LA MUJER «CHIBOLO» O
«LA TODOVALE»
«TODAVÍA SU IMAGEN RONDA EN PEREGRINACIÓN POR
LAS OSCURIDADES DEL ESPÍRITU DEL MANGLAR…»
LAS OSCURIDADES DEL ESPÍRITU DEL MANGLAR…»
Juan V Gutiérrez Magallanes, Docente y Escritor |
La
quietud de los buenos tiempos, había acumulado panículos adiposos en sus
brazos, que sólo se apreciaban en la claridad del sol de las tres de la tarde,
cuando ella acostumbraba hacer un poco de calistenia.
En el interior de su casa se podían encontrar
las cosas más disímiles del pequeño mundo que en esa época imaginábamos, pero
ella además de «La Chibolo», era para nosotros los del barrio, «La Todovale»,
seudónimo bautismal que le designó el hombre más culto de la comunidad, sabía
combinar las noticias que encontraba en los tres periódicos que se leía en las
tardes: El Tiempo, El Espectador y El Siglo, lo que no hacía en la mañana pues
durante la jornada recogía los pedidos de los políticos de
turno, para la elaboración de sus discursos y proyectos.
El argumento que esgrimía para
explicar por qué le había puesto a «La Chibolo», el remoquete de «La Todovale»,
era por la forma como
aquella señora, que por cierto tenía un nombre de bondad y caridad: Emérita Cristino Ángel: compraba y empeñaba todo lo habido en la forma que fuera, no
importaba el desgarramiento que hubiera ocasionado la consecución del objeto,
bastaba que mostrase el brillo dorado o la importancia moral y sentimental para
el ser humano, para que ella reflejara el interés por la posesión de la muestra.
Ella
era una vividora, que fundamentaba su hacer en uno de los eslóganes escrito en
la puerta: «Vive y Deja Vivir», basada
en esta oración, permitía el uso y el abuso de truhanes que le aportaban en
calidad de empeño, todo lo mal habido en el diario vivir.
«La
Todovale», podía apropiarse en compra fraudulenta, desde un alfiler hasta los «Santos
de Piedra», que adornaban la entrada de la iglesia de La Catedral de Nuestra
Señora Catalina de Alejandría.
En las paredes de la casa se mostraban las
figuras más extrañas, que pudieran estar
en exhibición , tales como : el ombligo
disecado del primer hijo de una familia; la tibia de la primera gallina matada
por una mujer virgen; Los primeros sudores del primogénito de una pareja; las
vísceras disecadas del primer mero pescado por el hijo mayor del maestro del
barrio; la sábana con la mancha de la primera menstruación de la primogénita
del carbonero del barrio y una colección de cédulas marchitas por el tiempo,
estas últimas eran retiradas para época de elecciones.
En
aquella casa, donde sobresalía en la parte superior del dintel de la puerta un
letrero que decía: «Aquí vive el Señor».
Ella nunca especificó a cuál señor se refería, lo que se podía inferir, es que se trataba de un
señor de forma corporal robusta envuelto en un cotón blanco trenzado por un
corbatín negro.
Llegaba
a las tres de la tarde y se retiraba a las once de la noche después que el
vigilante que vivía en una de las accesorias de la esquina, salía hacia el
barrio de San Diego, para cumplir con su jornada de «sereno» o celador nocturno.
«La
Todovale», terminó sus días en la ausencia de chibolos, con una esbeltez
momificada, que se transparentaba a través de las telas de lino blanco que
ahora usaba.
Explicaban
su estado de sílfides y extrema delgadez por el efecto del formol, utilizado
para la conservación de los diferentes cuerpos orgánicos que allí se guardaban
en calidad de empeño.
Todavía
su imagen ronda en peregrinación por las oscuridades del Espíritu del Manglar,
implorando el perdón del hombre más culto, que tuvo el Caserón de Chambacú.
Juan
v Gutiérrez Magallanes
LC
LC
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