«FÉLIX NO LLEGÓ A JUGAR SOFTBALL
POR LA CORTEDAD DE SUS DEDOS»
Por Juan Vicente Gutiérrez Magallanes
Hoy en pleno siglo XXI, Cartagena de Indias y sus alrededores provinciales producen jóvenes beisbolistas que llegan a la Gran Carpa del beisbol norteamericano, reafirmándose como profesionales en un futuro que transformará sus vidas y familias. Jóvenes que con la lúdica del béisbol alcanzan la realidad del Sueño Americano, recorriendo la impronta dejada por Luis Castro, El «Ñato» Ramírez, Joaquín Gutiérrez, Orlando Cabrera, Jolbert Cabrera, Edgar Rentería, José Quintana, Tayron Guerrero, Jorge Alfaro, Harold Ramírez, Oscar Mercado, Giovanny Urshela, Donovan Solano, Luis Escobar, Julio Teherán y otros que han brillado en clasificaciones menores.
Todos estos jóvenes deportistas, llevan en sus genes las leyendas forjadas por viejos beisbolistas, como los de la famosa Serie Mundial de Béisbol Amateur realizada en Venezuela, donde participaron: Dagoberto «Ronquecito» López, Cipriano «El Flaco» Herrera, Ernesto «Jiqui» Redondo y Enrique «Kike» Hernández. Carlos «Petaca», Judas Araujo, Chita Miranda, Papito Vargas, Venao Flores, Cosme Pájaro, Armando Crisón, Cavadía, Jolo Miranda y Peñaranda. Hoy los jóvenes que participan en las Grandes Ligas de Norteamérica ondean con orgullo nuestros símbolos patrios y sirven de émulo a otros jóvenes.
Por eso al mirar lo que hoy es el Campo de la Matuna, hoy fraccionado en Plazas de Benkos Biohó, Joe Arroyo y Manuel Zapata Olivella, entre toscas edificaciones, en aquel diamante del Campo de la Matuna, de varias cuadraturas donde era posible realizar al mismo tiempo cuatro partidos de béisbol, sin interrupción del bateo. Allí se plasmaron muchas faenas beisbolísticas, que merecen ser recordadas, una de ellas es la referente al equipo que tuvo Chambacú, dirigido por Calazán Gómez, apodado «Pelayo», en recordación del manager que tuvo la Selección Nacional de Beisbol de Colombia, Pelayo Chacón, cubano, quien dirigió la «tropa» a la República de Venezuela, para participar en la VII Serie Mundial de Béisbol, de donde obtuvimos el título de campeones mundiales.
En aquel equipo de Chambacú, estaba Félix, quien tenía una recta que podía competir con la línea imaginaria que dejaba trazada en el aire la plomada del viejo Toribio, los augurios de los conocedores del béisbol aseguraban la carrera beisbolistica que haría Felix en el juego.
Era un jugador de tiro efectivo hacia las bases para buscar el out del corredor, quien lanzaba los nueve ininng, sin ninguna muestra de agitación ni cansancio, era el hombre de la «buena Goma», allí, en aquella loma de los sustos, tenía lanzamientos de control, para todos los bateadores de los diferentes equipos que se daban cita en el «Campo de la Matuna o Campo Grau».
A pesar de la gran velocidad que tuvo «El Chato Magallanes», José Isabel Magallanes, Félix lo superaba en la rapidez de la pelota, lo que le brindaba la posibilidad de llegar a la Gran Carpa, pero todo fue ilusión de un día. Tenía dificultad para manejar la bola en el lanzamiento de la curva o cuando tenía que hacer uso del lanzamiento proyectado con los nudillos de las falanges de la mano, el llamado knuckleball o bola de nudillos.
Félix, era un hombre de un metro con sesenta y cinco, lo que dentro de la familia Magallanes, se consideraba de baja estatura. Tenía los dedos cortos, lo que le impedía hacer los cambios en el lanzamiento de la pelota.
Pero en cuanto a velocidad y precisión para ponerla en donde la pidiera el receptor, era un mago. Todo esto lo confirman los que jugaron con él en el equipo de la jabonería Lemaitre del barrio de Getsemaní. Félix, no aceptó, los argumentos de los grandes del béisbol que conceptuaban debía cambiar de posición en el equipo y, con lágrimas abundantes dejó el deporte de la familia Magallanes.
Se dedicó a moldear figuras en cal y cemento, que servían para adornar la mampostería de las casas de tipo republicano de Cartagena. En esta operación de la mampostería, formó parte de la tropilla de Eligio Herrera, padre del boxeador Antonio (Mochila) Herrera, ellos se constituyeron en los albañiles de cabecera del alcalde de ese momento, Vicente Martínez Martelo (Don Vizo), de grato recuerdo por las paradas de techo rojo en cemento y cal y el Parque de los Leones cerca a la Ermita de la Popa.
Pelayo Chacón, Beisbolista
Félix se olvidó de la práctica del deporte para mirar los inicios de los juegos en su hermano y primos que hacían las primeras incursiones en el juego de la pelota en el Campo de la Matuna.
Su hermano Ignacio, el «Pechón», era un hombre de un metro con setenta y dos, podía manejar ambas manos, era ambidextro, lo que le permitía mascotear en la inicial o jugar como outfielder. Participó en la selección Colombia de béisbol, donde tuvo oportunidad de estar una vez en Nicaragua y otra en Argentina. Más tarde dio el salto al profesionalismo, para jugar en el equipo del Vanitor de Barranquilla, la nostalgia por Cartagena y otras añoranzas lo hizo volver a mirar el jugueteo del Mero que crecía en el viejo puente de Chambacú. Se retiró del béisbol para irse a trabajar a Coveñas en la Empresa Sagoc, en la que combinaba la plomería con la dirigencia del equipo de Softball de la empresa.
Ahora hay voces que pregonan en los Campos de Chiquinquirá una emoción por la destreza que todavía queda en los brazos de quienes cogían y tiraban con facilidad la bola dura que rotaba en el estadio grande del béisbol profesional. Allí en ese Campo de softball, a donde llegan los antiguos moradores de Chambacú, dejan en sus gradas los gritos que hoy animan a los Magallanes, descendientes de Félix, Ignacio, José y el Chipi, este último, pionero de la formación del novenario sofbolista «Magallanes», dirigido hoy por sus hijos. Los gritos de otras voces, de aquellas que dejaron el eco en la Matuna y la Cabaña de Manga, se volvieron a escuchar en la trayectoria de la bola suave del Softball.
Los «corrin de base» del Chipi, quien jugó como pitcher en el equipo Águila, hermano del Chato Magallanes, su dirigencia de manager, quedó grabada en el imaginario de los emigrantes de Chambacú, quienes se resisten y luchan para mantener el equipo de Softball de los Magallanes en los Campos de Chiquinquirá y los Corales.
Félix, no llegó a jugar softball, la cortedad de sus dedos, no le permitía agarrar una de las bolas que se usan en este deporte, se conformó con ver a sus descendientes incursionar en el «juego de la bola suave».
Juan Vicente Gutiérrez Magallanes, Escritor y Poeta.
Hoy quedan lágrimas de nostalgia, sobre el pavimento que cubre el Diamante de la Matuna, y todavía vuelan ecos de los jonrones de los sandieganos, getsemanicenses y chambaculeros.
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