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lunes, 11 de mayo de 2015

  NIETO         

UN CUENTO DE ROBERTO MONTES MATHIEU*

Juan José Nieto, Presidente Confederación  Granadina
El muchacho de escasos veinte años, prognato, pelo duro, vestido con bluyín gastado de lo viejo, camisa de flores y tenis rotos, en uno se asomaba un dedo, entró al Palacio de la Inquisición y preguntó al vigilante por la oficina de la Academia de Historia. Subió al segundo piso y se anunció.
Detrás del escritorio el hombre de setenta años, blanco, orgulloso de su ascendencia francesa, guayabera azul marino, corbatín y pantalón gris, zapatos capricho, dejó el libro que leía y miró por encima de las gafas al recién llegado. Éste, sin hablar, sacó de la mochila wayú que colgaba de su hombro un folleto café oscuro, evidentemente viejo, comido por uno de los bordes por el comején, olor a guardado y se lo alargó. 
Se caló las gafas y recorrió sus páginas, escasas veinte páginas, sin pie de imprenta. Una edición doméstica, pensó. Pero el texto estaba completo: una obra de teatro escrita por Juan José Nieto. Volvió a mirarla por el principio, leyó en voz alta algunos parlamentos. Sin dar muestras de interés dijo que era un texto sin importancia y despectivamente lo dejó caer sobre el escritorio. 
—¿Sin importancia?—dijo el muchacho, que permanecía de pie frente al historiador. 
—Sí, ese nieto no era nadie. No es importante. 
—¿Usted cree? 
—Sí, lo creo. Mis conocimientos así lo señalan. 
Tomó nuevamente el folleto en sus manos y con un gesto en los labios hizo un comentario sobre algunas frases que leyó. Miró al muchacho y dijo: 
—$2000 es suficiente, al fin, es un folleto del siglo XIX, eso es lo único por lo que vale. 
—¿$2000?—El muchacho rió. También tenía gafas y se las cuadró—$2000. 
—Sí, ¿te parece gracioso? 
—¿No es importante Nieto? 
—Sí, así te lo dije. 
Sin que se lo pidiera se sentó en una de las sillas frente al escritorio. 
—Permítame que me siente porque puedo caerme y hacerme daño. 
—$3000 entonces y finiquitemos esto. Estoy siendo muy generoso. 
El muchacho lo miró, detallándolo. El historiador bajó los ojos y siguió escudriñando el folleto. 
—Mire, doctor. Yo sé quién fue Nieto. 
—¿Qué sabes?—dijo el historiador, sin sorpresa. 
—La casa que está aquí a la vuelta, al lado de la biblioteca, era de él. 
—¿Y qué? Eso no lo hace importante como para que tú quieras más plata por este folleto. Todos han tenido casas aquí, por eso construyeron la ciudad. 
El muchacho se rió nuevamente. Era una risa sin ganas, pura ironía para contrarrestar los embates del historiador. 
—Nieto no sólo tuvo esa casa. 
—Sí—reconoció el historiador—pudo tener otras. El Perro tiene varias casas de negocio de chance y locales y eso no le concede mayor importancia. ¿Tú pagarías por un libro escrito por él? 
Roberto Montes Mathieu, escritor
Otra vez rió el muchacho. El historiador hablaba sin que se le arrugara el rostro y mirando ocasionalmente al muchacho, parecía interesado en buscar algo en el libro que no soltaba. 
El muchacho se puso de pie, adoptó una pose solemne y dijo: 
—Vea doctor, Juan José Nieto escribió una geografía del distrito de Cartagena. La primera en su género. 
El historiador lo miró ahora con atención y dejó el folleto. 
—…y dos novelas y un relato que apareció por entregas en La Democracia, periódico que dirigía Rafael Núñez, sobre el año que estuvo preso en la prisión del castillo de Chagres, en Panamá. 
—¿Cuánto quieres por el folleto? 
          *Tomado de Magazín del Caribe. Bogotá, febrero de 2015 

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