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viernes, 4 de octubre de 2019

PRÓLOGO A LA OBRA DE GUTIÉRREZ MAGALLANES


 ASOMOS DE UNA CIUDAD RUIN HASTA UNA QUINTA GENERACIÓN
   Por Gilberto García Mercado     
En «La Ciudad del Rostro Labrado En Piedra» hay una honda preocupación en el escritor. Por un lado, se halla una Literatura que indaga y revela, la percepción de una urbe que ha dejado atrás sus influjos y costumbres de ciudad provinciana, para, de repente, situarse en los albores del Siglo XXI, en donde todo muere, incluso, lo arcaico, y, solo sobrevive la buena literatura. A eso le apuesta Juan V Gutiérrez Magallanes con este poemario. 

Ante esos afanes que pretenden dejar de lado, la puesta en escena de la Cartagena de aquellos días, se presenta como arma de guerra la pluma del poeta, del narrador que se resiste ante el desarraigo de su Chambacú del alma, a la derrota de costumbres y pregones con la edificación de la Nueva Ciudad. 

No hay que abdicar, y eso lo sabe el intelectual mientras devora con deleite, un libro más en el balcón de su existencia, defendiendo cual heraldo untado de letras, a espectros cuya repatriación reclaman ante las ardides y conciliábulos de inescrupulosos destazando el territorio cartagenero sin ninguna clase de contemplación. 

Por otro lado, hay una catarsis en la manera cómo Gutiérrez Magallanes va poniendo en cintura al lector. Hay un Chambacú amado y que pervive, con su pobreza de otras latitudes, a veces discriminado y maldecido hasta su segregación. A veces exaltado y glorioso, cuando se cita una obra de Zapata Olivella. 

Chambacú respira por los poros del profesor Gutiérrez Magallanes, sabe que el glorioso barrio cartagenero, tradicional como Getsemaní, está en los libros de él. 

(…Solo hay que situarse por los alrededores del monumento de la India Catalina, alzar la vista y contemplar en la otra dimensión de la vida, a Chambacú, levitando en medio de la ciudad resistiéndose a desaparecer). 
       
Gutiérrez Magallanes, Poeta      
En «La Ciudad del Rostro Labrado En Piedra» hay asomos de una ciudad ruin, hipócrita hasta una quinta generación, en donde la esclavitud aún se halla mimetizada entre jovencitas que proxenetas venden al mejor postor. En donde la discriminación étnica se disfraza en la modulación de la frase, «cómo está usted mi querido doctor». El servilismo es otra hoguera de la Inquisición, y aunque la cofradía de los intelectuales universales se tome la ciudad amurallada, muy por debajo, sutilmente, sabemos que en la Heroica hay exclusión aunque se diga siempre lo contrario. 
Es, pues, necesario la lectura de «La Ciudad del Rostro Labrado En Piedra». El poeta no niega sus orígenes, en cualquier conversatorio su literatura y entusiasmo giran alrededor de su vida en Chambacú y, se conmueve hasta las lágrimas. 
Cómo entonces le gustaría abrazar al comandante Aguirre, volver a recitar el fragmento de este poema en el Portal de los Dulces: 
«Ayer te di siete sábanas. 
Te compré siete caballitos de azúcar 
Te regalé cocaditas del Portal de los Dulces 
Te brindé la flor que aún está 
en el jardín del patio 
Te llevé conservitas de plátano 
Te envolví un suspiro de crema 
Luego me puse a soñar 
en la bondad del zumo de coco 
cuando toca tus labios de maní»  
El hombre en uso de buen retiro sabe que vive por la literatura y para la literatura. Es un ser emblemático cuyo conocimiento de Chambacú trasciende más allá de toda catarsis, en esta extraña simbiosis nunca dejará de habitar, «La Ciudad del Rostro Labrado En Piedra». Y en ella, Chambacú es la fuerza vital que todos los días lo enfrenta con una hoja en blanco para derrotar las vicisitudes de la vida. 
Gilberto García M, Editor
 

                                                                                                                         


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