La Calvaria Literatura

EL CASO HAT

Y AHORA,

¿QUIÉN DEFIENDE A HAROLD ALVARADO TENORIO?
Por Gilberto García M

Las declaraciones colocadas en la palestra pública por el poeta y escritor Harold Alvarado Tenorio en cuanto a las manipulaciones que supuestamente se estarían fraguando desde las huestes más encumbradas que dirigen a la Cultura en un país como el nuestro, ya es cosa de vieja data.

Se escuchan sin ningún asombro ni discreción en algún evento del orden nacional o regional, frases como, «no, yo no participo porque ya se sabe quiénes son los ganadores». «Si los jurados son…yo no participo...»

Da grima que al frente de las Entidades que rigen los destinos de una Nación, que deberían preservar la memoria y el patrimonio cultural lleguen personas que usan los dineros del contribuyente para despilfarrarlo y utilizarlo con una visión mercantilista y muy particular.
Harold Alvarado Tenorio (HAT) y el cineasta Carlos Palau se hallan hoy en el ojo del huracán. ¿Qué hicieron estos señores? Pues cometieron el delito de  cuestionarle a doña Mariana Garcés, Ministra de Cultura el apoyo desmesurado que le brindó su despacho a doña Amparo Sinisterra de Carvajal para una Bienal de Danza.
Lo anterior ha encauzado en una demanda por injuria y calumnia para los querellantes.   
Sea o no verdad, lo cierto es que en la cultura a lo ancho y largo del país desde hace años se podrían estar instalando los Carteles de la Cultura.
Los escritores y poetas, los  gestores culturales deberían exigir sus derechos frente a la escogencia de quienes van a regir las sendas de la cultura.

Pues si el sector cultural, que es donde debe descansar la ética y los principios morales para una convivencia y conducta ejemplar, no está exento de malos manejos administrativos y, de corrupción, la crisis entonces de la violencia en el país tendrá una explicación a partir de la corrupción en la entidad oficial.

Ha hecho carrera en el argot colombiano: «La cultura no coloca votos en las elecciones», expresión con que se blindan senadores, representantes y concejales al elaborar políticas públicas que benefician a los hacedores de cultura y no a particulares.
Volviendo al caso de HAT, el poeta asume con valentía la vocería de quienes agazapados en alguna buhardilla se desviven por crear una novela, poemario o ensayo.
Pero que al momento de solicitar el apoyo del Estado lo reciben con frases como, «no te apoyo porque no hay presupuesto, además la Cultura no aporta votos a la elección».

No hay duda que los mercantilistas de la Cultura  tienen como negocio los bienes intangibles y material de los pueblos. Lo que reclama Harold Alvarado Tenorio es que exista un equilibrio en los apoyos o estímulos con que el Ministerio de Cultura irriga todos los años el suelo cultural. Ha puesto el grito en el cielo porque quiérase o no por algún extraño comportamiento, en los seres, los escritores y los trabajadores del arte sienten cierta apatía hacia aquello que tenga que ver con administración, compromisos, alianzas, etc. Pues él poeta o narrador sólo se debe a su arte.
Pero que no tragan entero, ni son bobos, ni se acostumbran a vivir callados todo el tiempo. En la polémica suscitada por el Caso HAT y el cineasta Paul hay mucha tela que cortar.
Paralelamente al escándalo uno se pregunta: ¿Por qué en las convocatorias de X o Y entidad los jurados siempre son los mismos? ¿Qué hay al interior de las deliberaciones? ¿Por qué anterior a la lectura o al fallo de los jurados estos posan para las páginas sociales tomando wiskis y en todo tipo de cocteles?
Lo que debe prender las alarmas en quienes tengan que ver con el oficio es esto que está pasando con el poeta.

Es tan desesperanzador la frase lapidaria con que te recibe algún amigo, «no inscribas tu obra en ese concurso, ya se sabe quién es el ganador».
Me imagino al poeta confinado en la habitación de un hotel, en la que confecciona y arma sus textos, elevando la oración para que los que sientan correr por las venas a la cultura no lo dejen solo.

LC