variado perfil profesional y origen social.

En estos veintinueve años de gobiernos populares, la escogencia de los mandatarios de manera indiscutible, y moviéndose dentro del esquema «ensayo-error», la ciudadanía que vota, ha decidido llevar al solio de la Aduana a abogados, médicos, administradores de empresas, y últimamente, a comunicadores sociales.

Con pocas excepciones, la Heroica, en este periodo de seudo democracia, no sólo ha sido gobernada por engañadores y vendedores de ilusiones, sino por personas impreparadas y de poca ética y moral que habiendo hecho de la pobreza y la desesperanza su mejor nicho de votos han logrado sus propósitos de alcanzar su elección.

Hasta ahora, la mayoría de los elegidos, explotadores del populismo y la esperanza, han terminado por decepcionar y defraudar.

Los guarismos judiciales para los elegidos, además de vergonzosos no son halagadores. Cuatro de ellos han sido separados del cargo y diez han sido judicializados.

A Gabriel García Romero, el mismo del «entuerto» de los paraderos, el que liquidó las Empresas Públicas para entregársela a los españoles, y el que despojó al Distrito de las acciones en la Sociedad Portuaria para entregarlas con subterfugios a particulares, lo separaron del cargo al hallársele incurso el delito de prevaricato por acción.
Con Curi, las esperanzas de una bondadosa primera administración motivaron a la ciudad a escogerlo por segunda vez como su alcalde, pero las mismas se vinieron abajo cuando la intromisión de sus familiares terminó por separarlo del cargo, y finalmente, renunciar. Todavía se recuerda cómo sus cercanos parientes aprovechándose de sus quebrantos de salud, «hicieron trizas» el presupuesto oficial.

A la «Marimulata», aunque se le recuerda por algunas acciones en beneficio de la ciudad, la venta de una franja de playa terminó empañando su gestión.

De Dionisio, su corto tiempo en el cargo le sirvió para demostrar sus habilidades financieras, pero para beneficio propio; y para entregar a la ciudad obras de mala calidad e inconclusas.

Pero la «tapa, como coloquialmente decimos, la han puesto los dos comunicadores sociales. Campo y Manolo. Campo, será recordado por su desconocimiento de lo público, por un gobierno que fue como «Flor de un día», y por haber repetido lo de Curi, permitir que sus parientes se despacharan para su beneficio el presupuesto oficial.

Y en Manolo se ha conjugado la incapacidad, la impreparación, ingenuidad y permisividad para terminar en el más grande de los escándalos de corrupción jamás visto en la ciudad.

¿Hasta cuándo seguirá la ciudad equivocándose en la elección de sus alcaldes?
Álvaro Morales 

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